sábado, 26 de noviembre de 2016

Misericordia y Unidad



MISERICORDIA Y UNIDAD. Entrevista al Papa Francisco
por Stefania Falasca

El tema que elegí, se debió al deseo de descubrir el sentido de la constante búsqueda de la unidad de los cristianos que caracteriza y marca su ministerio desde el comienzo del pontificado. Entrar dentro de la historia de estos encuentros ecuménicos y de todos los gestos ecuménicos que ha realizado. Había tenido también la oportunidad de conocer y entrevistar al patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I y me impresionó mucho la relación fraterna y de profunda sintonía que los une.

«¿El jubileo? No fue algo planificado. Las cosas se fueron dando. Simplemente me dejé llevar por el Espíritu. La Iglesia es el Evangelio, no es un camino de ideas. Este Año sobre la Misericordia es un proceso que ha madurado en el tiempo, desde el Concilio… También en el campo ecuménico el camino viene de lejos, con los pasos de mis predecesores.

Así es el camino de la Iglesia. No soy yo. No le he dado ninguna aceleración. A medida que caminamos, el camino parece ir más rápido, es el motus in fine velocior».

Santa Marta, es mediodía. La conversación con el Papa Francisco entra de lleno en las dinámicas de un período eclesial intenso y no podía dejar de hacer referencia a los encuentros y los avances ecuménicos que se fueron produciendo, y que también marcaron los viajes apostólicos del Año de la Misericordia con la búsqueda prioritaria de la unidad de los cristianos en este tiempo desgarrado por los conflictos.

Después del viaje ecuménico a Suecia, le dije por teléfono que en el vuelo de regreso a Roma, cuando dialogaba con los periodistas sobre este importante encuentro reconciliado con los luteranos, había quedado sin respuesta una frase suya, y que desde hace tiempo quería hacerle algunas preguntas sobre el ecumenismo. Me tomó por sorpresa diciéndome que podía responder en aquel mismo momento. «¿Pero, ahora?…», le contesté, y amablemente me concedió un poco más de tiempo.

Llego temprano para la entrevista y entro con mi hijo, mientras afuera sigue lloviendo. Pero ya está esperándonos en la puerta. Como ha ocurrido en otras oportunidades lo encuentro en el umbral, como un padre, igual que la primera vez que fui a verlo hace varios años. La paciencia para esperar parece formar parte de su naturaleza, su razón de ser, su oficio. Toma los anteojos y revisa sin apuro la lista de preguntas. Hace algunas notas en el margen. Mientras se levanta para acomodar unas flores mojadas por la lluvia, pienso que está por terminar el Año Santo. Pienso en la Puerta de la Misericordia que se está por cerrar, y recuerdo una observación que hizo hace cincuenta años el patriarca ortodoxo Atenágoras, en el diálogo con Olivier Clément, y siempre me sorprende: «Debemos examinar más profundamente el destino de Pedro en el Evangelio. Pedro —afirma san Gregorio Palamás— es el prototipo del hombre nuevo, del pecador perdonado. Él solo puede estar aquí para recordarle a la Iglesia que ella vive del perdón de Dios y no tiene otra fuerza que la Cruz. Si en la Iglesia hay un obispo que es “el análogo de Pedro”, entonces estamos muy lejos del poder y de la gloria mundana. Y si Pedro olvidara que su testimonio fundamental es el del pecador perdonado, entonces, a imagen de Pablo de Antioquía, profetas vendrán a oponerse a él “cara a cara” (Gal 2,11)».

