martes, 27 de septiembre de 2016

El 80% de los católicos apoyarían el sacerdocio de las mujeres


Una comisión creada por el Papa estudia el papel de la mujer en la Iglesia
De las 23.071 parroquias del Estado, al menos 5.000 no disponen de un sacerdote permanente
Nekane Lauzirika (DEIA)- Lunes, 26 de Septiembre de 2016



Gasteiz
- ¿Podrán las mujeres en un futuro próximo ser ordenadas diáconas o diaconisas? se pregunta la teóloga María José Arana. Ella es moderadamente optimista. Tiene motivos para ello por la respuesta que el Papa Francisco ofreció el pasado mes de agosto a las 900 religiosas de la Unión Internacional de las Superioras Generales que fueron recibidas por el pontífice en el Vaticano. ¿Por qué marginar del diaconado a la mujer, que ya ejerció esa función en la Iglesia de los primeros siglos? le cuestionaron. “Las mujeres diaconisas son una posibilidad para hoy”, respondió Bergoglio.

La promesa más inmediata es que el Papa ya ha nombrado una comisión paritaria que debe estudiar el papel de la mujer en la Iglesia romana. “Creo sinceramente que Francisco está más sensibilizado que los papas anteriores; cuando dice que va a hacer una cosa la realiza. Desde el inicio del pontificado ha ido evolucionando para bien”, apunta la teóloga.

De justicia
Partidaria de que la mujer y el varón tengan la misma igualdad en la Iglesia en tiempos en los que se está proclamando en todos los ámbitos de la vida, le entristece que la jerarquía de la Iglesia no sea consciente de lo que se está perdiendo al infravalorar un capital de altísimo rendimiento. “Tenemos que trabajar para que la igualdad civil que poco a poco se está logrando en la sociedad llegue también al seno de la Iglesia; no es una petición descabellada; es una demanda de justicia social”, recalca.

Gran cantidad de jóvenes han abandonado la Iglesia en silencio y no hace falta más que echar una ojeada en cualquier iglesia y parroquia los domingos o festivos para ver la edad de la feligresía. “Parece un geriátrico y los jóvenes que acuden son católicos recalcitrantes próximos a opciones extremistas. Y la cúpula eclesial sin enterarse o van pasando hasta que sea demasiado tarde”, dice con dolor Amaia, profesora de Filosofía desde hace más de 30 años en un instituto guipuzcoano y con vocación sacerdotal, pero sin posibilidad de ejercerla como sus compañeros varones. “Con las mujeres puede suceder lo mismo que con la juventud; muchas han dejado la Iglesia sin que las altas jerarquías les ofrezca una salida a sus aspiraciones sacerdotales o ministeriales”, dice ilusionada y también escéptica ante la comisión anunciada por el Papa Francisco. “Son muchos años esperando ocupar el puesto que nos merecemos en la Iglesia, porque nosotras también queremos, sabemos y podemos servir como Dios manda”, dice sonriente.

En la práctica, muchos domingos en una pequeña iglesia del interior de Gipuzkoa, Amaia ya ejerce como diaconisa. Porque el diácono es en general un hombre soltero o casado, habilitado por la jerarquía para presidir algunas celebraciones. Viene a ser una especie de sacerdocio de tercer grado. “Está capacitado para impartir los sacramentos del bautismo, el matrimonio, pero no le está permitido confesar ni tampoco impartir la extremaunción, y, por supuesto, no puede ejercer la principal función que tienen encomendados los eclesiásticos ordenados: la consagración en eucarística”, explica.

Para María José Arana, la feligresía está concienciada sobre la necesidad de abrir la Iglesia a las mujeres en igualdad de condiciones; “actualmente ya son las que están a pie de obra sosteniendo gran parte del servicio religioso. De distintas encuestas hechas hace ya años se desprendía que el 70%% de los católicos en Europa y en el Estado estarían dispuestos a recibir mujeres sacerdotes. “A día de hoy el porcentaje ha crecido, sería superior al 80%. A la mayoría de la gente le da igual el tema, el resto estaría a favor y luego un 10% que mete ruido en contra de la posibilidad de que las mujeres puedan ser diáconas o ser ordenadas sacerdotisas”, dice Arana, a la que le cuesta entender esa resistencia tan militante.

