jueves, 5 de diciembre de 2024

Segundo Congreso Internacional sobre Aporofobia

Fuente:   Cristianisme i Justícia

Por   Xavier Loza

03/12/2024

 


Los pasados días 24 y 25 de octubre tuvo lugar el Segundo Congreso Internacional sobre Aporofobia, organizado por el IQS junto con otras instituciones académicas y entidades sociales. El objetivo del congreso era el de reflexionar sobre una problemática demasiadas veces invisibilizada y que requiere de reflexión académica y social para ir conceptualizándola y combatiendo. 

El congreso contó con una conferencia inaugural de Aaron Reeves, profesor de la Universidad de Oxford, en la que expuso su reciente estudio sobre la autopercepción de las élites y los efectos que los discursos que las llevan a considerarse «gente normal» (normal people) tienen sobre las clases más empobrecidas. A la vez, sostenía que esta autopercepción contribuye también a la configuración de los discursos y políticas aporofóbicas. Reeves daba inicio a su intervención indicando que nos encontramos en el momento, en relación con los últimos años, en el que más importancia tiene pensar sobre las dinámicas de la marginación. En concreto, sobre las políticas que, a través de la limitación de acceso a las prestaciones, acentúan las situaciones de pobreza; prácticas consideradas como aporofóbicas de primer nivel, y que no pueden ser perseguidas porque las ejerce el mismo estado. 

A continuación, una mesa redonda formada por miembros de la Unidad de Delitos de Odio y Discriminación de la Fiscalía General del Estado, de la Oficina Nacional de lucha contra los delitos de odio y de la Policía Nacional expuso la situación legislativa y la aplicación de la ley en los casos de delito de odio por aporofobia. La introducción en la ley de este concepto es muy reciente (2022), de forma que es de especial interés hacer un seguimiento de su desarrollo y de las denuncias que se vayan judicializando.

Posteriormente, y durante los dos días de congreso, se sucedieron diferentes mesas redondas en las que académicos de todo el mundo presentaron sus trabajos de investigación en torno a temas tan diversos como la relación entre aporofobia y las religiones, la soledad, la salud mental o la situación del fenómeno en Brasil.

Como nos recordaba Pedro Jesús Pérez Zafrilla, de la Universidad de Valencia, la aporofobia es un concepto filosófico que da nombre a una realidad ignorada y que parte de la idea de que una persona no tiene nada que aportar a la sociedad más allá del plano material o económico. Es decir, que una persona pobre es aquella que no puede ofrecer nada a nadie. 

Las conclusiones del congreso alertaban sobre el aumento de la aporofobia en los últimos años y destacaban que este fenómeno «ha arraigado en nuestra sociedad, alimentado por una lógica meritocrática que perpetúa la exclusión social». Asimismo, se nos invitaba a «romper el círculo vicioso que reproduce élite y prejuicio». Según las mismas conclusiones, la ruptura de este círculo vicioso podría venir dada por, por un lado, la «coproducción de políticas entre representantes políticos, científicos, organizaciones sociales y ciudadanía» —en este sentido, se afirmaba que «la inversión en políticas inclusivas es fundamental para revertir la situación actual»—; por el otro, la ruptura vendría por el fomento del encuentro personal: «necesitamos conocer las historias que hay detrás de la pobreza, con nombres y apellidos, para desmantelar el estigma». 

Así, y siguiendo las ideas que el comité del congreso exponía en la sesión final, podemos ver cómo el fenómeno de la aporofobia, aunque tiene un componente intrínseco en todas las personas, puede minimizarse a través de tres elementos:

En primer lugar, incrementando la inversión pública para combatir la pobreza y la desigualdad. En un momento en el que las personas excluidas son vistas como responsables de su propia situación por el hecho de ser incapaces de seguir el ritmo y de adaptarse a los requisitos del sistema, los estados ya no tienen la capacidad de intervenir y acaban lavándose las manos ante una realidad que cada día crece en cantidad e intensidad. El diseño, implementación y seguimiento de estas políticas tiene que revertir esta lógica sistémica y, por lo tanto, se tiene que hacer «de abajo arriba». Contar con las personas y con los colectivos que están en los márgenes del sistema nos permitirá responder a sus necesidades reales. 

En segundo lugar, el reto de desactivar nuestros prejuicios personales. Vivimos en un tiempo en el que todo nos lleva a ser individuos aislados —aunque sepamos y experimentemos que nuestra vida pasa por la de los otros—. Así, y como nos dice Marina Garcés, hará falta reaprender a mirar el mundo, entendiendo que del yo al nosotros tiene que haber un necesario proceso de coimplicación. 

Es este proceso el que nos llevará al tercer y último elemento que permitirá minimizar la aporofobia en nuestro presente: los espacios de encuentro con otros. El encuentro con los otros puede darse en múltiples espacios, comunidades y organizaciones, y posibilita esta coimplicación que va mucho más allá de la suma de individualidades y voluntades. Se trata de un tejido de relaciones no mercantilizadas (aquello que me ofrece el otro no tiene relación con un hipotético valor de mercado) que se sale de los recorridos prefijados y de los espacios estancos en los que demasiado a menudo nos movemos. 

De esta manera, estaríamos creando nuevos espacios políticos y sociales que nos permitirían pensar un mundo en el que la aporofobia no tuviera lugar.

 

[Imagen de Squirrel_photos  en Pixabay]

 

 

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