Miro al Papa en silencio y después le pregunto:

Francisco y el Clericalismo



    En la conversación con los jesuitas, publicada por «La Civiltà Cattolica» el Papa explicó que en los seminarios ha vuelto a instaurarse una rigidez y que hay que involucrar a los laicos en el discernimiento vocacional. «Creo que a veces, incluso el peor de los malintencionados, puede hacer una crítica que me ayuda»


CIUDAD DEL VATICANO.- (Texcoco Press).- «El clericalismo es rico. Y si no es rico en dinero, lo es en soberbia». El pasado 24 de octubre, Papa Francisco visitó a los jesuitas que acababan de elegir a su nuevo superior, el venezolano Arturo Sosa, en su 36 Congregación General. Francisco estuvo en la Curia generalicia, a pocos pasos del Vaticano, durante una hora y media, respondiendo a las preguntas de los religiosos de la orden a la que él mismo pertenece. En la conversación, ahora publicada por «La Civiltà Cattolica», Francisco afronta los temas más variados, desde las guerras en África y en el Medio Oriente, «que derivan de toda una historia de colonización y de explotación», hasta la teología tomista «del gran santo Tomás» que está detrás de la «Amoris laetitia», «no la teología de la escolástica decadente», pasando por las críticas que recibe («Creo que a veces incluso el peor de los malintencionados puede hacer una crítica que me ayuda»), por la falta, en la actualidad, de «grandes políticos que eran capaces de ponerse en juego seriamente por sus ideales y no temían ni el diálogo ni la lucha», por el peligro de los líderes que quieren reformar la constitución para quedarse más tiempo del indicado constitucionalmente para el mandato y por el «centralismo romano» que en el pasado frenó a los pioneros de la evangelización. Francisco insistió en varias ocasiones y desde diferentes puntos de vista en el tema del «problema serio» del clericalismo, subrayando, en vista del sínodo de 2018, que «promover vocaciones locales es una “ligadura de las trompas” eclesiales. Es no dejar que esa madre tenga hijos suyos». La conversación entre Francisco y los jesuitas será publicada en el próximo número de la revista que dirige el padre Antonio Spadaro.

«A mí me sucedió en Buenos Aires, cuando era obispo, que curas muy buenos, más de una vez, conversando me dijeran: “¡En la parroquia tengo un laico que vale oro!” Y me lo pintaban como un laico de “primera categoría”. Y luego me decían: “¿Qué le parece si lo hacemos diácono?” Este es el problema: al laico que vale lo queremos hacer inmediatamente diácono, lo queremos clericalizar», afirmó el Papa respondiendo a una pregunta sobre la disminución de las vocaciones sobre todo en los lugares en los que hay reservas en la promoción de vocaciones locales.

«El clericalismo no deja crecer, no deja que crezca la fuerza del bautismo», «induce dependencias que, a veces, mantienen enteros pueblos en un fuerte estado de inmadurez». Cuando surgieron las comunidades eclesiales de base, recordó Jorge Mario Bergoglio, hubo verdaderos enfrentamientos «porque los laicos comenzaron a tener un papel un poco más fuerte de protagonistas, y los primeros que comenzaron a sentirse inseguros eran algunos sacerdotes. Estoy generalizando demasiado, pero lo hago a propósito: si caricaturizo el problema, es porque el problema del clericalismo es muy serio. Con respecto a las vocaciones locales —prosiguió Francisco—, digo que se ocupará el próximo Sínodo sobre la reducción de las vocaciones. Creo que las vocaciones existen, simplemente hay que saber cómo son propuestas y qué cuidado reciben. Si el cura siempre tiene prisa, si está sumergido en mil cuestiones administrativas, si no nos convencemos de que la dirección espiritual es un carisma no clerical sino laical (que puede desempeñar también el sacerdote), y si no ponemos y convocamos a los laicos en el discernimiento vocacional, es evidente que no tendremos vocaciones». En este marco, «no promover vocaciones locales es un suicidio, significa nada más y nada menos que esterilizar a la Iglesia, porque la Iglesia es madre. No promover vocaciones locales es una “ligadura de las trompas” eclesiales. Es no dejar que la madre tenga hijos suyos. Y esto es grave».

En otros momentos de la conversación el Papa volvió a referirse al tema del clericalismo. «El clericalismo, que es uno de los males más serios en la Iglesia, se aleja de la pobreza», explicó el Pontífice. «El clericalismo es rico. Y si no es rico en dinero, lo es en soberbia. Pero es rico: hay un apego a la posesión. No se deja generar por la madre pobreza, no se deja custodiar por el muro de la pobreza. El clericalismo es una de las formas de riqueza más graves de las que, hasta el día de hoy, se sufre en la Iglesia. Por lo menos, en algunos lugares de la Iglesia. Incluso en las experiencias más cotidianas».

