sábado, 2 de diciembre de 2017

Juanjo Elezkano abade kantariaren azken diskoa



¿Quién no habrá cantado alguna vez en la Liturgia cantos como «Eskerrik asko, Jauna» o «Goazen elkarturik»? En América Latina están también muy extendidas canciones como «Virgen de la Merced» o «Monseñor Romero». Tras años de silencio vuelve a irrumpir Juanjo en el mundo de la canción religiosa con un CD que recoge 23 canciones, y cuya presentación la hará en la parroquia Andra Mari de Lemoa el 20 de Enero. Es el trabajo de tres años y el que hace el número 12. Más abajo su contenido.



Nork ez ditu inoiz abestu Eskerrik asko, Jauna edo Goazen elkarturik ospakizun edo mezaren baten? Amerika latinoan be zabal-zabal entzuten dira Virgen de la Merced edota Monseñor Romero. Urteotan isil isilik egon ondoren, berriro datorkigu CD baten 23 kanta eskainiz. Hamabigarren diskoa dugu hau, hiru urteko lanaren  emaitza.

Azken urteotan sortu eta ondutako kanta bilduma da disko hau. Grabaketa ere ez da izan une batetik bestera egindakoa, urteetan zehar, abade zereginei tarteak hartuz, Zestoako Gaztain estudioetan grabatua da bere ahots eta gitarraz, arregloak eta nahasketak bertan eginaz, mimoz eta astiz.
                          
“Fede ibilbidean” lagungarri izateko kantak ditugu, ospakizun, elizkizun zein mezatan erabilgarriak. Akorde errazen bitartez, gitarraz laguntzeko eta ikasteko arazorik gabeko musikak dira gehienak, herriak laster bereganatzen dituenak. Orain herriz herri dabil CDaren aurkezpena egiten, entzuleak eurak kantari jarriaz.

Euskaraz halako eskaintza urriak dira eta gustura hartzen dira holako ekimenak, apaltasunean fedea konpartitzeko poema musikatuak. Bizitzari poesia zaion antzera, fedeari otoitza dagokio. Eta elkarrekin abestu egitea beti izan dugu gustuko gure herrian.

Letra edo hitzetan nabaria behartsu, baztertu eta apalen aldeko aukera ebanjelikoa. CDa eskuetan hartu eta azalak be halako mezua dakarkigu. Juanjo ezagutzen dugunok argi dugu bere jokabide hau bere bizitza luzean. Bere doinu eta hitzetan esperantzari, ebanjelioaren pozari beti tartea eginaz.


Bertan honako kanta hauek aurkito dituzu:

1. JAINKOA GEUREKIN DUGU
2. BARKATU NIRI, JAUNA
3. AINTZA JAUNGOIKO AITARI
4. ZUZENDU GAITZAZU, JAUNA
5. ALELUIA, GORA JAUNA          
6. JAUNA, SANTUA DA ZURE IZENA
7. HARTU, JAUNA 8. GURE AITA
9. ALELUIA, ZATOZE ETA KANTA
10. BAKEA
11. ZATOZ GUGANA, JAUNA
12. POZ-POZIK
13. JAUNA, ZEUREA DA DENA
14. AGUR, JESUS
15. BATZARRETIK BIZITZARA
16. MARIA DA JAINKOAREN AMA
17. BEDEINKATUA, JAUNA
18. GORA ZU, BEDEINKATUA ZU
19. SALBATZAILEA ETORRI ZAITEZ
20. ERRUKITSUA DA GURE JAINKOA
21. POZTU ZAITEZE
22. EMAIEZAGUZU ESPIRITU SANTUA
23. ZATOZ ESPIRITU SANTUA

martes, 21 de noviembre de 2017

Morir para renacer. Otra Iglesia posible en la era global y plural

En este libro se defienden dos ideas mayores: que lo mejor del catolicismo no está en el pasado, sino que puede estar en el futuro, que está delante de nosotros y no detrás. Lo que exige otra Iglesia: sinodal, superando el clericalismo, liberándose de la era de la cristiandad y, al fin, habilitando completamente a la mujer en su seno. La segunda, para significar que, en la era secular, global, plural y crecientemente desigual en la que nos encontramos, necesitamos superar la fractura binaria entre creyentes y no creyentes, de tal suerte que todos los que, con buena voluntad, tengan inquietud por un mundo mejor, más justo, puedan trabajar conjuntamente en ello, y desde sus propias convicciones personales.

