lunes, 30 de marzo de 2020

Dios en tiempos del Coronavirus


Jesús Martínez Gordo


“Ahora que nos hemos dado cuenta de que Dios y rezar no sirven para nada, sería la ocasión para dar el presupuesto de la Iglesia a la sanidad”. Así se leía en uno de los whatsapps que he recibido estos días. Más allá de que siempre haya quien, aprovechando que San José era carpintero, quiera hablar de la confesión, me interesa reflexionar en voz alta sobre una vieja cuestión que, formulada hace más de dos milenios por Epicuro, reaparece en estos tiempos con particular fuerza y que se puede reformular en estos términos: “¿Quiere Dios evitar el coronavirus, pero no puede? Entonces es impotente. ¿Puede, pero no quiere? Entonces es malévolo. ¿Sí puede y quiere? Entonces, ¿por qué existe el coronavirus?”. 

Cuando hay que enfrentarse con semejante drama (y con la contradicción –existencial y racional–que funda), es normal que se asista no solo al derrumbe del imaginario de un Dios todopoderoso e incluso bondadoso, sino también a la defensa de la mayor consistencia racional del ateísmo o del agnosticismo-ateo frente a las explicaciones deístas o teístas. Uno de los ejemplos, probablemente el que me ha resultado más llamativo estos últimos años, es el testimonio del pastor estadounidense Bart D. Ehrman sobre su tránsito de la fe cristiana a la increencia por no haber podido soportar esta contradicción entre un Dios omnipotente y bueno con la existencia, en su caso, del mal, en general.

Pero tengo que recordar, como necesario e ineludible contrapunto, no solo la existencia de personas (en el caso de Etty Hillesum) que descubrieron la fe en plena Shoah o exterminio nazi, sino que tampoco faltan en nuestros días las que sostienen que éste -el problema del mal o del Coronavirus y Dios- ha de afrontarse en términos estrictamente racionales. Y así ha de ser porque la muerte, prematura e injusta, y la que se ceba en los más débiles, nos afecta a todos: seamos deístas y teístas, ateos o agnósticos-ateos e incluso antiteístas e indiferentes. Ya no vale, apuntan, criticando a estos últimos, creer haber alcanzado una explicación racional más consistente que la teísta negando la existencia de Dios y quedarse, según los casos, plácida, tranquila o angustiosamente sumidos en el silencio o en el mutismo. Semejante respuesta o ensayo de explicación alternativa –que no acaba de eludir la perplejidad que atenaza a todos, teístas o ateos– no es, cuando se dé, una explicación racionalmente más firme que la creyente. De ninguna manera.

En medio de la pandemia



Fernando Allende

      El cardenal de Madrid ha hablado de un "cambio de valores". “Saldremos de esta crisis muy mejorados, cambiará nuestra escala de valores”.
El cardenal de Viena ha dicho sobre la pandemia: “cambiará la faz de la tierra y dará lugar a una reflexión sobre nuestro estilo de vida personal y social”.
Hay quienes hablan de "la necesidad de cambiar de rumbo".
Leonardo Boff ha escrito: “La pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma como producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza. Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista”.
El presidente Macron decía a los franceses dos cosas que quisiera destacar:
 1) “Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias”.
      2) Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.
En la entrevista con Évole el Papa Francisco destacó que la crisis ha servido también para aflorar un "submundo de humanidad" que acerca a la gente a las personas más vulnerables y que quizás sea uno de los logros la necesidad de "rescatar la convivencia".
Ojalá que amen de caer en la cuenta de nuestra fragilidad, la situación nos lleva más allá del miedo a reaccionar con valentía, con coraje, con "parresía" que diría Pablo, pues pienso que nos hace "despertar de nuestro suelo de cruel inhumanidad" que diría Jon Sobrino.  Y que volviendo a Boff: “Esta pandemia ha producido el colapso del mercado de valores (bolsas), el corazón de este sistema especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco”.
Ahora bien, para que los buenos deseos no se queden en un brindis al sol, y los aprendizajes de estos días encuentren un entramado en que sustentarse, la situación actual debería llevarnos a configurar estructuras nuevas, estructuras que consoliden la solidaridad vivida, y el dolor compartido  haga que los aplausos de las 8 se conviertan en estructuras sanitarias que den cobertura ahora y mañana; estructuras sanitarias que nunca sean un negocio sino un servicio social.
Será fundamental que ese ideal del Bien Común se plasme en estructuras que lo posibiliten (y no sean mero "slogan") y para ello no hay que innovar mucho sino poner en práctica el art. 9,2 de la Constitución: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y los grupos en que se integran sean reales y efectivos y remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud”. Esperemos que  los constitucionalistas  no omitan este artículo. Aquí ciertos liberalismos no tienen cabida. El  adelgazar al Estado  se traduce en un mecanismo de indefensión.
Hablando de estructuras:

