Fuente: Alandar
20/12/2024 (Europa\Roma)
Pareciera que cada año la Navidad llega antes, que se adelanta encontrándonos desprevenidos, metidos en mil tareas y (pre) ocupaciones, o -quizás- es que vivimos en un tiempo tan vertiginoso, con una cantidad de información diaria tan difícil de asimilar y recolocar que hasta la Navidad queda enredada en esa acumulación.
Ni siquiera el tiempo de Adviento que, en buena pedagogía, está pensado para hacer el tránsito con sosiego se ve ajeno a esta vorágine. Por eso, en tantas ocasiones a lo largo de los años, sentimos que llegamos tropezando al Portal…
Querríamos, desde Alandar, ralentizar un poco la velocidad del tiempo y ayudar a introducir algo de sosiego en el camino que nos lleva a la Buena Noche, parándonos en lo que nos rodea y entrando en lo que somos.
Nos rodea un mundo no más desquiciado que en otros momentos de la historia…, pero es el nuestro, nos pesa y, a veces, nos atemoriza.
Sabemos que estamos sobrepasando límites en lo que a nuestra relación con la naturaleza, Casa Común, se refiere y experimentamos sus consecuencias con mucha torpeza o mucho egoísmo para recular y reconducir nuevas formas de vivir.
Sabemos que se están asumiendo como irremediables comportamientos y actitudes políticas que ignoran o cuestionan los Derechos Humanos y que por todo el planeta se toman decisiones que vulneran la libre circulación de las personas, sobre todo de las que huyen de los horrores; se incrementa la industria y el gasto armamentístico como condición inexorable de pertenencia a los clubes entendidos como políticamente selectos, mientras más de la mitad de la población mundial, las mujeres, siguen teniendo que defender su derecho a una vida digna y en igualdad -al menos- con la otra mitad.
Estamos asistiendo a un genocidio en directo en Gaza y masticamos la impotencia, sabemos -además- que la cosa no es de ahora, que la impunidad lleva décadas triunfando sobre el derecho internacional y asistimos inermes al avance de la sinrazón…
Para acompañar ese entrar en nosotros, después de un vuelo tan rápido como el tiempo que vivimos, queremos compartir unas palabras y una imagen: el Misterio del Dios que se encarna, que prevalece sobre luces y sombras, nos regala la Esperanza que es la capacidad de construir lo soñado. Por eso, este año en Alandar, una de nuestras columnistas nos regaló el verbo esperanzar.
Desde el Vaticano nos llega un belén en el que el Dios-con-nosotros está acogido y envuelto por una kufiya, el pañuelo palestino, símbolo de resistencia y de futuro.
Finalmente, entre las palabras que intentan expresar lo que vivimos y lo que somos, compartimos esta poesía de José María Rodríguez Olaizola, sj:
A veces hay que esperar,
porque las palabras tardan
y la vida suspende su fluir.
A veces hay que callar,
porque las lágrimas hablan
y no hay más que decir.
A veces hay que anhelar
porque la realidad no basta
y el presente no trae respuestas.
A veces hay que creer,
contra la evidencia
y la rendición.
A veces hay que buscar,
justo en medio de la niebla,
donde parece más ausente la luz.
A veces hay que rezar,
aunque la única plegaria posible
sea una interrogación.
A veces hay que tener paciencia
y sentarse junto a las losas,
que no han de durar eternamente.
¡Honda y feliz Navidad!
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