En contra de la opción generalizada de que la “edad de oro del cristianismo”, si tal cosa ha existido alguna vez, está en el pasado, y hace muchos siglos, quizá estemos en la aurora de otro modo de ser cristiano, de vivir el cristianismo en la sociedad secular y plural y, quizá, precisamente por ello. Esa intuición se basa en consideraciones básica y fundamentalmente, pero no exclusivamente, sociológicas. En primer lugar, que nunca la Iglesia Católica, en toda su historia de veinte siglos ha sido tan universal, tan extendida por el planeta como ahora. No hay, actualmente, instancia alguna en el planeta, con una implantación y organización tan desarrolladas como la Iglesia Católica, que deviene así, lo que en algún lugar he leído, la gran multinacional del espíritu. Además, y, en segundo lugar, desde Constantino, nunca ha estado tan alejada del poder político como en los tiempos actuales. Nunca ha sido tan libremente católica. La edad de oro de la Iglesia católica no estaba atrás, cuando los emperadores rendían pleitesía al papa, puede estar en el futuro.

Por otra parte, vengo reflexionando sobre la necesidad de superar la dimensión binaria como forma de pensamiento, con tanta implantación en nuestra sociedad. En ese ámbito muy pronto se me apareció como evidente la imperiosa necesidad de aplicarlo al par binario creyente/no creyente en la acción por una sociedad más justa, más humana, más convivial. La lógica binaria no tiene en cuenta, ni la complejidad de la realidad, ni la dimensión del tiempo. En este contexto, quiero subrayar mi profunda convicción de que no se puede vivir la fe en la actualidad como la vivieron y entendieron el centenar de generaciones de cristianos que nos precedieron, muchas durante los largos siglos de la era de la cristiandad, en cuyos estertores estamos. De ahí la insistencia en el pluralismo sagrado-secular. Mi convicción estriba en que no estamos antes dos mundos radicalmente separados, en dos departamentos estancos, sin solución de continuidad. Y, en este orden de cosas, la encarnación de Dios en Jesús, un Dios humano, la pongo en contacto con los planteamientos de Marcel Gauchet quien ve, precisamente por la encarnación de Dios en el cristianismo, “la religión de la salida de la religión” como instancia reguladora del “vivir juntos”, por utilizar su expresión. Pero, doy un paso más, y, en concomitancia con lo anterior, manifiesto la convicción de que otra Iglesia no solamente es posible, sino que es necesaria y conveniente, en el mundo global de nuestros días, ayuno de proyectos colectivos, sometido al poder del dinero, y el del consumo por el consumo.

La religión, en concreto los cristianos en la Iglesia, en el concierto de las naciones, en pro de ese mundo más justo, más humano, mas convivial no debe en absoluto presentarse como contracultura sino compartiendo su cultura con todos los hacedores del bien en la humanidad. Más todavía, la pretensión de construir una contracultura, algo así como la cultura del bien frente a la del mal, que reinaría en el mundo secular, se me aparece como un camino nefasto del quehacer humano. Es precisamente el pensamiento binario del yo y los otros el que lo alimenta.
Este libro es la continuación de un empeño en abordar la religión y la religiosidad en el mundo occidental, en nuestro tiempo, particularmente centrado en la confesión católica. Tras haber abordado la situación de los cristianos en un momento en el que se debatían entre encerrarse en la sacristía o salir a la calle para manifestar su identidad y sus valores (2), me he detenido, con cierto detalle, en otra publicación, en el ejercicio del poder en la Iglesia Católica (3). En ambos casos con una parte descriptiva y otra propositiva.

En este mundo, ya avanzada la segunda década del tercer milenio, que muchos autores tildan de incierto, creo que la Iglesia Católica tiene un papel que jugar. Papel firme, importante, en paridad y colaboración con otros “artesanos de la paz y de la justicia”. Sin prepotencias ni ocultamientos. Para ello, tiene bazas importantes. Lo repito: nunca ha sido tan universal como ahora, nunca, desde los tiempos de Constantino, ha estado tan desligada del poder político como ahora y, no se olvide, muchos, en el seguimiento a Jesús de Nazareth, habiendo aceptado, ¡al fin!, lo mejor de la Ilustración, vive, desde Juan XXIII, un ímpetu reformador y abierto al mundo, aunque con altibajos y fuertes resistencia en su seno. Que se lo pregunten al papa Francisco.

Javier Elzo

domingo, 8 de octubre de 2017

Iglesia catalana e independencia


 
Jesús Martínez Gordo

De entre los muchos comentarios y posicionamientos que se han conocido sobre la implicación de la iglesia catalana en el “procés” de independencia del 1–O hay dos que me han llamado particularmente la atención.

