jueves, 2 de octubre de 2025

El arzobispo de Zaragoza se despoja de tareas para volcarse en el cuidado de los curas

Carlos Escribano ha suspendido durante todo el curso las visitas pastorales a distintas zonas geográficas de la diócesis para poder acompañar mejor a los sacerdotes

Fuente:   Vida Nueva Digital

Por   Mateo González Alonso

02/10/2025

 

El arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano, no realizará durante este curso “sus habituales visitas pastorales a distintas zonas geográficas de nuestra diócesis, sino que se dedicará con especial esmero a atender a los sacerdotes de la diócesis”. Así lo ha anunciado la archidiócesis el pasado 25 de septiembre de 2025, a las puertas del inicio del mes de la Virgen del Pilar. Una decisión que el propio prelado ha comunicado a los sacerdotes a través de una extensa carta a la que ha tenido acceso Vida Nueva.

 

Caminando juntos

Coincidiendo con algunos escándalos sobre la moralidad de algunos sacerdotes, el prelado cuenta con atender al presbiterio “primero en grupos y después individualmente”. “La intención es poder profundizar juntos en la experiencia de su identidad y de su misión, y poder reflexionar juntos sobre los problemas cotidianos en el ejercicio de su ministerio y a la vez poder ahondar personalmente en el momento en que cada uno se encuentra y poder compartirlo”, se lee en el encabezado.

Para el obispo puede ser una oportunidad para “poder dar gracias juntos por el don de la vocación que hemos recibido, para poner nombre a las carencias que existen y que nos complican el día a día de nuestro quehacer apostólico, para descubrir nuevos caminos que nos ayuden a anunciar juntos el evangelio y llevar así la esperanza a la gente a la que servimos”.

En su carta, titulada “Quiero dedicar este año a los sacerdotes”, el obispo recuerda que “el sacerdote católico es, por vocación un hombre para los demás, y su ministerio se define por la caridad pastoral”. Una caridad que es testimonio de esperanza, que “se erige como un faro que ilumina el camino y recuerda la promesa de salvación”. Para ello ha organizado su plan de acompañamiento a través de un cuestionario sobre “aspectos generales de la vida sacerdotal” y otro “más personal” en el que cada sacerdote debe “valorar cómo te encuentras y cómo estás viviendo tu ministerio y tu misión”. Este último cuestionario sería el que compartiría el sacerdote en una “entrevista personal” con el obispo.

 

Los cuestionarios

El primer cuestionario busca recoger las “situaciones” que afectan a los sacerdotes y sus dificultades más frecuentes y sugerencias para la “renovación de los sacerdotes”. Respecto al cuestionario personal se consultan cuestiones como “qué es lo que más te apasiona, te ilusiona de tu vocación y ministerio en estos momentos”, las “relaciones con ‘tus’ feligreses” o los “compañeros sacerdotes”… También señala que “vivimos en una sociedad volcada al exterior (ordenador, móviles, redes, etc.), ¿Cómo cuidas tu vida interior, el trato con el Señor (oración, retiros, ejercicios…)?” y, finalmente, “¿qué cualidades piensas que puedes ofrecer (compartir) a la diócesis, al presbiterio… y, quizá, no están siendo valoradas? ¿Qué le pedirías al obispo, y a la diócesis, como valoración de lo que estás haciendo?”

Ante el posible escepticismo de los curas, el arzobispo es consciente de que “en ocasiones la tentación de pensar que nada va a cambiar o de que estás cansado de situaciones y cuestiones que a lo largo de los años por distintos motivos han desgastado tu ilusión y han mermado tus deseos de servir… todo ello puede llevarte a no querer participar en este momento fraterno de revisar juntos nuestra caridad pastoral”. Sin mencionar los posibles escándalos producidos en la Iglesia, anima a los presbíteros a “hacer un esfuerzo y a que desde el primer momento acojas esta iniciativa como una invitación personal en la que, juntos, como presbiterio, podemos mejorar el reto evangelizador que tenemos como diócesis y particularmente cada uno de nosotros”.

 

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