lunes, 22 de abril de 2019

Víctimas infantiles de abusos e hipocresía social

María Teresa Bazo
Catedrática de Sociología
(En DV 21/04/2019)


Sólo desde hace unas décadas se ha ido conociendo y tomando conciencia de la existencia de malos tratos y abusos sexuales cometidos por familiares, profesores, monitores, personal sanitario, religiosos, contra menores. Esto lleva a debatir y tratar de prevenir tales conductas. Siempre causa asombro social que un padre, un sacerdote, un profesor hayan abusado así de la confianza de niños y niñas inocentes. No todos los victimarios se manifiestan igual. Los hay violentos y amenazadores, y también manipuladores que fingiendo 'educarles' y compartir un secreto 'como amigos' llevan a los niños a sufrir en silencio. La ruptura de esa confianza tiene un efecto letal en la maduración de esos niños.
A finales de los años 90 comencé a interesarme dentro de mis líneas de investigación por el problema de los malos tratos a las personas mayores, que incluyen el abuso sexual también, y obtuve en universidades e instituciones fuera de España porque aquí no existían publicaciones, información sobre el estudio de la violencia familiar principalmente e institucional, así como sobre el decurso histórico de los descubrimientos sociales de los distintos tipos de violencia, y las diversas teorías al respecto. El interés por el tema de la violencia familiar surge en primer lugar por el maltrato infantil y en los años 70 comienza la investigación y publicación sobre dicho problema. Se entiende que viene a ser el origen del interés social que se ha ido generando posteriormente por las diversas manifestaciones de la violencia. Así van surgiendo preocupaciones académicas y sociales por formas concretas de abuso y maltrato, como el abuso sexual de los niños y niñas, definiéndose definitivamente como 'problema social' a finales de los años 80. Socialmente ha costado mucho entender que los niños podían sufrir abusos sexuales en el entorno familiar, pues la familia se considera el entorno protector donde mayores y pequeños pueden sentirse seguros. Personas que habían sido abusadas en su infancia comienzan a dar testimonio de ello y se produce una conmoción social ante hechos que considerados tabú habían quedado siempre ocultos. Eso lleva a reconocer socialmente la perpetración de esas conductas no sólo en la familia, donde suceden mayoritariamente, también en los colegios, en las iglesias, en los centros de protección social, en los clubs juveniles, en los centros sanitarios. En cuanto al género las niñas y las mujeres jóvenes son mayoría entre las víctimas.
A finales de los años 90 en Gran Bretaña se discutía si era pertinente crear un registro para que constaran aquellos que habían cometido delitos sexuales, lo que evitaría poder contratarlos en centros de enseñanza, deportivos, centros de acogida para menores, residencias y centros para personas ancianas. Se contemplaban los distintos aspectos jurídicos y éticos que la iniciativa entrañaba. En 2003 una ley lo permitió y se creó una base de datos de quienes cometen delitos violentos y sexuales.
El Papa Francisco ha pedido perdón al mundo entero por las prácticas nefandas de algunas personas consagradas, así como por el silencio de quienes lo conocían y ocultaban, especialmente si eran sus superiores. Al mismo tiempo ha convocado a los Obispos del mundo para adoptar las líneas de conducta apropiadas para evitar la perpetración de tales hechos y su ocultamiento. Han sido aplaudidas la acción y medidas de la Santa Sede. Llama la atención la insistencia de algunos medios de comunicación en España en señalar continua y repetidamente a la Iglesia Católica. Me llama todavía más la atención lo rápido que se olvida los actos execrables cometidos por miembros de otras instituciones.
No creo que los gobiernos de España u otros países hayan pedido perdón por los niños abusados en las instituciones públicas. Angela Merkel sí reconoció que en Alemania no solo se habían cometido abusos por miembros de la Iglesia Católica, sino también en otras iglesias, y en instituciones estatales. Tampoco se ha oído decir que lo hayan pedido grandes organizaciones internacionales, como Naciones Unidas por los hechos execrables cometidos por sus soldados enviados para proteger una población determinada, como se publicó a principios de 2018 sobre los perpetrados en Sudán del Sur por soldados nepalíes y de Ghana. Han investigado y rechazado esas conductas, han apartado a sus autores pero no han pedido perdón, que yo sepa. Tampoco tengo información de que hayan pedido perdón ONG reputadas, aunque hayan apartado a esos trabajadores humanitarios que habían abusado de mujeres y niñas convertidas en prostitutas en lugares devastados por las guerras o las catástrofes naturales, como se denunció en Haití.
The Times desveló en 2003 prácticas execrables de algunos miembros de organizaciones de la ONU, según un informe de 2001 por trabajadores de dicha institución denunciando esos hechos, en el que se señala a trabajadores de más de 40 ONG que habían abusado y explotado a niños incluso entre los refugiados. La ONU conocía dichos escándalos.
Parece lógico que se agradezca a la Iglesia Católica su labor educativa sanitaria y asistencial en los países desarrollados y en los más pobres. Y también, porque sirve de ejemplo a las organizaciones, su valentía basada en la Fe en ser la primera gran institución internacional en pedir perdón, y hacer frente a este problema.