sábado, 28 de marzo de 2020

«Padre Nuestro» para el tiempo del CORONAVIRUS



Rezar el Padre Nuestro en tiempos del Coronavirus: José A. Pagola



La oración del Padrenuestro es una oración breve. La única que Jesús dejó en herencia a sus seguidores. Es una oración extraña. La rezan todos los cristianos, pero no habla de Cristo. Se reza en todas las iglesias, pero no se menciona a ninguna iglesia. Los católicos la pronuncian en la misa del domingo, pero no dice nada de ninguna religión. Como dice J. D. Crossan, es “una oración revolucionaria que proclama una nueva visión de la historia. Se trata de un manifiesto radical y un himno de esperanza en un lenguaje dirigido a toda la tierra”.


PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS
Tú eres nuestro Padre, recuerda que todos somos tus hijas e hijas. Estás en los cielos porque eres de todos. No estás ligado a ningún templo, ni a ningún lugar sagrado de la tierra. No perteneces a un pueblo ni a una raza privilegiada. No eres propiedad de ninguna religión. No eres solo de los buenos. Todos te podemos invocar como Padre.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Es nuestro primer deseo en estos momentos dolorosos para toda la humanidad. Que tu nombre de Padre sea reconocido y respetado. Que nadie lo desprecie haciendo daño a tus hijos e hijas. Que no perdamos nuestra confianza en Ti. Que sean desterrados los nombres de todos los dioses e ídolos que nos deshumanizan. El dinero que nos divide y no nos deja ser hermanos; la violencia que alimenta nuestras guerras; el poder que nos lleva a despreciar a los débiles.

VENGA TU REINO
Si Tú reinas entre nosotros, reinarán en la tierra la justicia, la igualdad y la paz. Nos podremos enfrentar juntos a los problemas del planeta. Unidos como hermanos y hermanas venceremos a las pandemias que puedan afligir a la humanidad. Que no reinen los ricos sobre los pobres; que los pueblos poderosos no abusen de los débiles; que los varones no dominen a las mujeres. Que venga tu reino y reine en la tierra la fraternidad.

HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
Que se haga tu voluntad y no la nuestra. El coronavirus nos está descubriendo que en la tierra todo está inacabado, todo lo vivimos a medias. No queremos aprender que los humanos somos seres frágiles y vulnerables, que no podemos alcanzar aquí la plenitud que desde lo más hondo de nuestro ser todos anhelamos. Padre, solo podemos confiar en tu Bondad insondable. Que no se haga pues lo que queremos nosotros, movidos por el egoísmo, el consumismo y nuestro bienestar. Que se haga lo que Tú quieres, pues siempre buscarás el bien de todos.

DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA
Que en estos momentos tan duros para el mundo, a nadie le falte el pan. No te pedimos dinero ni bienestar, no queremos riquezas para acumular. Solo te pedimos para todos el pan de cada día. Que esta pandemia del coronavirus nos recuerde para siempre que lo primero de todo es la vida: que los hambrientos puedan comer, que los pobres dejen de llorar, que los países del bienestar acojamos a los migrantes y refugiados para que puedan sobrevivir y tener un hogar.

PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS
Padre, perdona nuestras deudas: nuestra indiferencia, nuestra incredulidad, nuestra resistencia a confiar en Ti. A lo largo de estos años, todos hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también menos consistentes. Más indiferentes a todo lo que no sea nuestro bienestar, pero más vulnerables que nunca ante cualquier crisis. No nos resulta fácil creer, pero se nos va a hacer difícil no creer en nada. Padre, perdónanos y despierta nuestra vida interior.

COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES
En estos momentos en que vivimos sobrecogidos al descubrir la impotencia que todos sentimos ante ese límite inevitable de la muerte, también nosotros queremos perdonarnos mutuamente, unos a otros. No queremos alimentar ni rechazos ni resentimientos contra nadie. Queremos vivir esta dura experiencia como hermanas y hermanos.

NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
Somos débiles y limitados. Lo estamos experimentando ahora más que nunca. Estamos siempre expuestos a tomar decisiones y cometer errores que pueden arruinar nuestra vida y la de otros. Por eso, no nos dejes caer en la tentación de olvidarte y rechazarte a Ti, Padre. Despierta en nosotros la confianza en tu bondad. Te necesitamos más que nunca. Tú puedes abrir caminos para encontrarte con cada uno de nosotros: creyentes y no creyentes, ateos o agnósticos. Que todos podamos sentir tu fuerza callada pero eficaz en nuestro interior.

Y LÍBRANOS DEL MAL
Somos responsables de nuestros errores, pero también víctimas. El mal y la injusticia no están solo en nuestras personas. Están también en las estructuras y las instituciones, en las políticas y las religiones. Por eso, terminamos nuestra oración con un grito: ¡Padre, arráncanos del mal! Un día, esa felicidad plena que todos anhelamos se hará realidad. Las horas alegres y dichosas que hemos disfrutado en la tierra y también las experiencias amargas y dolorosas que hemos vivido; el amor, la justicia y la solidaridad que hemos sembrado, y también los errores y torpezas que hemos cometido…

Todo será transformado en felicidad plena. Ya no habrá muerte ni dolor. Nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Un texto cristiano escrito en una de las primeras comunidades pone en boca de Dios estas palabras: “Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial de la vida” (Apocalipsis 21,6). “Gratis”, es decir no por nuestros méritos; “al que tenga sed de vida”, ¿y quién no tiene sed de vida eterna? Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Yo creo y confío en que el misterio último de la realidad, que algunos llamamos “Dios”, otros “Energía”, otros “lo Trascendente” y otros “nada”, es un Misterio de Bondad en el que todos encontraremos la Plenitud de nuestra existencia.

AMÉN.

Aitagurea errezatzea koronabirus aldian: Jose Antonio Pagola



Aitagurea otoitz laburra da. Jesusek bere jarraitzaileei ondaretzat utzi zien bakarra. Otoitz bitxia da. Kristau guztiek errezatzen dute, baina ez du Kristori buruz hitz egiten. Eliza guztietan errezatzen da, baina ez da inongo elizarik aipatzen. Katolikoek igandeko mezetan esaten dute, baina ez du hitz erdi bat esaten inolako erlijiori buruz. J.D. Crossanek dioen bezala, “otoitz iraultzailea da, historiaren ikuspegi berria aldarrikatzen duena. Errotikako adierazpena eta itxaropen-ereserkia da, lur guztiari zuzendutako hizkeran esana”.


GURE AITA ZERUETAN ZARENA
Zu zara gure Aita, gogoan izan guztiok garela zure alabak eta semeak.
Guztiona zarelako zaude zeruetan. Ez zaude inongo tenpluri lotuta, ez lurreko inongo leku santuri. Ez zara herri batena ez arraza pribilegiatu batena. Ez zara inongo erlijiorena. Ez zara onena bakarrik. Guztiok dei zaitzakegu Aita gisa.

SANTU IZAN BEDI ZURE IZENA
Hona gure lehen desioa gizadi guztia minez dagoen uneotan. Zure Aita izena aitortua eta errespetatua izan dadila. Ez dezala inork mespretxatu zure seme-alabei kalte eginez. Ez dezagula galdu Zurekiko konfiantza. Kanporatuak izan daitezela gizatasuna kentzen diguten jainko eta idolo guztien izenak. Banatzen gaituen eta senide izaten uzten ez digun dirua; gure gerrak elikatzen dituen indarkeria; ahulak arbuiatzera garamatzan boterea.

ETOR BEDI ZURE ERREINUA
Gure artean Zu bazara errege, justizia , berdintasuna eta bakea nagusituko dira lurrean. Elkarrekin aurre egin ahal izango diegu lurreko arazoei. Anai-arreba gisa elkarturik menderatuko ditugu gizadia penatu lezaketen pandemiak. Aberatsak ez daitezela behartsuen gain nagusitu; herrialde ahaltsuek ez dezatela herrialde ahulez abusatu; gizonek ez ditzatela emakumeak menderatu. Etor bedi zure erreinua eta nagusitu bedi senidetasuna lurrean.