Francisco explicó, en relación con la «audacia profética» que debe tener la Iglesia, que «la valentía no radica solo en hacer ruido, sino también en saber hacerlo, y saber cuándo y cómo hacerlo. Y se debe, antes que otra cosa, discernir si debe hacer ruido o no». A veces, «la audacia profética está llamada a atacar la corrupción, muy extendida en algunos países. Una corrupción por la que, por ejemplo, cuando se acaban periodos constitucionales de mandato, inmediatamente se trata de reformar la Constitución para quedarse». Hoy «nuestra audacia profética, nuestra conciencia, debe orientarse hacia el lado de la inculturación». La unidad «se hace conservando la identidad de los pueblos, de las personas, de las culturas». En el pasado, frente a misioneros como Matteo Ricci y Roberto de Nobili, verdaderos «pioneros» de la evangelización en China y en la India, «una concepción hegemónica del centralismo romano frenó esa experiencia, la interrumpió».

En ámbito moral, «estoy constatando justamente la carencia del discernimiento en la formación de los sacerdotes», afirmó el Papa. «Corremos el peligro de acostumbrarnos al “blanco o negro” y a lo que es legal. Somos bastante cerrados, en general, al discernimiento. Una cosa está clara: hoy en cierta cantidad de seminarios ha vuelto a instaurarse una rigidez que no está cerca de un discernimiento de las situaciones. Y es algo peligroso, porque puede conducirnos a una concepción de la moral que tiene un sentido casuístico».

Papa Francisco recordó que cuando era joven tuvo que estudiar una «escolástica decadente», mientras que «en la medida en la que se baja a los particulares, la cuestión se diversifica y asume matices sin que el principio tenga que cambiar. Este método escolástico tiene su validez. Es el método moral que ha usado el Catecismo de la Iglesia. Y es el método que se utilizó en la última exhortación apostólica “Amoris laetitia”, después del discernimiento que hizo toda la Iglesia mediante los dos Sínodos. La moral utilizada en “Amoris laetitia” es tomista, pero la del gran santo Tomás», y no la teología decadente. «Hay que hacer teología de rodillas»: «no se puede hacer teología sin oración».

«Creo que a veces incluso el peor de los malintencionados puede hacer una crítica que me ayuda», puntualizó el Papa. «Hay que escucharlas todas y discernirlas. Y no hay que cerrar la puerta a ninguna crítica, porque corremos el peligro de acostumbrarnos a cerrar puertas».

En la actualidad, «faltan esos grandes políticos que eran capaces de ponerse en juego seriamente por sus ideales y que no temían ni el diálogo ni la lucha, sino que seguían adelante, con inteligencia y con el carisma propio de la política», afirmó el Papa. «La política es una de las más altas formas de caridad. La gran política. Y sobre esto, creo que las polarizaciones no ayudan: por el contrario, lo que ayuda en política es el diálogo». En cuanto al Medio Oriente y África, «allá hay una situación de guerra continua. Guerras que derivan de toda una historia de colonización y de explotación».

El Papa revela: «Estoy hablando en familia y, entonces, puedo decirlo: yo soy bastante pesimista, siempre. No digo depresivo, porque no es cierto. Pero es cierto que tiendo a ver la parte que no ha funcionado. Y entonces, para mí, ¡el mejor anti-depresivo encontrado es la consolación!» Al final de la conversación, el Papa agradeció «por las preguntas y por la vivacidad, y —añadió— perdónenme si dejé suelta la lengua…». El superior de los jesuitas, el padre Sosa, le agradeció de corazón «por su fraterna presencia entre nosotros y porque, gracias a Dios, ¡dejó suelta la lengua! Gracias por su aportación a nuestro discernimiento».


