sábado, 4 de octubre de 2025

Reflexión para Cristianisme i Justícia

Fuente:   Cristianisme i Justicia

Por   Mays Nassar

03/10/2025

 

Mi nombre es Mays Nassar. Soy una mujer cristiana palestina de la ciudad de Belén, en Palestina. Les escribo como testigo desde una tierra valorada por su santidad, pero cargada de inmenso dolor, sufrimiento, aislamiento e incertidumbre. También escribo como una voz entre las muchas de Kairós Palestina, el movimiento ecuménico cristiano palestino que sigue proclamando la verdad y la esperanza desde el corazón del sufrimiento palestino.

En nombre de Kairós Palestina, extiendo mi gratitud a Cristianisme i Justícia por brindarme el espacio para compartir una reflexión cristiana palestina desde Cisjordania. En estos tiempos difíciles, cuando nuestra realidad es tan a menudo ignorada o distorsionada, esta oportunidad de hablar desde una perspectiva situada no es solo un gesto de solidaridad, sino también una afirmación poderosa de que el clamor de los oprimidos pertenece al mismo corazón de la conciencia y la reflexión cristiana.

A medida que nos acercamos a los dos años de genocidio en nuestra amada Gaza, y mientras la guerra de limpieza étnica se intensifica en toda la Cisjordania ocupada, se vuelve cada vez más importante describir cómo es la vida diaria aquí en Belén, no solo para mí, sino para cada palestino que vive aquí. El movimiento aquí no solo es difícil; está sistemáticamente vigilado, estrechamente controlado y siempre es impredecible. La gobernación de Belén está ahora cercada por 65 puestos de control militares israelíes y portones de hierro, que nos aíslan y nos separan del resto de nuestra tierra y de nuestra comunidad. A menudo me considero «afortunada» de que mi trabajo y mi vida diaria permanezcan dentro de la ciudad misma. Pero esta es una suerte amarga, porque salir de Belén significa horas de incertidumbre: ¿Estará abierto el puesto de control? ¿Los soldados me hostigarán, retrasarán o incluso agredirán? Estas no son preguntas abstractas: moldean el ritmo de nuestros días y nos causan una ansiedad constante que ninguna persona debería tener que soportar.

Hablar hoy de la situación en cualquier ciudad de Cisjordania es reconocer que cada ciudad y comunidad enfrenta sus propios desafíos bajo la ocupación y el apartheid. En Belén, el colapso del turismo, motor de su economía, ha dejado a innumerables familias sin ingresos ni seguridad. En el norte de Cisjordania, ciudades como Yenín y Nablus sufren operaciones militares israelíes implacables, con campos de refugiados sometidos a redadas, asedios, destrucción y evacuaciones. Hasta hoy, y según el informe de situación de la UNRWA, aproximadamente 32.000 refugiados palestinos de los campos de Tulkarm, Nur Shams y Yenín en el norte de Cisjordania siguen desplazados de sus hogares. Al mismo tiempo, la confiscación y el despojo de tierras palestinas continúan; comunidades enteras —como Masafer Yatta, en las colinas del sur de Hebrón— enfrentan la amenaza de la expulsión forzada y la violencia de colonos. Además, la expansión de los asentamientos ilegales israelíes y la aprobación constante de nuevos agravan esta realidad, fragmentando nuestra tierra en zonas desconectadas y haciendo cada vez más difícil la posibilidad de una vida normal para cualquier palestino.

En cuanto a la situación de los genocidio —y como cristiana palestina—, puedo decirles que bajo la ocupación israelí no existe distinción entre palestinos cristianos y musulmanes. Todos compartimos el mismo sufrimiento cotidiano. Las leyes, políticas y prácticas del régimen de apartheid israelí buscan desplazarnos a todos como nación palestina, fracturar nuestras comunidades y alterar el equilibrio demográfico en favor de los judíos-israelíes. Es un sistema diseñado para borrarnos, pieza por pieza, y como palestinos lo enfrentamos juntos. La resiliente comunidad cristiana en Gaza da testimonio de esta realidad: en los últimos dos años de genocidio, las iglesias y lugares de refugio de Gaza han sido atacados tres veces, y han perdido a miembros de su ya pequeña comunidad cristiana; algunos han sido asesinados y otros, obligados a tomar la dolorosa decisión de abandonar Gaza para poder sobrevivir.