EGIN BEDI ZURE NAHIA ZERUAN BEZALA LURREAN ERE
Egin bedi zure nahia, ez gurea. Koronabirusa erakusten ari zaigu dena burutu gabe dagoela lurrean, dena erdizka bizi dugula. Ez dugu ikasi nahi gizakiak hauskorrak eta zauriberak garela, hemen ezin dugula eskuratu barne-barnetik irrikatzen dugun betetasuna. Aita, zure Ontasun hondogabean soilik izan dezakegu uste ona. Ez  bedi egin, beraz, guk nahi duguna, geurekoikeriak, kontsumismoak eta gure ongizateak eraginik. Egin bedi Zuk nahi duzuna, guztion ona bilatuko baituzu beti.

EMAGUZU GAUR EGUN HONETAKO OGIA
Gizadi osoarentzako hain gogorrak diren une hauetan, inork ez dezala ogi faltarik izan. Ez dizugu dirurik eskatzen ez ongizaterik, ez dugu aberastasunik nahi pilatzeko, guztiontzako eguneroko ogia besterik ez. Koronabirusaren pandemia honek betiko oroitaraz diezagula bizitza dela gauza guztietan lehena: goseak daudenek jan ahal izatea; pobreek negar egiteari uztea; migratzaileak eta errefuxiatuak gurean harrera izatea, bizirik iraun eta etxea eduki ahal izan dezaten.

BARKATU GURE ZORRAK
Aita, barkatu gure zorrak: gure axolagabekeria, gure sinesgogorkeria, Zugan konfiantza izateko dugun ezkorkeria. Urte hauetan zehar, barrutik asko aldatu gara guztiok. Kritikoagoak bihurtu gara, baina baita sendotasun gutxiagokoak ere. Axolagabeagoak gure ongizatea ez den ororekiko, baina inoiz baino kalteberagoak edozein krisiren aurrean. Ez zaigu erraza gertatzen sinestea, baina zaila gertatu behar zaigu ezertan ez sinestea. Aita, barkaiguzu eta esnatu gure barne-bizitza.

GUK ERE GURE ZORDUNEI BARKATZEN DIEGUNEZ GERO
Ikaratuta bizi garen une honetan, heriotzaren muga saihestezinaren aurrean guztiok sentitzen dugun ezinaz jabetu garelarik, guk ere barkatu nahi diogu elkarri, batak besteari. Ez dugu hauspotu nahi inoren aurkako bazterketarik ez erresuminik. Esperientzia latz hau anai-arreba bezala bizi nahi dugu.

EZ GAITZAZU UTZI TENTALDIAN ERORTZEN
Ahulak eta mugatuak gara. Orain inoiz baino gehiago ari gara hori bizitzen. Gure bizitzak eta besteenak hondatu ditzaketen erabakiak hartu eta huts egiteko arriskuan aurkitzen gara beti. Horregatik, ez gaitzazu utzi Zu ahazteko eta baztertzeko tentaldian erortzen, Aita. Piztu gugan zure ontasunarekiko konfiantza. Inoiz baino gehiago behar zaitugu. Zuk ireki ditzakezu bideak gutako bakoitzarekin topo egiteko: sinestunekin eta ez sinestunekin, ateoekin edo agnostikoekin. Guztiok senti ahal izan dezagula gure barnean zure indar isila baina eraginkorra.

BAINA ATERA GAITZAZU GAITZETIK
Gure hutsegiteen erantzule gara, baina baita biktima ere. Gaitza eta bidegabekeria ez daude gure baitan bakarrik. Egituretan eta erakundeetan ere badaude, politiketan eta erlijioetan ere bai. Horregatik, garrasi batekin amaituko dugu otoitza: Aita, atera gaitzazu gaitzetik! Egun batean beteko da guztiok irrikatzen dugun zorion betea. Lurrean gozatu ditugun ordu alai eta zoriontsuak nahiz bizipen garratzak eta mingotsak; erein dugun maitasuna, justizia eta elkartasuna, baita egin ditugun okerrak eta baldarkeriak… Dena zorion bete bihurtua izango da.

