El prelado de Donosti publica su carta pastoral de adviento, 'En Él, nuestra Esperanza'
Fuente: Religión Digital
05/12/2024
Pronto cumplirá dos años en la sede donostiarra. Fernando Prado, obispo de San Sebastián, aprovecha esta efemérides personal, asi como otra de la Iglesia universal, el año jubilar, y los 75 años de la diócesis, y una tercera litúrgica, el comienzo del Adviento, para publicar una carta pastoral, titulada ‘En Él, nuestra esperanza’.
La carta es larga (36 páginas) y aborda una amplia panoplia de temas, desde el Jubileo a los ‘signos de los tiempos’, la realidad eclesial en Gipuzkoa, asi como los “sueños posibles” del prelado sobre los pobres, los emigrantes, la mujer, las vocaciones, el diaconado, entre otros, para concluir con un apartado sobre la “conversión pastoral y misionera”, que pasa, también entre otras cosas, por la “sinodalidad y la comunión”, la reorganización territorial, la educación, la comunicación e, incluso, el patrimonio y la sostenibilidad.
Literariamente, los apartados más interesantes son la introducción y la conclusión, pero pastoralmente hay mucho compromiso con sinodalidad y con el futuro, asi como un análisis del momento histórico y del contexto social de la Iglesia guipuzcoana.
En la introducción el prelado vasco fundamenta su carta en la esperanza, porque “somos peregrinos de la Esperanza”, porque la esperanza es “salvadora y redentora”. Eso sí, los cristianos son conscientes de que “la Esperanza no nace de un optimismo ingenuo, sino que es una virtud teologal. Eso quiere decir que Dios anda por ahí, en medio”. Como decía el Hermano Roger de Taizé: “En lo más profundo de la condición humana descansa la espera de una presencia, el silencioso deseo de una comunión”.
Desde ese punto de partida de la esperanza, monseñor Prado se plantea cómo “anunciar a nuestros contemporáneos que Dios los ama” y “transmitirles hoy esa Esperanza”.
Para eso, desde la celebración de los 75 años “de la creación de nuestra joven diócesis”, desde el Año Santo bajo el lema ‘peregrinos de la esperanza’, presenta el plan de su carta, que parte del marco jubilar, continúa con los signos de los tiempos, presenta procesos necesarios y algunos sueños.
Según Prado, el Jubileo universal debería ser “un verdadero acontecimiento de relevancia espiritual, eclesial y social”. Y el jubileo diocesano del 75 aniversario (la diócesis fue erigida en 1950) va a contar con una serie de iniciativas concretas, como las puertas santas en la catedral del Buen Pastor, en los monasterios de Arantzazu y Loyola, asi como en la cárcel de Martutene.
Tras el pórtico de los jubileos, el prelado donostiarra pasa a abordar los nuevos signos de los tiempos, unos tiempos “confusos, pero a la aves apasionantes”, que hay que vivir “con los pies en la tierra y los ojos en el cielo”.
A su juicio, este “cambio de época” aparece marcado por los siguientes signos: las guerras y “la inquietante sombra de una posible guerra nuclear”; el “riesgo de una política sometida a la economía”; los flujos migratorios; el impacto de las nuevas tecnologías; el cambio cultural, que nos está llevando “del tiempo de la civilitas christiana’ a la del ‘etsi Deus non daretur (como si Dios no existiera)” y hacia la indiferencia masiva; y el debilitamiento de la credibilidad eclesial por los abusos a menores.
Tras el contexto global, el obispo de Donosti aborda el de Gipuzkoa, que, a su juicio, pasa por los siguientes signos: Normalidad democrática, aunque quedan heridas del terrorismo de Eta, se está construyendo “la sanación y la reconciliación”; el bienestar evidente, pero relativo, porque “no es oro todo lo que reluce” y “la situación de los vulnerables en vez de mejorar, empeora”.
Pero hay más signos de los tiempos en la diócesis, como la movilidad humana con los jóvenes guipuzcoanos que salen y los inmigrantes que llegan; el fenómeno migratorio “que hace engrosar las bolsas de exclusión y pobreza en Gipuzkoa”; o el fuerte cambio cultural, que hace que “hoy, en Gipuzkoa, el cristianismo, aunque todavía tiene arraigo en las generaciones más mayores, es más bien un hecho contracultural”.
En cuanto a la comunidad cristiana de Gipuzkoa, Fernando Prado asegura que se siente “parte de un pueblo de Dios orgulloso de lo que fue y de lo que es” y un “elementos objetivamente benéfico para la sociedad”, pero que también necesita un impulso renovador.
Para eso, se ha hecho ya “un trabajo importante de revisión de la situación actual de nuestras parroquias y comunidades”, con encuestas, que retratan las debilidades y fortalezas. Entre las primeras, la falta de sacerdotes, debilitamientos de los grupos de formación, al falta de integración de los inmigrantes, el desánimo, las divisiones en el seno de las comunidades y, sobre todo ”consentir en la tentación de caer en la desesperanza”.
Pero también hay evidentes fortalezas: la propia fuerza del Evangelio, la implicación de muchas personas, sobre todo de las mujeres, la labor social de la Iglesia o Cáritas.
