“Extraña polémica con musulmanes sobre celebraciones en polideportivos: "dónde está la reciprocidad negada de los moritos con los cristianos que asesinan en nuestras iglesias dentro de su territorio".” (declaraciones de D. Jesús Sanz, Obispo de Oviedo en una red social)
Miguel Gambín Gallego,
Sacerdote Salesiano.
Misionero en Malí entre 1981 y 2004
Sr Arzobispo:
Le confieso que me da mucha pereza escribir esto, por no añadir polémicas a las que pululan en nuestro día a día, pero precisamente el carácter de sus declaraciones tan tristes me obligan a discrepar públicamente de usted. No es buena cosa la división dentro de la Iglesia, pero más triste aún es pasar por encima de algo tan fundamental como la acogida al extranjero. Y como sé que mucha gente dentro de la Iglesia no está de acuerdo, pero se calla, dando la impresión de una falsa unanimidad, quiero expresar públicamente mi total discrepancia con sus extrañas declaraciones sobre la inmigración, para dar voz a la inmensa corriente eclesial que acoge, integra, promueve a los inmigrantes a través de una constelación de fundaciones, ONG, asociaciones, presentes en todo el territorio nacional.
Una de las cosas que me mueve a contestarle, es mi experiencia de veintitrés años en un país de mayoría musulmana como es la República de Malí. Allí hay musulmanes, pero no “moritos”, como usted les llama despectivamente. Yo he vivido en perfecta paz y armonía en una sociedad acogedora, plural, y donde las distintas religiones no fueron un motivo de conflicto.
Es más. Algunas fiestas cristianas, como la Asunción y la Navidad eran fiestas oficiales del país. Y eso tanto en Malí, como en Burkina y Senegal, cuyo primer presidente, dicho de pasada, fue cristiano, Léopold S. Senghor.
La sociedad maliense era profundamente integradora. Todos celebrábamos las fiestas de la otra religión, como fiestas de todos. Ése era el mundo en el que viví.
Pedir cuentas a esta gente que llega a nuestro país a ganarse la vida, huyendo de conflictos que han sido cocinados por nuestros gobiernos, o por décadas de neocolonialismo y corrupción sostenida desde occidente, me parece fruto de una tremenda ignorancia.
Si hay que pedir cuentas del terrorismo internacional, amplíe la mirada. Pregunte quién armó a los talibanes en Afganistán en los años 70; quién desestabilizó Libia; quién promovió la guerra de Irak basada en una colección de mentiras; quién ha arruinado el Líbano, quién ha colocado actualmente en Siria a alguien que era considerado un terrorista de los más buscados. En definitiva, quién ha llenado de cadáveres parte del mundo pretendiendo proteger la civilización occidental. Y, finalmente, quién está permitiendo un genocidio transmitido en directo desde Gaza, con el apoyo cómplice de nuestros gobiernos. Mirando desde el otro lado, podíamos ponernos a pedir cuentas a nuestros responsables políticos; si hablamos de terrorismo, ¿cómo califican los musulmanes de esos países los millones de muertos totalizados por todas esas guerras globales?. Como ve, Monseñor, en todas partes cuecen habas.
Pero volvamos a nuestro tema: El artículo 16 de la constitución garantiza la libertad de culto, sin más limitaciones que las de orden público. Que un colectivo solicite la utilización de un espacio público, como se venía haciendo desde hacía un tiempo, no debe de extrañar a nadie, pues se trata de ciudadanos. Sí. Ciudadanos con derechos. Porque sus amigos de la ultraderecha no ven personas. Solo ven “moritos” y “negros”, a los que difícilmente les atribuyen los mismos derechos.
Jesús pone el acento en la universalidad. No se la voy a repetir, pues convencido estoy de que la ha leído muchas veces. Por eso me extraña tanto las conclusiones que saca.
El papa Francisco ha insistido mucho en sus encíclicas en la acogida al inmigrante. ¿Le sueña? Y él puso el acento en una Europa de la acogida, de la integración, de la promoción de personas de otras culturas y religiones.
Porque una de las verdades fundamentales del evangelio es que Jesús se identifica con los más débiles, y que el criterio establecido en el juicio final, no es la pertenencia a una religión, sino el haber tratado bien a los hermanos más débiles, sin haberles pedido los papeles, sino tal como hizo el buen samaritano, por el simple hecho de encontrarse tirados al lado del camino.
Su eminencia es franciscano, y tampoco será necesario recordarle el papel de su querido fundador, cuando se entrevistó en 1219 con el sultán de Egipto, en plena cruzada, sin más armas que la paz y el bien”. San Francisco de Asís propició el diálogo con el Islam, con iniciativas rompedoras y profundamente evangélicas, y sigue siendo un gigante inspirador en estos tiempos turbulentos.
Miguel Gambín
Gallego,
Salesiano.
Misionero en Malí entre 1981 y 2004
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