Sin duda, uno de los más provocadores ha sido el video grabado en la iglesia de Vila-Rodona (Tarragona). Allí se puede ver a Francesc Manresa i Manresa, párroco del lugar, revestido con alba y estola, mientras se procede al escrutinio y se canta a la Virgen de Montserrat el “Virolai”. Procedí así, explica, para engañar a la policía en el caso de que irrumpiera en la iglesia; una posibilidad no descartable, habida cuenta de que en otras poblaciones de la zona habían retirado las urnas. Ese día, concluye, la iglesia fue un lugar de acogida. Este sacerdote había firmado, unos días antes, en unión con otros 400, una carta en la que manifestaban que, dado que, hasta entonces, había sido imposible “pactar las condiciones” para “llevar a cabo de forma acordada” “un referéndum de autodeterminación”, consideraban “legítima y necesaria” su realización e invitaban, por ello, a los católicos y a la ciudadanía a reflexionar y “votar en conciencia” ejerciendo, de esta manera, el “derecho fundamental que tiene cualquier persona a expresar libremente sus posiciones”. Pocos días después enviaban al papa Francisco otra carta en la que, saliendo al paso de la protesta del Gobierno español ante la Santa Sede por su posicionamiento, le informaban de la iniciativa y solicitaban “su mediación” para que pidiera al Gobierno que recapacitara sobre “su visceral oposición a este referéndum”.

Por estas mismas fechas quien fuera profesor de teología en la Universidad Gregoriana de Roma, Salvador Pié i Ninot, creía percibir en este apoyo al referéndum, indicios que podrían ser tipificados como “integralismo católico”, “una forma más moderna y sutil del clásico integrismo, por más que muchos de sus firmantes” no fueran “conscientes de ello, ni teóricamente partidarios”. Entendía que buscaban “una nueva articulación lo más ‘integradora’ posible y coincidente entre la fe cristiana y una opción política”, algo evidente cuando ignoran, argumentaba, otras opciones políticas, igualmente posibles y legítimas a la luz de la doctrina social de la Iglesia. La respuesta no se hizo esperar: los firmantes del manifiesto no estaban defendiendo, se adujo, “una opción política concreta, sino “un derecho fundamental en una situación excepcional”.

El obispo de Solsona, Xavier Novell, iba más lejos de la llamada realizada por sus compañeros catalanes en el episcopado cuando, en el año 2017, insistieron, en referencia a “la legitimidad moral de todas las opciones políticas” que éstas se basaran “en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos” y que buscaran “con paciencia la paz y la justicia”. Iba más lejos porque manifestaba, poco antes del 1-O, que, si ese día había urnas, iría a votar como protesta ante el Estado español por negar “el ejercicio de la autodeterminación” al pueblo catalán. Y así lo hizo. Al día siguiente del fallido referéndum, constatada la violencia desplegada por las fuerzas del Estado, las calificaba, en un comunicado, de “guerrillas policiales” y criticaba, a continuación, a sus compañeros en el episcopado español por no denunciar semejante violencia. Además, manifestaba admirar “la valentía y la resistencia pacífica de aquellos que defendieron el ejercicio legítimo del derecho a la autodeterminación de nuestro pueblo”. Y finalizaba pidiendo a todos los políticos que articularan “una salida pacífica y justa para la nación catalana, respetando los derechos legítimos de este pueblo, entre los que sobresale el derecho a la autodeterminación”.

Mons. Novell entendía, más allá de otros posibles comentarios provocados por su intervención, que la existencia de un derecho de autodeterminación era algo indiscutible; un asunto al que otros ponían una cierta sordina. Concretamente, manifestaba J. I. González Faus unas horas después, sería bueno que politólogos y teólogos determinaran “el alcance exacto de todas las declaraciones (de la ONU y de la Iglesia católica) sobre el derecho de los pueblos a decidir su independencia”, entre otras razones, porque no está suficientemente clarificado si se refieren sólo a las colonias en otro continente (que existían cuando se redactaron esas enseñanzas) o también a partes de un mismo territorio. Y, si así fuera, de qué modo. Urgía a ello porque constataba que se apelaba mucho a estas declaraciones, dándoles siempre la interpretación que le parecía conveniente a cada una de las partes.

A estos dos hechos y debates en la Iglesia católica catalana, para nada menores, habría que añadir otros referidos al concepto de unidad, a la relación entre legalidad y legitimidad y, sobre todo, a la articulación entre libertad y solidaridad. Su tratamiento queda para otra ocasión que, seguro, la habrá.