En la iglesia antigua
Porque la existencia de las diaconisas está más que probada; quedan huellas de algunas ordenaciones diaconales de mujeres, de sus símbolos y funciones, así como del paso que se fue dando hacia mujeres de otras instituciones como abadesas, las seroras, algunas de formas de beatas, etc. “Ahora bien, siendo el pasado de trascendental importancia, y hay que profundizar en ello, sin embargo, la Iglesia tendría que plantearse estos asuntos desde una perspectiva que, arrancando del pasado, interpreta el presente mirando hacia el futuro”, opina Arana. “Es decir, la comprensión dinámica y evolutiva del Evangelio, la Tradición y la Historia, cuya relectura y aplicación ha de hacerse en cada tiempo y contexto. Es básica en esta cuestión”.

Suelen decir que cuando se nombra una comisión es mala cosa, “que se hace para que todo siga igual, pero creo que en esta ocasión funcionará. Me parece bien que sea paritaria -compuesta por seis hombres y seis mujeres- aunque tengo que reconocer que me hubiera gustado que estuviese coordinada por una mujer; todo no ha podido ser. Los componentes provienen de entornos distintos; son profesores de universidades en activo y eso es muy importante. También son bastantes favorables a establecer el diaconado en la Iglesia; son gente sensible al tema”, apunta la teóloga.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Francisco: “¡Qué tristeza los pastores que se vuelven príncipes alejados de la gente!”



Durante la Audiencia general, el Papa recordó el alivio que ofrece Jesús a los que están «cansados y oprimidos», a los que no tienen medios propios ni amistades importantes: «¡Ojalá todos los líderes del mundo pudieran decir esto!»
Iacopo Scaramuzzi (En V.I.)

«Es feo para la Iglesia cuando los pastores se vuelven príncipes, alejados de la gente, alejados de los más pobres».  Durante la Audiencia general en la Plaza San Pedro, Papa Francisco recordó la invitación de Jesús a los que están «cansados y oprimidos», a todos los que «no pueden contar con medios propios, ni con amistades importantes», ofreciéndoles un poco de alivio.

El Papa analizó, durante la catequesis, las tres invitaciones imperativas de Jesús («Vengan a mí todos ustedes que están cansados y oprimidos, y yo les daré alivio»), «Vengan a mí», «tomen mi yugo» y «aprendan de mí». Y exclamó: «¡Ojalá todos los líderes del mundo pudieran decir esto!».

Antes que nada, «dirigiéndose a los que están cansados y oprimidos, Jesús se presenta como el Siervo del Señor descrito en el libro del profeta Isaías», y a todos ellos, desencantados de la vida, a menudo el Evangelio suma a los «pobres y a los pequeños. Se trata —explicó Papa Francisco— de todos los que no pueden contar con medios propios, ni con amistades importantes. Ellos solo pueden confiar en Dios. Conscientes de la propia condición miserable y humilde, saben depender de la misericordia del Señor, esperando de Él la única ayuda posible. En la invitación de Jesús encuentran finalmente respuesta a su espera: volviéndose discípulos suyos reciben la promesa de encontrar alivio para toda la vida», una promesa que también se extiende, al final del Evangelio, «a todas las gentes», como demuestran también los peregrinos que, durante el Jubileo de la misericordia, están atravesando las puertas santas de las catedrales, de las iglesias de todo el mundo, pero también «en los hospitales, en las cárceles», porque encuentran, dijo el Papa, «el alivio que solo Jesús sabe dar».

Al decir después «tomen mi yugo», explicó Francisco, «en polémica con los escribas y los fariseos, Jesús pone sobre sus discípulos su yugo, en el que la Ley encuentra su cumplimiento. Quiere enseñarles que descubrirán la voluntad de Dios mediante su persona, mediante Jesús, no mediante leyes y prescripciones frías que Jesús mismo condena».

Hay que reformar el cuestionario sobre los nombramientos de los obispos



El «C9» de los cardenales discutió sobre cómo modificar el formulario utilizado para estudiar las candidaturas al episcopado




Andrea Tornielli (En V.I.)

Uno de los puntos en el orden del día que discutieron los cardenales del «C9», el consejo de purpurados que colaboran con el Papa en la reforma de la Curia romana y en el gobierno de la Iglesia universal, fue el del proceso para nombrar a los obispos. El procedimiento, que permite un espacio de discrecionalidad (el juicio en conjunto depende, de hecho, de cuántas y cuáles personas serán interrogadas), por lo que parece no será reformado. Pero lo que cambiará será el formulario utilizado.

Existe, efectivamente, un cuestionario utilizado por las nunciaturas para informarse interrogando a eclesiásticos y laicos sobre la idoneidad del candidato. El «C9» propuso su reforma, según un enfoque «más pastoral», más «bíblicamente inspirado» y más «espiritualmente planteado». Será, según estas indicaciones, menos burocrático y jurídico.