martes, 22 de noviembre de 2016

Hamaika euskal literato eta Jainkoa: Sebastián Gartzia Trujillo



Hamaika euskal idazle, bi aroren mugan, biziari, denari, badenari eta ez denari, «Jainkoari» eta Jainkoari buruz galdezka. Zaude ziur, bide erraz eta atseginagoetatik eramango zaitu Sebas Gartzia Trujillok, pausorik pauso, bihurgunerik bihurgune, hamaika idazle eta askoz gehiagoren albiste jakingarriak hemen, bizitzako pasadizo bitxiak hor, bizi-poz eta zauriak hunkigarri noiznahi, aipamen ongi hautatuak argigarri nonahi.

Asko ikasiko duzu idazleez, euren eta gure garaiaz, orduko eta gaurko teologiaz, denaz, testu nahiz ohar erruz hornituetan. Eta zer pentsa franko emango dizu «huntaz eta hartaz», biziaz eta heriotzaz, literaturaz eta teologiaz, erlijioaren iraganaz eta presenteaz, sinesmenaz eta sinesgabeziaz, gizarteaz eta elizaz, «Jainkoaz» eta Jainkoaz. Sentsibilitate sozial, espiritual eta teologiko fin freskagarria agertzen du egileak. Gizatasuna. Jakinduria.

Jainkoa ez da galdera guztien erantzuna, erantzun guztien galdera baizik eta galdera guztien ikur. Ez da hutsarte guztien betegarri, forma guztien hustasun baizik, eta hots guztien baitako isiltasun garden. «Hutsaren mami» (J.M. Lekuona). Hats, Hitz, Hots, Huts. On kreatzaile huts.

Joxe Arregi
Teologian doktorea
Deustuko Unibertsitateko irakaslea

Euskal Literatura Saila; 15
Materia: Literatura vasca; Religión
Páginas: 896
Fecha de edición: 2016
ISBN/ISSN: 978-84-9082-451-1
Idioma: Euskara
Tipo de edición: Rústica

Precio c/IVA:
35,00 €

 

martes, 15 de noviembre de 2016

Obispos con “olor a oveja”



Luigi Accattoli
Il Regno, blog, 23 mayo 2016
www.luigiaccattoli.it



       Si el “mal es contagioso, también lo es el bien”: es un lema del papa Bergoglio, (Ángelus del 15 de febrero, 2015), con el que titulo mi segunda aportación sobre “el contagio” de Francisco. Publiqué, el pasado mes de noviembre, las preguntas y las respuestas que hice a los vecinos y a los comerciantes del barrio Monti (Roma) en el que vivo. Y las que me hice a mí mismo y a quienes visitan mi blog. Desde entonces, creo haber alcanzado una preocupante conclusión: hay mucho entusiasmo verbal, pero pocos hechos.
       En esta segunda aportación evalúo el “contagio” de Francisco en los obispos y en los sacerdotes. Parto de los obispos: en este colectivo el entusiasmo por sus palabras es menor, muy bajo. Espero que, por una especie de ley de la compensación, lo sean mucho más los hechos. Tengo que averiguarlo. Para ello, centraré mi atención, primeramente, en los hechos y luego, en un momento posterior, volveré sobre la hipótesis que preside estas líneas.

       Vivo una semana en cada parroquia

       En los viajes que realizo impartiendo conferencias, he podido escuchar agradecimientos y elogios de muchos cristianos de a pie por el papa Francisco. Y también, las reservas de algunos curas. Sin embargo, creo que los obispos que “cuestionan” este pontificado son proporcionalmente muchos más que los sacerdotes. Como es evidente, no faltan quienes están entusiasmados y proceden en conformidad con dicho entusiasmo. En todo caso, me interesan más los obispos que prestan atención a los hechos y no tanto a las palabras y a los discursos. El papa argentino ¿ejerce realmente alguna influencia sobre nuestros obispos? En caso afirmativo, ¿cuál es el sentido de la misma?

miércoles, 9 de noviembre de 2016

COMA ÉTICO



JOSAN MONTULL

Se llamaba Laura, tenía doce años y estaba en primero de la ESO. Se reunió la noche de Haloween con sus amigos para hacer botellón. Era en San Martin de la Vega, a 40 Km de Madrid. El lugar era perfecto para la fiesta… un descampado, un cerro de muy difícil acceso y sin ninguna iluminación. La movida era barata, los chavales pusieron 8 € por cabeza para la fiesta.