Jada ez da heriotzarik ez minik izango. Inor ez da egongo tristerik, inork ez du negar egin beharko. Hasierako elkarteetako batean egindako idazki kristau batek hitz hauek jartzen ditu Jainkoaren ahotan: “Egarri denari neuk emango diot doan biziaren iturburutik” (Apokalipsia 21, 6). “Doan”, alegia, ez gure merituengatik; “bizi-egarri denari”, eta zein ez da betiko biziaren egarri? Bakoitzak erabaki behar du nola bizi nahi duen eta nola hil nahi duen. Nik sinesten dut eta uste on dut errealitatearen azken misterioa, batzuek “Jainko” deitzen duguna, beste batzuek “Energia”, beste batzuek “Transzendentea” eta beste batzuek “ezer ez”, Ontasun Misterio bat dela eta harengan aurkituko dugula guztiok gure izatearen Betea.

AMEN.

Jose Antonio Pagola, 2020ko martxoaren 25ean

lunes, 16 de marzo de 2020

Comunidades cristianas y “ayuno eucarístico”







Se habla mucho de ello en esta época del coronavirus. Iglesias abiertas sí, pero sin celebración eucarística. Muchos sacerdotes celebran por sí mismos, la gente se siente perdida; donde todavía existen, se encaminan hacia los altares laterales para la celebración. Hay quienes no observan las reglas y llueven las multas. No hay duda de que hay que reflexionar. No duele un poco de historia sobre el “ayuno eucarístico”, impuesto ahora por el virus.

Japón

En el siglo XIX, los misioneros que desembarcaron en Japón descubrieron una comunidad cristiana establecida allí en el siglo XVI, decapitada por la persecución de sus obispos y sacerdotes. Había permanecido fiel a la enseñanza recibida y a la oración. Los misioneros no hicieron nada más que confirmarla en su fidelidad. Es fácil suponer que esta comunidad había establecido reglas y que había tenido catequistas capaces de transmitir la religión católica. Sin duda había celebrado los sacramentos, incluidos los matrimonios. La presidencia de la Eucaristía había sido confiada a un anciano. En opinión del gran teólogo benedictino, Ghislain Lafont, pudo haber elegido un obispo. A través de la experiencia, la oración y la invocación al Espíritu, pudo (quizás) elegir de entre los fieles a alguien que tenía la capacidad, el carisma, de guiarla en el nombre de Cristo. Una vez más Lafont: "Podría haber orado sobre él, impuesto sus manos colectivamente, pedir para él la gracia y los dones de esta responsabilidad. ¿Por qué este hombre electo no pudo haber celebrado con su comunidad la Eucaristía, conectada al mandato del Señor en la última cena y una fuente para la comunidad de toda la economía de gracia y salvación?" (cf. Ghislain Lafont, Piccolo saggio sul tempo di papa Francesco,  EDB, Bolonia 2017, p. 87).

En la década de 1980, el conocido teólogo dominico, Edward Schillebeekx, fue vejado y perseguido, además de prohibido (aunque no oficialmente condenado) por la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Ratzinger, por haber argumentado que la presidencia de la Eucaristía podía confiarse, en determinadas situaciones, a una persona bautizada, equilibrada, capaz de entender las situaciones, es decir, de discernir y actuar. Le dijeron que no expusiera su idea de ninguna manera. Y el gran teólogo ya no abordó el tema.

Albania

Hacia finales de la década de 1980, entré clandestinamente en Albania, "el primer estado totalmente ateo del mundo", como gustaba proclamar el dictador Hoxha. Detenciones domiciliarias para el obispo Thaci, que murió en 1946, veinte años de trabajo forzoso para el obispo Prendsuhi, que murió en prisión en 1949. Detenidos y juzgados especialmente los jesuitas, algunos condenados a muerte, expulsados todos los miembros no albaneses de las órdenes religiosas.

En los días del virus para encontrarse con Dios no se necesitan Iglesias y celebraciones



Alberto Maggi

      La emergencia causada por el virus mortal, que se propaga e infecta por todas partes y a cualquier persona en todo el mundo, genera una situación tan nueva que nunca se había experimentado; ni en los casos de terremotos o de conflictos. En la guerra es posible salvarse huyendo, bajando a los refugios, pero con el virus esto no es posible, no hay rutas de escape, y la única defensa es evitar que se propague, a través de la restricción de comportamientos normales, evitando en la medida de lo posible cualquier contacto entre individuos.
     