Y, sobre todo, según el obispo, la situación actual presenta también oportunidades para los creyentes, como la sed de espiritualidad, la sinodalidad, la llegada de emigrantes, que “son una bendición para la Iglesia”, las fiestas tradicionales religiosas, la belleza del patrimonio o los nuevos medios de comunicación.
En medio de todas este oleaje, “la pequeña nave de la Iglesia local de Gipuzkoa sigue queriendo salir a navegar, porque solo nos mueven la Esperanza y el buen deseo de que otros conozcan la alegría del Evangelio”.
Y tras el “ejercicio de realismo”, Fernando Prado intenta proponer respuestas en “forma de procesos y de sueños posible para nuestra acción evangelizadora en Gipuzkoa”. Los procesos para una “conversión pastoral y misionera” pasan, a su juicio, por la renovación o el ‘aggiornamento’ que promueve el Concilio, porque “quedarse parados, como al borde del camino, no es lo nuestro. Nosotros somos peregrinos. Somos caminantes”. Y, aunque “no se trata de construir otra Iglesia alternativa, sino de hacer de nuestra Iglesia otra, distinta”, con reformas interiores y exteriores.
Reformas que hay que realizarlas siempre en proceso, porque “como los buenos guisos, se cocinan mejor a fuego lento. Solo los procesos tranquilos, pacientes, humildes, pero con firmes fundamentos, son los que garantizan cristianos-testigos capaces de generar vida allá donde van”.
Procesos y sueños
En concreto, el obispo vasco ofrece cuatro procesos. El primero, cultivar la experiencia creyente o la espiritualidad, cultivando la ración, la fe, que tiene que pasar de heredada a personal.
El segundo proceso es la transmisión de la fe, que es “un trabajo artesano y paciente, pero también consciente e incisivo” y que pasa por el primer anuncio, fundamentalmente en la familia, y por el testimonio: “’Fray ejemplo’ es siempre el mejor predicador y catequista. Las palabras no siempre convencen; el testimonio, sin embargo, arrastra”.
El tercer proceso es “la sinodalidad y la comunión”, pero conscientes de que “esta comunión para la misión sólo será posible desde la corresponsabilidad”, como aconseja el Documento final del Sínodo, que el obispo recomienda que los curas trabajen en sus parroquias.
El cuarto proceso es “la reorganización territorial para la misión”, porque “en cada época la ‘política de la siembra’ ha de ser revisada y rediseñada”. Y eso pasa por cierta revisión del “principio territorial” de las parroquias, que “nunca van a dejar de existir, pero la forma concreta de las parroquias, tal y como las conocemos hoy, va a cambiar en el futuro”. Eso exigirá parroquias menos dependientes del párroco y más centradas en equipos misioneros, trabajo en unidades pastorales o “gestionar de la mejor manera posible el patrimonio y los bienes al servicio de la misión”.
Por último, monseñor Prado hace un elenco de sus principales sueños para la diócesis donostiarra. El primero, “cultivar la espiritualidad”. El segundo, “los más pobres y vulnerables: “Sueño con que ganemos más y más en sensibilidad social”. El tercero, que los emigrantes “no se sientan nunca segregados o 'de segunda'. Seamos los cristianos pioneros en la inclusión y en mostrar caminos de futuro y Esperanza”.
El cuarto sueño, la situación de la mujer en la Iglesia, integradas en los consejos eclesiales de todo tipo y en la toma de decisiones y luchando contra la violencia que se ejerce contra ellas. “Sueño con que todos los diocesanos, más allá de toda ideología, nos unamos a la voz de tantas mujeres que denuncian estos hechos en nuestra sociedad. No cabe una inhibición o una apatía descomprometida sobre esta cuestión”.
El quinto sueño del obispo es “la cultura vocacional”. El sexto, los ministerios laicales: “Sueño en concreto con dos ministerios específicos y tal vez novedosos para la vida de nuestras comunidades: el ministerio de la acogida y de la escucha, en el que quienes se acercan a nuestras comunidades puedan encontrar el consuelo y la cercanía que necesitan”.
El séptimo sueño es el diaconado permanente, especialmente la “ordenación diaconal de varones casados” y pide a los curas que le propongan nombres concretos. El octavo sueño, es “la educación católica”. El noveno, la liturgia, con invitación especial del prelado a “a tener un cuidado y empeño especial en el uso del euskera en nuestra liturgia, incluso en las misas 'en castellano', introduciendo con normalidad algunas aclamaciones y también cantos populares conocidos por todos”.
El décimo sueño es la piedad popular. El undécimo, la comunicación, porque Prado, como buen periodista, sueña “con que una mayor transparencia en la información y en la comunicación de las actividades que llevamos adelante ayude a desbloquear falsas imágenes, preconceptos y prejuicios desenfocados que crean tantas veces una opinión pública distorsionada sobre nuestra comunidad cristiana”.
Y, por último, el sueño número 12 sobre la sostenibilidad del patrimonio y la gestión económica, con consejos de economía que funcionen en todas las comunidades cristianas: “Sueño con encontrar media docena de personas voluntarias en cada uno de los seis arciprestazgos actuales para esta tarea”.
Y el obispo de Donosti terminan invitando a todos sus fieles “a soñar juntos, con la humildad propia de los pequeños” y a pedir al Señor “que nos regale la valentía y la fuerza para ‘poner carne’ a tantos sueños”.
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