martes, 16 de abril de 2019

Sobre las relaciones entre voto, criterios de voto y responsabilidad de los católicos


  José Francisco Serrano  (En RD 14/04/2019)

Hace unos días, el catedrático de Teología del País Vasco, Jesús Martínez Gordo, en “El Diario vasco” publicaba un artículo titulado “Voto católico y transversalidad”. Recordaba que según el Barómetro del CIS de febrero de 2019, “el 91, 5 % del voto otorgado al PP lo fue de personas que se autoidentificaban como católicas y, he aquí la sorpresa, también el 73,6 % del voto recibido por el PSOE y el 29,2 % por Unidos Podemos”. A estos datos de recuerdo habría que añadir los de Ciudadanos y los que en un futuro vaya a conseguir VOX.

Sobre las relaciones entre voto, criterios de voto y responsabilidad de los católicos, se ha escrito mucho en los últimos días. La aparición del libro “A la caza del voto católico”, editado por Freshbook, pretende ofrecer contextos, datos e ideas para el debate público, también dentro del mundo católico. Un debate cada vez más necesario como ejercicio de sinolidad del pueblo de Dios y como práctica de libertad. Un debate sin rechazo de interlocutores, sin censuras, sin consignas, sin vetos, tal y como está ocurriendo en determinados ámbitos. Prácticas más propias de las políticas de poder que de la comunión en la Iglesia.

Pongamos el siguiente ejemplo tomado de la introducción del citado libro “A la caza del voto católico”. Recientemente en el blog de Cristianismo y Justicia, de los jesuitas catalanes, Bernardo Pérez Andreo escribía un post sobre el voto católico y la utopía capitalista.

Comenzaba ensalzando un artículo de Juan Manuel de Prada, “Sirviendo al mismo amo”, en el que señalaba que “en la línea de la argumentación de Chesterton en “La utopía capitalista”, Prada pretende avisar a los católicos contra los cantos de sirena del capitalismo y el liberalismo (hoy neoliberalismo) a través de la estratagema de mostrar con una mano los temas que preocupan a un votante católico conservador (aborto, familia, tradición, etc.), mientras que en realidad aplican un programa ultraliberal que destruye esos mismos valores que dice defender. Las políticas del neoliberalismo, capitalistas, por tanto, son las causantes de la destrucción antropológica, no las de corte marxista”.

Lo que decía Juan Manuel de Prada es que “el triunfo del capitalismo, de hecho, se funda en esa ‘perpetua adaptación’ de los hombres al divorcio, al aborto, al desprestigio de las virtudes domésticas, a la lucha de sexos, a las políticas de género. El triunfo del capitalismo no sería, en fin, ni siquiera concebible sin el sometimiento de los pueblos a sus destrozos antropológicos”.