Como no podían comprar alcohol, le dieron el dinero a un chaval mayor de edad que se embolsó 5€ por ir al Súper a comprar botellas.

En un momento de la fiesta la cría se enfadó con sus amigos y se metió entre pecho y espalda una botella de ron para superar el cabreo. Fue tanto lo que bebió que se desmayó. Al principio sus amigos se burlaban de ella, “Mira, tío, qué floja, va a echar las papas”. Cuando la cosa se puso fea, y puesto que ella no reaccionaba, temerosos de lo que pudiera ocurrir, la metieron en un carro de un Supermercado y la llevaron al Centro de Salud. Tardaron una media hora. En ese momento pidieron ayuda. Laura llegó con parada cardiorrespiratoria y fue trasladada en UVI móvil al Hospital 12 de Octubre... donde murió pocas horas después.

Sus padres, a los que la policía había alertado en dos ocasiones por el exceso de alcohol que había ingerido la cría meses antes, lloraron su pérdida. Su pueblo decretó un día de luto oficial y su Instituto hizo un minuto de silencio.
5 euros, eso costó la vida de Laura.

Otras noticias de menores iban llegando y alarmado a los mayores: peleas organizadas, grabadas y difundidas en Lugo protagonizadas por chavales de 14 años, más comas etílicos en otras partes del país…

Mientras tanto un colectivo de padres y madres iniciaban una huelga pidiendo que los profesores no pusieran deberes a sus hijos durante el fin de semana, los partidos políticos seguían sin ponerse de acuerdo con la enésima Ley de Educación; la Administración seguía haciendo malabarismos con la Enseñanza: habían quitado una hora de Religión, luego habían retirado la asignatura de Ética, antes otros la habían quitado de Ciudadanía y unos y otros quitaban y ponían diciendo que la Escuela no puede educar en valores, que debe ser la familia.

Ese día el país entero hablaba de la cobra que dos famosos habían protagonizado en televisión y de los amores y desamores de los ricos que se paseaban impúdicamente en las pantallas como si nos fuera la vida en ello esos romances adolescenciales.

En el Parlamento algunos políticos cobraban por insultar y hacer de la mala educación una gracia.

Y mientras esto ocurre nadie dice nada… nadie se atreve a decir que entre unos y otros hemos desprovisto de cualquier armazón ético a nuestros chavales. Los padres no hacen de padres y hacen de amigos, los profesores se ven obligados a hacer de padres, los policías tienen que hacer de profesores… y así se va fabricando una generación desprovista de referentes éticos porque nadie se pone de acuerdo en nada y porque la exigencia se ha convertido en sinónimo de algo pretérito.

Una amiga profesora me decía: pide una tutoría y las familias presentarán dificultades para poder acudir y concordar la cita; quítales el móvil a sus hijos y al cabo de una hora los tendrás allí para pedirlo.

En eso les podemos convertir, en pequeños déspotas caprichosos a los que hay que domeñar dándoles cosas y no exigiéndoles nada.

Mientras tanto, los mayores iremos poniendo pegas a la defensa de valores humanos por el pudor cobarde de respetar la libertad de los chavales; les daremos cosas, pero no les daremos tiempo; les daremos caprichos pero no les regalaremos exigencia; les reiremos las gracias pero no les pararemos los pies; les entretendremos pero no nos atreveremos a quererlos.

Es verdad, Laura murió de un coma etílico, víctima, como tantos adolescentes, de un coma ético que —por nuestra cobardía— está dejando a nuestros chavales tirados en la vida, tirados por 5 euros, tirados en carros de Supermercados.

lunes, 7 de noviembre de 2016

El factor humano



SULLY

Dirección: Clint Eastwood.  País: USA. Año: 2016. Duración: 96 min. 

