martes, 27 de noviembre de 2018

De Obispado a Hotel: un escándalo antievangélico


Quienes firmamos este escrito somos mujeres y hombres laicos, cristianos comprometidos desde hace años con la Iglesia de Gipuzkoa. Hemos leído con estupor que el Obispado de San Sebastián creará 26 apartamentos turísticos en una de sus residencias  y que el “edificio” de Zabaleta 5, en Gros, se convertirá en aparthotel. Este edificio es, ni más ni menos, el Obispado de San Sebastián. En otras palabras, la sede del gobierno de la Iglesia diocesana de San Sebastián, lugar donde se ha pensado e impulsado una Iglesia en clave evangélica en las distintas áreas como la pastoral penitenciaria, inmigrantes, catequesis, liturgia, comunidades de religiosas… al servicio de la comunidad cristiana de Gipuzkoa y de la sociedad. Este lugar diocesano de referencia se va a transformar en hotel y fuente de dinero por decisión episcopal. Nos produce escándalo e indignación. 


No es éste un hecho aislado. Al contrario, creemos que se enmarca dentro de un diseño global para deshacer lo que ha sido –y todavía es, a pesar de esta curia– una Iglesia al servicio del Evangelio construida durante décadas con nuestra participación, la de miles de laicas y laicos guipuzcoanos. A la descomposición pastoral que están llevando a cabo Munilla y los suyos, se le añade ahora un destrozo patrimonial. No son dueños de lo que pretenden alquilar y vender pero actúan como si la diócesis fuera su feudo, algo intolerable desde una conciencia evangélica e inadmisible ante una sociedad democrática madura. Vemos una vez más que el Obispo Munilla, con la cobertura de su equipo de gobierno, desprecia la demanda de un millar de sacerdotes y agentes de pastoral de las parroquias de Gipuzkoa que, alertados de los proyectos que tenía el equipo episcopal, pedía no actuara a espaldas a la Diócesis (abril de 2018). Por lo que se ve, lejos de tomar en consideración la solicitud de aclarar con datos reales y con una auditoría externa la situación económica diocesana, siguen adelante. Es su estilo: no escuchar, ocultar información, manipular, imponer.

El Obispo Munilla y sus colaboradores están destruyendo una Iglesia que ha conformado la identidad diocesana. Gracias a ella generaciones de hombres y mujeres seguimos a Jesucristo, en una Iglesia que ha colaborado con la sociedad por una Gipuzkoa más humana y justa. Percibimos que con todo esto quieren arruinar un modo de hacer iglesia, y lo vemos como una agresión a esta Iglesia conciliar, sometida a un auténtico acoso y derribo. Lo consideramos radicalmente antievangélico, un auténtico anti-testimonio. Es, además, una zancadilla más a este Papa. Mientras Francisco, con palabras y gestos de solidaridad fuertes hacia los más sufrientes y necesitados así como con denuncias valientes ante la injusticia y la indiferencia, llama sin cesar a la Iglesia a convertirse al Evangelio y abrirse a los últimos, inmigrantes, refugiados, ancianos, parados, presos, prostitutas… Sin embargo, su voz  sufre aquí una especie de efecto-frontón y choca con la ‘muralla Munilla’. El eco del Papa Francisco no resonaría en nuestras parroquias si no fuera por sacerdotes y cristianos concienciados y atentos, y si no fuera por los medios de comunicación e internet. He aquí el contraste: el Papa Francisco, con el espíritu de Jesús, sitúa a los pobres en el primer lugar de la Iglesia y nos orienta a los cristianos en esta dirección, como en el Día Mundial de los Pobres del domingo, en que compartió mesa con 3.000 pobres en un comedor enorme que hizo preparar en el Vaticano; en cambio, el Obispo Munilla, con el espíritu de los mercaderes y negociantes del templo, lleva a la Diócesis en busca del dinero, corriendo tras él. Es el desprestigio de la Iglesia y una burla a esta Diócesis, de graves consecuencias para su propia credibilidad y para ofrecer la fe y del Evangelio. 

Lo decimos como cristianos de parroquias de Gipuzkoa: estamos escandalizados e indignados ante semejante abuso de poder, y también ante los indiferentes en la propia iglesia, que parecen preferir su comodidad a cargar con la cruz de esta injusticia y denunciarlo. No estamos dispuestos a quedarnos de brazos cruzados. Solo nos queda alzar nuestra voz y protestar. No más abusos episcopales. No en nuestro nombre. 