Pérez Andreo daba un paso más cuando señalaba que “el problema de los votantes católicos en los próximos comicios va a ser que su voto, sin quererlo, servirá para destruir los valores que tanto aman”. ¿Por qué? Su tesis es que “el votante católico conservador se tendrá que enfrentar a la paradójica situación de que los valores de la familia y la tradición están mejor resguardados con políticas de corte socialdemócrata o directamente socialistas, que con las políticas propugnadas por los partidos actuales de la derecha española”. ¿Es así ahora? ¿Ha sido así en la historia reciente de la política española? Preguntas que se plantean y se responden en el libro.

Y un último apunte, mucho se ha hablado y se hablará de la teoría de la “túnica sin costuras” o de una “vida éticamente consistente”. Los que la promueven tienen intenciones nobles: quieren que la sabiduría moral de la Iglesia y la pasión por la justicia aporten la preocupación por temas más urgentes. Sin embargo, esta línea de pensamiento plantea dudas respecto a cómo establecer las prioridades para la toma de decisiones y que no se convierta en un ejercicio arbitrario, a veces partidista, en el ejercicio del cálculo político.

El deseo de promover el desarrollo integral de la persona humana lleva a una agenda de temas como el aborto, la eutanasia, la pena capital, la pobreza global y los temas relacionados de los migrantes y refugiados, y el cambio climático. Cada una de estas realidades de nuestro mundo representa una afrenta a la dignidad humana y una amenaza para el orden social.

El problema, al final, quizá sea no cómo se distribuye el voto católico, sino si los católicos se acuerdan de que lo son a la hora de votar, y de afrontar las injusticias en nuestro mundo cuando votan y en el día a día.


sábado, 13 de abril de 2019

El posconcilio en la iglesia de Bizkaia, a debate



Reflexiones… sobre la pederastia en el clero

Javier Elzo Imaz


Unas pocas reflexiones tras la lectura del documento de Redes Cristianas sobre la pederastia en el clero.

Estando de acuerdo con los objetivos del texto y con la gran mayoría de las medidas propugnadas me permito disentir de algunos aspectos, que exigen, a mi juicio obviamente, mayor profundización. Lo que leo es brocha gorda y la gravedad de la lacra de la pederastia en el clero, precisamente por su extensión y gravedad, exigen brocha fina, análisis más radical (ir a las raíces del tema, que son muchas) y más mesura en las formas.

—El principio de “tolerancia cero” que viene de EE. UU es muy criticado por penalistas, criminólogos, sociólogos, pedagogos etc. Supone no discriminar la gravedad de los delitos ni las consecuencias de las penas emitidas. Por ejemplo, en la actualidad, merced a ese principio, se están separando los niños de sus padres en la frontera entre Méjico y los EE.UU.

—Cuidado con el principio de “no prescripción de los delitos”, incluso el de pederastia. Escuchar a magistrados sobre este tema es muy instructivo.

La mezcla de los dos principios anteriores supondría que un tocamiento a un menor, condena de por vida, en el contexto que nos ocupa, al sacerdote. ¿Es que hemos eliminado de nuestra vida el principio de reinserción del delincuente? ¿Es que la justicia debe ser vengativa, y de por vida, y no restaurativa?

Las “victimas” como categoría sociológica uniforme no existe. Hay víctimas y víctimas, aunque todas sean víctimas. Depende de muchos factores: el grado de agresión recibido, las secuelas que le ha dejado, la lectura que la propia víctima del daño padecido etc., etc. En el País Vasco sabemos algo de esto. 

Por supuesto que hay que “aceptar la crítica que llega desde las propias víctimas”. Pero estoy en desacuerdo con la continuación de la frase cuando se afirma que “es a su autoridad a la que han de someterse el papa, los obispos y todo el clero”. A la autoridad, ¿de qué víctimas?. Es fácil y tramposo seleccionar a solamente determinadas víctimas y no a otras. Me suena a aquello de un ministro de Interior cuando afirmó que “las victimas siempre tienen razón”. Por favor léase a Ricoeur y Todorov, ellos también víctimas (del nazismo el primero, del comunismo el segundo) cuando escriben sobre el tema.

