Recientemente nos hemos encontrado en los medios con noticias, de una u otra forma, relacionadas con las llamadas “Terapias de conversión” o “Terapias reparativas”, prácticas que han sido condenadas por la Iglesia Católica.
Fuente: CVX
Por Pedro Bolaños
CVX en Gran Canaria y PADIS Canarias
Llama la atención que el debate no se sitúe entre los que las defienden frente a los que las rechazan, ya que, incluso las instituciones cuestionadas niegan que sus propuestas sean Terapias de Conversión. La cuestión se centra en que, para ellas, lo que ofrecen es otra cosa, mientras que los críticos insisten en que se trata del mismo perro con distinto collar. Y ante esta disputa, parece conveniente ofrecer algún criterio para que, quien se pregunte honestamente sobre el asunto y busque una respuesta libre de prejuicios, pueda, haciendo uso de ellos, formarse su propia opinión y actuar en consecuencia. Asumimos la dificultad de la tarea, ya que, respecto a los temas relacionados con la diversidad sexual, arrastramos desde hace siglos mucha carga, que, a pesar de las evidencias de las ciencias humanas, sociales y teológicas, nos resistimos a abandonar.
Partamos de un supuesto verosímil: Una familia se encuentra con que uno de sus hijos o una de sus hijas manifiesta a sus padres su orientación sexual diversa. Ante esta situación, ¿Cuál debería ser el modo de proceder de esos padres?
Lo primero que habría que decirles a esos padres es que se sientan afortunados de que su hija/o haya tenido el valor de hacerles esa confesión, porque, desgraciadamente, en la mayoría de las familias no se dan las condiciones para que sea así.
Y entonces se suscita la cuestión clave: ¿Qué significa esa revelación para esos padres? ¿La ven como una variante minoritaria de la sexualidad humana o como una disfunción o pecado? Esta cuestión es clave porque, mientras que si se aprecia como una variante minoritaria de la sexualidad, con mayor o menor resistencia, con más o menos trabajo, probablemente acabarán aceptando la situación. En ese caso, un buen acompañamiento que respete los procesos, es el camino, para que el/ella descubra quien es y se acepte. Pero si es percibida como una disfunción, o como algo malo, se puede entender la reacción de esos padres que sienten que un peligro o enfermedad afecta a su hijo, que será movilizarse de inmediato para buscarle remedio. Y es en este contexto donde buscan su encaje las ofertas para “curar la atracción hacia el mismo sexo”, o “recuperar la heterosexualidad”, y esto aún cuando desde el año 1990 la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad como enfermedad.
Podríamos asumir incluso que, al igual que estos padres que buscan ayuda, estas ofertas puedan ser bienintencionadas. Pero la buena intención no salva los errores, y en este caso, se trata de un error muy serio que puede generar muchos sufrimientos y daños. En efecto, cuando se trata a una persona sana como enfermo, y con mayor razón, cuando se les trata como enfermos mentales, el mismo tratamiento agrava su salud. ¿A algún médico sensato se le ocurre aplicar quimioterapia a una persona que no tiene cáncer? Desgraciadamente, durante la pandemia del Covid pudimos escuchar a una alta autoridad planetaria recomendar la ingestión de lejía para protegerse del contagio: Y hubo personas que lo hicieron y resultaron gravemente dañadas. Y esto confirma la necesidad de formarnos criterios bien fundados, y no fiarnos de cualquier insensato.
Si la interpretación que se hace de la diversidad sexual es la de que ésta es una alteración, una disfunción, a pesar de que la OMS ha dicho lo contrario, o incluso una aberración, de alguna manera la estamos considerando como una enfermedad. Y si esa es la interpretación, todo lo que hagamos o propongamos no dejan de ser remedios para esa supuesta enfermedad, es decir, terapias, aunque no las llamemos así. Efectivamente, según el diccionario de la R.A.E., terapia es el tratamiento de una enfermedad o de cualquier otra disfunción, o el tratamiento destinado a solucionar problemas psicológicos. Es decir que, para quien la diversidad sexual es una disfunción, lo que hace para solucionarla es terapia.
Estos días he tenido una conversación con un hombre homosexual que pasó por la experiencia de una de estas pseudoterapias. No voy a describir en qué consistían, porque es algo conocido y documentado, pero sí quiero resaltar algo que dijo refiriéndose a la organización de la que fue víctima: ¿Por qué dicen ahora que lo que hacen no son terapias y sí me lo decían cuando me hacían a mí lo mismo?
Como dice la profesora y doctora en psicología Ana Berastegui, quien ha estudiado a fondo el asunto, “los defensores de la homosexualidad como enfermedad han diseñado y puesto en marcha las conocidas como “Terapias de conversión” o “Terapias reparativas” que han sido duramente criticas, no solo desde una dimensión ética, deontológica o jurídica sino también práctica. Estas terapias no solo se han mostrado y reconocido , incapaces de curar algo que no es una enfermedad aceptada como tal por el mundo sanitario, de eliminar el deseo homosexual o de convertir el deseo homo en heterosexual, sino que su puesta en marcha puede generar daños reconocibles en diversas áreas de la persona, como disfunciòn sexual, depresión, ideación suicida o miedo a la intimidad y espirituales, por lo que deberían ser prohibidas.”[1]
Quizá el problema quedaría resuelto si las llamáramos “torturas”, que es lo que son, ya que se manipula la conciencia de personas en situación de vulnerabilidad, porque quien se descubre diferente siempre se siente vulnerable, imponiéndoles un sistema de valores y creencias basados en planteamientos que están ampliamente contestados desde la psicología, y que empiezan a ser cuestionados también desde la teología, moral y bíblica. Tortura, porque se le generan culpabilidades por descubrirse como son, se les atiborra de fármacos para inhibir el deseo sexual, antidepresivos, ansiolíticos, etc., se les somete a manipulaciones psicológicas aberrantes, y lo peor de todo, se les niega a reconocerse como criaturas de Dios, quien los quiso crear así. Una persona, que en palabras del papa Francisco goza de una dignidad infinita, a la que se le niega reconocerse en lo más íntimo de su ser está condenada a vivir infeliz. Y eso, también es otra forma de tortura.
Pedro Bolaños
CVX en Gran Canaria y PADIS Canarias
Por si alguien desea conocer más:
Las terapias de conversión o reorientación. Qué son y sus consecuencias.
Os dejamos un artículo que aparece en la página del Alto Comisionado de la oficina de DDHH de la ONU en el que se recoge la presentación del informe de un experto sobre estas terapias.
Una noticia que aparece en Infocop, revista digital del Consejo General de la Psicología de España sobre un estudio acerca de las consecuencias de las terapias de conversión.
Noticias recientes
Actuaciones de la diócesis de Valencia contra un centro que realizaba terapias de conversión.
Denuncia a diócesis donde hay parroquias que las practican.
https://www.elmundo.es/espana/2025/01/08/677e8dc6e9cf4a70688b4574.html
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