Estos cambios no deben ser interpretados como una reforma del «identikit» del candidato al episcopado. Ya hay documentos del reciente magisterio que describen abundantemente las características necesarias para los que guían una diócesis. En cambio, se refieren sobre todo a la persona interrogada, eclesiástica o laica, que deberá ser más consciente cada vez de que está ofreciendo indicaciones reservadas a la Santa Sede y que deberá responder poniéndose en la perspectiva de quienes colaboran en la elección de un pastor.

El proceso para nombrar a los obispos ha tenido muchas reformas a lo largo de la historia de la Iglesia y ha estado sometido a influencias de las autoridades civiles. Han existido y siguen existiendo problemas relacionados con grupos, pues son siempre posibles, según las épocas; diferentes, énfasis para hacer surgir en los curricula los elementos en mayor sintonía con el Pontificado en curso.

sábado, 3 de septiembre de 2016

El perdón digital



«BEN HUR 2016»




Dirección: Timar Bekmambetov.
País: USA. Año:2016.
Duración: 116 min.
Reparto: Jack Huston, Morgan Freeman, Toby Kebbell, Nazanin Boniadi, Rodrigo Santoro, Sofia Black D’Elia, Ayelet Zurer.
Guion: Keith Clarke y John Ridley;
basado en la novela de Lew Wallace

 





La hermosa historia de amistad, odio y reconciliación en la época de Jesús entre el noble judío Judah Ben Hur y su íntimo amigo romano Mesala había sido llevada seis veces al cine. Ahora el director kazajo Timur Bekmambetov acomete un nuevo remake (la séptima versión) y nos vuelve a presentar la clásica novela de Lewis Wallance amparándose en la tecnología digital para llegar al gran público.

Judah Ben-Hur es un noble judío acusado de traición por su hermano adoptivo Messala, un oficial del ejército romano. Alejado de su familia, y condenado a galeras, Judah pasa cinco años alimentando el odio y la sed de venganza. Cuando regresa de incógnito a Jerusalén para cumplir sus oscuros deseos se encontrará con el mensaje de perdón de Jesús de Nazaret.  

Este nuevo “Ben Hur” tiene aspectos que bien merecen su visionado. En primer lugar, la tecnología digital en la reconstrucción histórica y el realismo en los ambientes son magníficos. El espectador se ve sumido desde el principio en el siglo primero. La historia, hermosa, humana y atemporal está bien contada; cierto es que el guion tiene algún fallo narrativo y el relato se estanca en algún momento, pero la película se ve bien y entretiene.

El reproche fundamental que hay que hacer a este nuevo “Ben Hur” es la superficialidad en los personajes principales. Esto en una película de inspiración religiosa es ciertamente una laguna importante. Todos los sentimientos de amor y odio amasado en años de sufrimiento por un lado y de amistad y reconciliación por otro que tendrían que dar sentido a la historia no están bien resueltos; los personajes son absolutamente planos, más al servicio de la tecnología digital que de una interpretación que consiga emocionar al espectador. El trasfondo espiritual no aparece apenas. Ni Judá (Jack Huston), ni Mesala (Toby Kebbell) ni mucho menos el beduino protector de Judáh (un hueco Morgan Freeman) dotan de sentimiento a sus personajes que no consiguen conectar con el espectador en ningún momento. 

Por el contrario la figura de Jesús (Rodrigo Santoro) es la mejor tratada en la película. En la versión de 1959, el personaje de Jesús tenía poquísimas apariciones y siempre de espaldas. En este film es sin duda el mejor personaje de la narración. Aparece en repetidas ocasiones, habla, tiene gestos contundentes y sus palabras saben a un Dios plenamente humano.

Será imposible no comparar esta película con la versión de William Wyller. En ella Charlton Heston y Stephen Boyd estaban ciertamente estupendos…En la versión del 59 la música de Miklós Rosza se convirtió en un clásico extraordinario que todos identificamos, en este remake la música es irrelevante. 
Es curioso, una película con una tecnología avanzada va a tener siempre en contra el film de hace 57 años…Una y otra vez al ver este “Ben Hur” el espectador (aun los más jóvenes) recordarán la versión de Wyller…y compararán, irremediablemente compararán; en la comparación la versión antigua ganará por goleada a esta versión bienintencionada pero tal vez innecesaria. 
Vayan a verla, eso sí, intenten no comparar y véanla como si ese argumento no lo hubieran conocido nunca. Entonces podrán disfrutar mucho de una historia de tolerancia religiosa, de amor, perdón y reconciliación bajo la sombra de la Cruz. Y contar una y otra vez esta aventura épica de amistad y redención sigue siendo necesario y plenamente actual.

JOSAN MONTULL