Por favor, no mezclar en un totum revolutum, el colectivo LGTBI, la ideología de género, el aborto, el divorcio, el matrimonio de los sacerdotes, el sacerdocio de las mujeres, las parejas de hecho, el matrimonio igualitario, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, etc., etc.

Es injusto traer a colación la muy criticable expresión de Francisco “todo feminismo termina siendo un machismo con faldas” y añadir que se trata de “unas palabras sólo concordantes con la línea ideológica de los partidos de la extrema derecha, como VOX en España”, cuando el propio Papa ya ha reconocido su error y ha explicado el contexto en el que pronunció esas palabras. Que un papa aparezca con un hombre falible (yo tampoco estoy de acuerdo con todos sus planteamientos), y que reconozca públicamente que se ha equivocado, es para quitarse el sombrero. Este papa es una bendición. También por sus limitaciones.

No quiero alargarme. He escrito mucho, he dado conferencias, y algunas cosas he publicado sobre este tema. Todo está en mi blog si a alguien le interesa. Me une a los firmantes del documento de Redes Cristianos el mismo dolor por la lacra de la pedofilia, comparto, lo repito, lo esencial de su análisis, pero no el tono del mismo, ni algunas de las ideas del texto. Dicho sea con el mayor de los respetos.



Donostia San Sebastián 11 de abril de 2019

Javier Elzo
 

lunes, 8 de abril de 2019

Voto católico y transversalidad



Jesús Martínez Gordo

“Denunciamos las propuestas dirigidas a instrumentalizar la fe cristiana, utilizar la Iglesia en favor de una ideología conservadora o hacer un partido católico”.  Así se ha manifestado no hace mucho un grupo de curas y laicos de Valencia. Sospecho que lo han hecho motivados por la reciente deriva ideológica del Partido Popular hacia posicionamientos que, sin dejar de ser liberales y centralistas, intentan atraer a sus filas a quienes sintonizan con algunos puntos de la fe católica que
también dicen asumir. Y supongo que también tiene que ver en ello la sorprendente irrupción de Vox en el escenario político, así como la referencia a la sacrosanta unidad de España (para nada policéntrica) a la que recurre, de manera beligerante, Ciudadanos. Creo que tales movimientos de fondo en la derecha política son los que explican que estos curas y laicos valencianos inviten a votar a aquellos partidos en cuyos programas estén particularmente presentes otros puntos que, olvidados o ninguneados, forman parte de la doctrina social de la Iglesia católica: el primero de ellos es la reducción de los abismos de la desigualdad, poniendo “en el centro de la gestión pública a las personas que se encuentran en peores condiciones y oportunidades” y avalando “vías seguras a la inmigración”. “La garantía de los bienes universales de educación, sanidad, trabajo y vivienda” es el segundo. El tercero, el reconocimiento de “las identidades nacionales de los pueblos, escuchando y gestionando democráticamente sus derechos” y promoviendo el uso de “las lenguas cooficiales en todos los ámbitos”. Y, los restantes: la dignificación de la política, junto con la promoción de una laicidad inclusiva, así como la defensa y cuidado de la tierra.

A diferencia de este colectivo creyente, y de otros parecidos, las demandas de los católicos se sostienen, como manifiesta el profesor José Francisco Serrano Oceja, ciertamente en “la preocupación por los pobres, marginados, inmigrantes o excluidos”, pero también “en principios irrenunciables tales como la defensa de la vida, la dignidad de la persona o la libertad para escoger la opción educativa”. Ha habido tiempos, prosigue, en los que estas demandas fueron acogidas —cierto que, no sin dificultades— por el PSOE. Semejante entendimiento contribuyó a que fueran tres sus legislaturas al frente del gobierno de la nación; dos de ellas con mayoría absoluta. R. Zapatero se encargó de quebrar dicho entendimiento implantando “una revolución antropológica”. A ella se ha sumado P. Sánchez al manifestar su disposición a llevarla “hasta las últimas consecuencias”. Asumiendo este objetivo, concluye, “está complicando” el voto al PSOE de más de ocho millones de católicos. O, al menos, el de gran parte de los mismos.