Catedrática de Sociología
(En DV 21/04/2019)
Sólo desde hace unas décadas se ha ido conociendo y tomando conciencia de
la existencia de malos tratos y abusos sexuales cometidos por familiares,
profesores, monitores, personal sanitario, religiosos, contra menores. Esto
lleva a debatir y tratar de prevenir tales conductas. Siempre causa asombro
social que un padre, un sacerdote, un profesor hayan abusado así de la
confianza de niños y niñas inocentes. No todos los victimarios se manifiestan
igual. Los hay violentos y amenazadores, y también manipuladores que fingiendo
'educarles' y compartir un secreto 'como amigos' llevan a los niños a sufrir en
silencio. La ruptura de esa confianza tiene un efecto letal en la maduración de
esos niños.
A finales de los años 90 comencé a interesarme dentro de mis líneas de
investigación por el problema de los malos tratos a las personas mayores, que
incluyen el abuso sexual también, y obtuve en universidades e instituciones
fuera de España porque aquí no existían publicaciones, información sobre el
estudio de la violencia familiar principalmente e institucional, así como sobre
el decurso histórico de los descubrimientos sociales de los distintos tipos de
violencia, y las diversas teorías al respecto. El interés por el tema de la
violencia familiar surge en primer lugar por el maltrato infantil y en los años
70 comienza la investigación y publicación sobre dicho problema. Se entiende
que viene a ser el origen del interés social que se ha ido generando
posteriormente por las diversas manifestaciones de la violencia. Así van
surgiendo preocupaciones académicas y sociales por formas concretas de abuso y
maltrato, como el abuso sexual de los niños y niñas, definiéndose
definitivamente como 'problema social' a finales de los años 80. Socialmente ha
costado mucho entender que los niños podían sufrir abusos sexuales en el
entorno familiar, pues la familia se considera el entorno protector donde
mayores y pequeños pueden sentirse seguros. Personas que habían sido abusadas
en su infancia comienzan a dar testimonio de ello y se produce una conmoción
social ante hechos que considerados tabú habían quedado siempre ocultos. Eso
lleva a reconocer socialmente la perpetración de esas conductas no sólo en la
familia, donde suceden mayoritariamente, también en los colegios, en las
iglesias, en los centros de protección social, en los clubs juveniles, en los
centros sanitarios. En cuanto al género las niñas y las mujeres jóvenes son
mayoría entre las víctimas.
A finales de los años 90 en Gran Bretaña se discutía si era pertinente
crear un registro para que constaran aquellos que habían cometido delitos
sexuales, lo que evitaría poder contratarlos en centros de enseñanza,
deportivos, centros de acogida para menores, residencias y centros para
personas ancianas. Se contemplaban los distintos aspectos jurídicos y éticos
que la iniciativa entrañaba. En 2003 una ley lo permitió y se creó una base de
datos de quienes cometen delitos violentos y sexuales.
El Papa Francisco ha pedido perdón al mundo entero por las prácticas
nefandas de algunas personas consagradas, así como por el silencio de quienes
lo conocían y ocultaban, especialmente si eran sus superiores. Al mismo tiempo
ha convocado a los Obispos del mundo para adoptar las líneas de conducta
apropiadas para evitar la perpetración de tales hechos y su ocultamiento. Han
sido aplaudidas la acción y medidas de la Santa Sede. Llama la atención la insistencia
de algunos medios de comunicación en España en señalar continua y repetidamente
a la Iglesia Católica. Me llama todavía más la atención lo rápido que se olvida
los actos execrables cometidos por miembros de otras instituciones.
No creo que los gobiernos de España u otros países hayan pedido perdón por
los niños abusados en las instituciones públicas. Angela Merkel sí reconoció
que en Alemania no solo se habían cometido abusos por miembros de la Iglesia
Católica, sino también en otras iglesias, y en instituciones estatales. Tampoco
se ha oído decir que lo hayan pedido grandes organizaciones internacionales,
como Naciones Unidas por los hechos execrables cometidos por sus soldados
enviados para proteger una población determinada, como se publicó a principios
de 2018 sobre los perpetrados en Sudán del Sur por soldados nepalíes y de
Ghana. Han investigado y rechazado esas conductas, han apartado a sus autores
pero no han pedido perdón, que yo sepa. Tampoco tengo información de que hayan
pedido perdón ONG reputadas, aunque hayan apartado a esos trabajadores
humanitarios que habían abusado de mujeres y niñas convertidas en prostitutas
en lugares devastados por las guerras o las catástrofes naturales, como se
denunció en Haití.
The Times desveló en 2003 prácticas execrables de algunos miembros de
organizaciones de la ONU, según un informe de 2001 por trabajadores de dicha
institución denunciando esos hechos, en el que se señala a trabajadores de más
de 40 ONG que habían abusado y explotado a niños incluso entre los refugiados.
La ONU conocía dichos escándalos.
Parece lógico que se agradezca a la Iglesia Católica su labor educativa
sanitaria y asistencial en los países desarrollados y en los más pobres. Y
también, porque sirve de ejemplo a las organizaciones, su valentía basada en la
Fe en ser la primera gran institución internacional en pedir perdón, y hacer
frente a este problema.
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