Gipuzkoa, 18-11-2018
Inma Urrestarazu Karrera
Juan Antonio Zabala Maiz
+ 42 firmantes

viernes, 9 de noviembre de 2018

Sublimes y confusas expresiones


LAS SUBLIMES Y CONFUSAS EXPRESIONES DEL NUEVO MISAL ROMANO
APROBADO POR LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA.

            Desde hace años, muchos curas hemos estado esperando una nueva edición del Misal Romano porque el que usábamos en la celebración de la Eucaristía contenía expresiones que se habían hecho ininteligibles no sólo para los fieles sino, incluso, para nosotros, que después de haber estudiado tres años de filosofía y cuatro de teología, no podíamos comprender el significado de muchas de sus “sublimes expresiones”. Llamaba la atención, sobre todo, la insistencia que se muestra en sus oraciones, prefacios y plegarias, en concebir la salvación eterna, como si ese fuera el único fruto de la salvación procurada por la vida de Jesús y el único objetivo de la vida cristiana. Otro tanto cabe decir del alcance de la salvación como premio o como fruto de los méritos adquiridos tal y como aparece, sobre todo, en las misas de difuntos. También hemos sufrido presidiendo la celebración, cuando para hablar de la resurrección se refería el texto del Misal, a la inmortalidad del alma, como si fueran la misma cosa.
            Se decía y no sin razón, que “lex orandi, lex credendi”, pero lo que ha sucedido es que la fe, animada por la teología, ha ido evolucionando, mientras que la liturgia, sometida a la disciplina, ha mantenido formulaciones que no expresan la fe de la Iglesia, al menos de una iglesia que ha actualizado su formulación y su vivencia tratando de hacerla adecuada para responder a los interrogantes que le plantea hoy la cultura.

martes, 6 de noviembre de 2018

Dios y la carta de Einstein




Jesús Martínez Gordo

        La subasta de una carta de Albert Einstein de 1954 por la casa Christie’s (Nueva York) el próximo mes de diciembre en la que se puede leer que “la palabra de Dios no es para mí sino la expresión y el producto de la debilidad humana” ha sido presentada por algunos medios como una irrefutable prueba de que renegaba de la existencia de Dios.

Es probable que los promotores, al haber fijado una puja inicial de un millón de dólares, hayan querido resaltar que la razón de ser de semejante cantidad radica en su contenido, supuestamente rupturista, con otras declaraciones en las que el genio de la física moderna se refería a “esa fuerza que está más allá de lo que podemos comprender” o en las que sostenía que “Dios no juega a los dados”. Sin embargo, creo que es una temeridad o, en todo caso, una falta de rigor, interpretar que, con dicha carta, se evidencia la adscripción atea de A. Einstein. Y lo es porque no se tiene debidamente presente la diferencia que existe entre reconocerse deísta (Dios se transparenta en el cosmos como Inteligencia), teísta (concebir a Dios como Persona) y ateo (Ni lo uno ni lo otro. Solo hay azar y materia).

Esa trascendental diferencia volvió al primer plano de la actualidad el año 2004, fecha en la que Antony Flew (el patriarca del ateísmo de raíz científico-empírica durante el siglo XX) comunicó, en un simposio celebrado en la New York University, que aceptaba la existencia de Dios por coherencia con la máxima que había presidido su ateísmo militante: “sigue la argumentación racional hasta donde quiera que te lleve”.

Su paso a la creencia no tenía nada que ver con la fe, con las iglesias o con las confesiones religiosas sino con el reconocimiento de que la explicación creyente era mucho más firme racionalmente que el ateísmo que había liderado hasta entonces. Yo, sostuvo, no sé nada sobre la interacción de los cuerpos físicos en dos partículas subatómicas. Pero estoy interesado en saber, prosiguió, cómo es posible que puedan existir esas partículas o cualquier otra realidad física e, incluso, la misma vida. Movido por este interés, busco alcanzar una explicación racional a partir de las evidencias o pruebas a las que está llegando la ciencia. Obviamente, continuó, las explicaciones posibles son muchas y diferentes. Todos sabemos que la superioridad de unas sobre otras se juega en su mayor o menor consistencia racional, más allá de que se sea educador, marinero, ingeniero, filósofo, abogado o científico. Tener una u otra profesión no proporciona ninguna ventaja especial cuando se busca una explicación racional a partir de los descubrimientos alcanzados, de la misma manera que ser una estrella de fútbol no suministra ninguna clarividencia adicional cuando hay que valorar las ventajas profilácticas de cierta pasta dentífrica.