Género: Drama. 

Reparto: Tom Hanks (Chesley ‘Sully’ Sullenberger), Aaron Eckhart, Laura Linney. 

Guión: Todd Komarnicki; 

basado en el libro “Highest Duty”, 

de Chesley ‘Sully’ Sullenberger y Jeffrey Zaslow.



     El 15 de enero de 2009 el Airbus A320 que pilotaba el Capitán Chesley Sullenberger (alias 'Sully'), tuvo que “aterrizar” forzosamente tras el fallo de sus dos motores sobre las gélidas aguas del río Hudson, salvando la vida de las 155 personas que iban a bordo. En Estados Unidos, que había vivido ocho años antes la tragedia de los aviones suicidas del 11 de Septiembre, pronto se empezó a hablar del “milagro del Hudson” y del capitán del avión como autor de esa hazaña.

     El último film de Clint Eastwood recrea este “milagro” centrándose de un modo excepcional en su gran protagonista, Sully. La gente habla de él como de un salvador y un héroe pero la Junta Nacional de Seguridad y Transporte inicia una investigación exhaustiva y asfixiante en la que pretenden demostrar que cualquier otra solución hubiera sido mejor. Intereses políticos y económicos aparecen de pronto amenazando la integridad moral del héroe.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Cenizas y refugiados



Jesús Martínez Gordo

No me parece mal que la Congregación para la doctrina de la fe intente actualizar las orientaciones sobre la inhumación e incineración de los seres queridos y que llame a tratar adecuadamente sus cenizas, en el caso de que hayan tomado esa decisión.  Y acepto su invitación a cuidar la memoria de nuestros difuntos.

Disiento de la concepción dualista (cuerpo y alma) que vehicula porque entiendo que quien muere y resucita es la “persona”, que es bastante más que un cuerpo “y” un alma. Y echo de menos que, más allá de las consabidas condenas del nihilismo y del panteísmo, no haya hecho el esfuerzo por asomarse a dichos planteamientos reconociendo elementos de verdad y santidad (los llamados “semina Verbi” o “logoi spermatikoi”) que también aletean en ellos. Una perspectiva que —incuestionablemente evangélica y recuperada en el concilio Vaticano II—, han vuelto a activar (no sin rémoras bien conocidas) los obispos en los dos últimos sínodos (2014 y 2015); que el papa Francisco despliega en todo su magisterio pontificio y que pasa por una urgente “conversión pastoral”: de las llamadas verdades innegociables al axioma de la misericordia como el corazón y el contenido primero y último de la fe cristiana.


Si se hubiera procedido así, probablemente, en vez de condenar genéricamente el nihilismo, se habría hecho un esfuerzo por dialogar con quienes sostienen que —en vida— se mantiene una relación permanente con la nada, el silencio, la oscuridad y el vacío. Y, otro tanto, con el panteísmo cuando, porque queda deslumbrado por la bondad, la verdad o la belleza que se alojan en el mundo, tiene dificultades para percibirlas como destellos, transparencias o anticipaciones de la Verdad, de la Bondad y de la Belleza finales. Y, probablemente, se habría facilitado reconocer con menos crispación los excesos (y hasta el mal gusto) que se asoman en algunas decisiones referentes a las cenizas de nuestros seres queridos y al trato que se merecen.

La Congregación para la doctrina de la fe (y, con ella una parte de la curia vaticana) no acaba de sacudirse el tono condenatorio y su proclividad a la casuística. Tiene pendiente sumarse a un estilo más propositivo y empático, sin dejar de ser, por ello, crítico. Y, a la par, decantarse por ofrecer más criterios que aplicar sensatamente en cada circunstancia que por bajar a una casuística fallidamente universalizable.

Hay otro asunto (mejor dicho, otro drama) que me llama mucho más la atención:  que dicha Congregación no se haya pronunciado aún acerca del enfrentamiento existente en la Iglesia europea sobre cómo afrontar las políticas que buscan evitar las muertes de los migrantes y de los refugiados que llaman a nuestras puertas.