La dolorosa decisión de irse no se limita a Gaza. En Cisjordania, también muchas familias —incluidas familias cristianas en Belén— se sienten obligadas a emigrar. La ciudad que lleva por nombre el nacimiento de Cristo no es una excepción al desplazamiento forzado. Incontables jóvenes no ven posibilidad de construir una vida digna en su tierra natal, y se marchan en busca de estabilidad en otro lugar. A menudo tengo días en los que la oscuridad y la incertidumbre de la situación en Palestina pesan fuertemente sobre mí, como joven palestina que trata de vivir una vida normal y construir una carrera. Además, mi mente lucha por comprender cómo un genocidio, que ocurre a solo 100 kilómetros de donde vivo, continúa con tanta brutalidad, como si nuestra existencia y nuestras muertes no significaran nada.

Durante dos años, el mundo ha debatido si lo que sucede en Gaza es un genocidio. Mientras tanto, varios cristianos e iglesias han permanecido en silencio, o han emitido declaraciones que ignoran la vida y el sufrimiento de los palestinos, incluidos los cristianos palestinos. Una cosa es vivir bajo una ocupación ilegal, abrumada por el miedo, la frustración y la ansiedad, pero otra herida aún más profunda es saber que gran parte del mundo, y muchos de nuestros hermanos cristianos, están permitiendo que esto suceda. Aun así, somos conscientes y estamos profundamente agradecidos por el valor de individuos —incluidos cristianos—, movimientos de base y gobiernos —como el de España, que sigue apoyándonos en nuestra lucha y está tomando medidas concretas para detener el genocidio en Gaza.

El documento fundacional de Kairós Palestina fue escrito hace 16 años, en un momento en que muchos creían que «habíamos llegado a un callejón sin salida en la tragedia del pueblo palestino». El documento Un momento de verdad, declaraba entonces: «Nuestra palabra es que nosotros, como cristianos, llevamos un mensaje, y seguiremos llevándolo a pesar de las espinas, a pesar de la sangre y de las dificultades cotidianas. Ponemos nuestra esperanza en Dios, que nos concederá alivio a su debido tiempo…» (5.1). El documento también decía: «Declaramos que la ocupación militar de la tierra palestina constituye un pecado contra Dios y contra la humanidad… Declaramos que cualquier teología, aparentemente basada en la Biblia o en la fe o en la historia que legitime la ocupación está lejos de las enseñanzas cristianas, porque llama a la violencia y a la guerra santa en nombre de Dios todopoderoso» (2.5).

Dieciséis años después, cuando nuestra propia existencia como palestinos y como cristianos está amenazada como nunca antes, seguimos —con gran dolor pero también con firmeza— resistiendo mediante la lógica del amor. Desde esta convicción, Kairós Palestina ha decidido emitir un nuevo y urgente testimonio al mundo. El documento se titula Momento de verdad: Fe en tiempos de genocidio, y será presentado durante nuestra conferencia anual de aniversario el 14 de noviembre de 2025 en Belén, Palestina.

Al acercarnos a la Navidad —el nacimiento de nuestro Salvador, fuente de esperanza— se nos recuerda que la fe descansa en la justicia de Dios, que la luz vence a la oscuridad y que la vida conquista a la muerte. Desde el corazón de nuestro sufrimiento, alzamos una vez más este clamor y les instamos a leer, reflexionar y actuar sobre el mensaje de este crucial documento de fe. Oramos para que el documento despierte a iglesias y comunidades en todo el mundo a resistir la indiferencia, denunciar el pecado de la ocupación y el genocidio, y a situarse donde Cristo se sitúa: entre los oprimidos, los heridos y los crucificados de la historia.

[Imagen de hosny salah en Pixabay]

 

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