      Si durante la guerra la gente encontró consuelo yendo a orar en la iglesia, ahora con el virus no se puede; las iglesias permanecen cerradas porque, de lo contrario, se convierten en lugares privilegiados de contagio. La fe no sustituye las medidas normales de higiene, pero las supone. Es bueno orar al Señor para que nos ayude a superar el momento, pero, por eso, no tenemos derecho a ponernos en situaciones peligrosas ("No tentarás al Señor tu Dios", Mt 4,4; Dt 6.16).
     
      El cierre de las iglesias causa desorientación entre los fieles, ante una situación sin precedentes. Se sienten perdidos, desorientados, carecen de un importante punto de referencia, porque con tal cierre ni siquiera existe la oportunidad de participar en la celebración eucarística.
     
      Pero los Evangelios y la tradición enseñan que la iglesia no es el único lugar para encontrarse con Dios, y no es sólo la celebración eucarística la que puede alimentar al creyente. En la Eucaristía, Jesús, el Hijo de Dios, se hace pan, para que quienes lo coman y asimilen, también sean capaces de hacerse pan, alimento, factor de vida para los demás, y así tener su propia condición divina. Este pan debe ser comido, como Jesús pidió expresamente: "tomad y comed" (Mt 26.26). La suya, es una invitación dinámica ("Haced esto...", Lc 22.19), no estática.

     
      Por ello, durante la cena eucarística, los primeros creyentes continuaron haciendo lo que el Señor había hecho, comiendo juntos este pan y convirtiéndose en alimento el uno para el otro, permitiendo así la fusión íntima de la presencia de Dios en sus hijos. Luego, el pan consagrado fue llevado a los enfermos que no habían podido asistir a la cena (en la hagiografía cristiana se hizo muy popular San Tarsicio, el joven mártir que murió porque llevó el pan eucarístico a los prisioneros). Este pan consagrado para enfermos y prisioneros se conservó en la sacristía (que de este uso toma su nombre), donde los subdiáconos iban a recogerlo para llevárselo a quienes lo necesitaban.

viernes, 6 de marzo de 2020

El día en que todo empezó a cambiar


TEÓLOGA


Religión y normas caminan de la mano y se entienden de maravilla. Las normas esconden siempre la pretensión de erigirse en soberanas para regirlo y controlarlo todo y como nos descuidemos, se salen con la suya y nuestra concien­cia pierde su margen de reserva y se somete sin rechistar. Pero a veces ocurre algo inesperado que lo trastoca todo (este ejemplo se lo oí a J. A. García Monge): en marzo de 1957 un motu propio de Pío XII cambió la normativa del ayuno antes de comulgar, reduciéndolo a tres horas en vez de doce para los alimentos sólidos y una para las bebidas.

¿Y eso qué importancia tiene?, se preguntará alguno. Pues muchísima, porque el tema se nos grababa a fuego en la prepa­ración a la primera comunión. Los ejemplos de incumplimiento eran tremebundos: si un niño comulgaba, nos decían, después de haberse comido un caramelo, cometía un sacrilegio y si se moría esa noche, se iba de patitas al infierno. Traten de imaginar los nacidos después de esa fecha el shock que supuso el cambio para las conciencias y las peligrosas conclusiones que empeza­mos a sacar: "Entonces, si el 18 de marzo bebía agua antes de comulgar, podía condenarme para siempre mientras que, si lo hago el 20 de marzo, desaparece la amenaza”. De pronto, una normativa que reinaba majestuosa e inapelable sobre los católi­cos dejaba de ser algo absoluto y volvía al lugar secundario del que nunca debió salir. Una piedra minúscula había provocado en ella una fisura casi invisible que la dejaba ya en irremediable estado de fragilidad.

Cuentan que un obispo dijo al terminar el Concilio: "La cristiandad ha muerto ¡viva el cristianismo!”, y Paul Ricoeur comentó después: "Yo hubiera preferido decir: "La cristiandad ha muerto ¡viva el Evangelio!”

Según J. M. Rovira Belloso la Iglesia tendría que escribir sus normas con la humildad del que escribe con lápiz, pero muchos sectores eclesiales añoran hoy volver a la tinta china para re­dactar urbi et orbe sus normas y costumbres. Posiblemente no coincidamos con ellos, pero ¿somos conscientes de que lo que emerge del Evangelio será siempre infinitamente más totalizante y radical?