Me explico: estos últimos días hemos asistido indignados al desalojo de la llamada “jungla” del paso de Calais; han sido noticia de primera plana algunos comportamientos xenófobos en Gran Bretaña y las protestas de los refugiados en los CIE españoles. Han tenido menos alcance mediático la llegada a Roma de 70 refugiados sirios desde Libia, propiciada por la creación de un “corredor humanitario” entre el gobierno italiano y la comunidad San Egidio (con 400 personas acogidas hasta el momento) y el informe de la ONU: a finales del mes de octubre del presente año ascendían a 3.800 los muertos o desaparecidos en el Mediterráneo.

jueves, 3 de noviembre de 2016

En Rouen, se abre una puerta a los/as divorciados/as vueltos a casar



La Croix (02/11/2016)

El martes, 1 de noviembre, víspera de Todos los Santos, tuvo lugar en la catedral de Rouen, una celebración inédita; especialmente orientada a los fieles que viven la dura prueba de la separación y el divorcio.

Siete sacerdotes misioneros de la Misericordia ayudaron a divorciados vueltos a casar a "examinar discretamente" su conciencia y discernir los "pasos a dar" con su comunidad parroquial.


Se encuentran en el pórtico a la entrada de la catedral de Rouen. Como si estas 600 personas "separadas, divorciadas, divorciadas vueltas a casar", invitadas en vísperas de Todos los Santos por su arzobispo Dominique Lebrun, no se atrevieran a avanzar hacia la nave. Sólo después de haber cruzado la puerta de la Misericordia, instalada el año pasado en un pasillo, se acercarán al altar.

Aunque la recepción en el atrio fue inicialmente concebida para comenzar con una oración en el baptisterio —imposible por la gran cantidad de fieles presentes—, la escenografía tiene un alto valor simbólico para los que, viviendo la prueba de la separación o divorcio, a menudo se sienten relegados al umbral de Iglesia. En esta fiesta de Todos los Santos, se les pide acercarse más al altar.


miércoles, 2 de noviembre de 2016

Enterramiento e incineración



Sebas García Trujillo  (DEIA 2/11/2016)


DE nuevo nos convierten en el hazmerreír de nuestros conciudadanos, lo que comporta una cierta dosis de minusvaloración social del contenido de nuestra fe cristiana. Y ahora vete con estas credenciales a “predicar el evangelio a toda criatura” (Marcos 16, 15). Me estoy refiriendo a las reacciones suscitadas por el reciente documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la Sepultura de los Difuntos. Sugerente en algunos de sus párrafos, pero desequilibrado y rancio en otros. Porque no es que no tenga aportaciones positivas, sino que las negativas son más estentóreas, cosa que debiera tener en cuenta todo mensajero, sea Papa o cardenal.


Entre las aportaciones positivas de este documento vaticano están las recomendaciones orientadas a dignificar el tratamiento a dar a los restos de los difuntos. Nada más elogiable y oportuno porque, a decir verdad, se están generalizando entre nosotros prácticas funerarias auténticamente horteras. Claro que es deseable que los restos de la incineración no se esparzan y, aún menos, se acumulen en lugares a la simple elección de familiares o amigos de los difuntos y que los espacios públicos no se llenen de placas lacrimógenas, ni de flores de plástico; claro que es deseable que una autoridad, a ser posible civil y experta en salubridad, regule dónde no es aconsejable esparcir los restos de la cremación. El documento vaticano, sin embargo, ha fijado dónde se deben depositar dichos restos, lo que es discutible, habida cuenta de que la mayoría de los ciudadanos viven en una nebulosa entre la creencia y la increencia cristianas. La iglesia católica, con razón, reclama para los restos de todos los difuntos un lugar de reposo estéticamente bello y recogido que prolongue su recuerdo -y hasta su cercanía misteriosa- y, si se quiere, hasta una oración por y con ellos. Chapeau… o capello cardenalicio, que parece más adecuado al tema que nos ocupa.