De «Arratia Eliza»
Foto: Céline Ruffieux, representante del arzobispo ("vicaria") de Lausana-Ginebra y Friburgo (Suiza)
Ante la consulta para nuevo vicario y ante los pocos curas en activo en nuestra vicaria, nos planteamos si no es posible un cambio de paradigma, como ya se conoce en otras diócesis europeas.
Los laicos “representantes” -e, incluso, “vicarios”- del obispo
El 25 mayo de 2021 el arzobispo de Lausana – Ginebra y Friburgo (Suiza), monseñor Charles Morerod,
comunicaba que los vicarios episcopales iban a ser reemplazados por
“representantes laicos del obispo” y que las vicarías territoriales se
cambiaban por los de “regiones diocesanas” (o “zonas pastorales”) .
Charles Morerod
La
clave que presidía tan novedosa y sorprendente decisión era que los
presbíteros pudieran desempeñar la tarea -indudablemente pastoral- que
les era, y seguía siendo, más propia. La atención a ello le llevaba a
dar más importancia a la presencia de los ministros ordenados en las
zonas pastorales que a ocuparse de las urgencias organizativas. Sobre
todo, como venía ocurriendo desde hacía tiempo, empezaba a ser
indiscutible que había unos territorios pastorales
que languidecían, mientras que otros presentaban una admirable
vitalidad: “espero -dijo el arzobispo- que los sacerdotes puedan
desplegar su propio papel desarrollando tareas pastorales en lugar de
ser asignados a tareas organizativas”.
La
ubicación de los efectivos presbiterales en las zonas pastorales
llevaba a promover a laicos y laicas a responsabilidades organizativas,
gubernativas y pastorales, desempeñadas en exclusiva, hasta entonces,
por los ministros ordenados.
Entendía
que, procediendo de esta manera, estaba desarrollando una positiva
colaboración del laicado, ya existente en las diócesis desde hacía algún
tiempo. En concreto, indicaba, “dar responsabilidades a los laicos”
supone que tales laicos también pueden participar (con los presbíteros)
tanto en la coordinación pastoral cantonal como en las tareas
transversales que “afectan a todos los aspectos de la vida de la
Iglesia”; algo -apuntaba- que no restaba ni un ápice de valor a las
tareas -sacramentales y pastorales- que son propias de los presbíteros.
Seguidamente,
explicaba la razón del cambio de “vicarías” por “territorios
pastorales”. “Para hablar de vicaría, debe haber un vicario”. Y éstos,
para muchos, solo pueden ser ministros ordenados. Si se quiere sortear
esa dificultad, más allá de lo discutible que pueda ser tal argumento,
no queda más remedio que recurrir a otra palabra o expresión más
apropiada: de ahí el cambio de vicario por el de “representante del
obispo” y de vicaría por el de “territorio o zona pastoral”. Son en
estas últimas donde los “representantes del obispo” gestionan los
asuntos pastorales del lugar, a la vez que los van discerniendo con el
prelado, a nivel diocesano. A estos bautizados compete, igualmente,
representar a la diócesis tanto ante las autoridades del Estado y las
corporaciones eclesiásticas, u otras Iglesias y religiones, como
gestionar todo lo referido a las capellanías en los hospitales o en las
prisiones.
Obviamente
-proseguía mons. Charles Morerod- hay que elegir a personas que conozcan
bien las situaciones con las que van a tener que lidiar. Y, por
supuesto, es importante que la elección contemple algo de la diversidad
carismática y ministerial existente en la diócesis. El cuidado de
estos criterios explica la diversidad de perfiles que presentan las tres
personas elegidas en esta primera ocasión: una mujer laica, un hombre
laico y un diácono. Es cierto que Dios nos creó a todos a su imagen y
semejanza, pero no idénticos. Por tanto, el nombramiento de estas
personas no es solo debido a la falta de presbíteros, sino también una
excelente ocasión para experimentar la riqueza que brota de acoger que
no todos veamos la realidad desde el mismo ángulo. La diversidad de este
equipo ayuda a comprender la vida de la Iglesia.
Creo
necesario informar -señalaba seguidamente el prelado- que estos laicos
-y otros que se nombren en el futuro- al ser representantes míos,
participan de mi autoridad como obispo. Además, creo necesario indicar,
igualmente, que he consultado esta decisión en la Congregación para el Clero en el Vaticano
donde se interesaron, sobre todo, por “cuestiones terminológicas”.
Tenían un particular interés en que no se diera la impresión de que solo
estábamos sustituyendo a un vicario episcopal sacerdotal por un vicario
episcopal laico. Debíamos evitar crear confusiones que también pudieran
resonar en otros lugares. La nominación de estos laicos como
“representantes del obispo” obedece a que he tenido en cuenta la
indicación facilitada, así como a la necesidad de superar el
clericalismo que nos invade.
Cuando,
en mayo de 2021, tuve noticia de esta decisión apunto por mi cuenta- me
pareció que se estaba superando la teología y la legislación canónica
según la cual solo los ministros ordenados podían ser vicarios o
participar del poder de gobierno en la Iglesia; algo posible gracias al Papa Francisco.
Igualmente, me pareció que se empezaba a implementar ¡por fin¡ la
“realeza” bautismal de los cristianos que -reconocida y proclamada en el
Vaticano II (LG 13)- estaba, desde entonces, bloqueada o, si se prefiere, durmiendo el sueño de los justos.
Y, además, no solo permitía afrontar el problema de la escasez de
presbíteros, sino también el de la existencia de ministros ordenados
“entreguistas” allí donde no fuera posible su recuperación. Y, lo
superaba, insuflando esperanza e ilusión.
Pero eso, siendo mucho, no es todo, El 5 de octubre de 2025 hubo una rueda de prensa en una oficina del obispado de Friburgo
con la presencia de tres laicos “representantes o delegados del obispo”
y del mismo arzobispo, Charles Morerod, en la que, entre otros puntos,
se ofreció una evaluación de los años en los que los laicos habían estado participando en la gestión eclesial al más alto nivel.
El trabajo realizado, informó Charles Morerod, ha sido “excelente”, a
pesar de que “todavía estamos en un período de rodaje”; algo que, por
otra parte, no impide reconocer que se “están vislumbrando muchos
aspectos positivos”.
Ahora
toca renovar la encomienda, en concreto, en la región francófona de
Friburgo ya que Céline Ruffieux, representante del obispo hasta octubre
de 2024 va a trabajar -a partir de ahora- en la prevención de abusos.
Por eso, va a ser sustituida por Aurelia Dénervaud-Pellizzari, hasta a hora, asistente de Céline Ruffieux.
Por
su parte, prosiguió el arzobispo Morerod, los “ex vicarios” se
encuentran “felices” con la encomienda pastoral recibida en su día:
“Están satisfechos con lo que han hecho, y yo estoy realmente contento”.
Es cierto, continuó, que el cambio realizado está logrando “una
aprobación bastante alta” tanto entre unos como entre otros, lo cual no
quiere decir que no esté llevando su tiempo acostumbrarse. En todo caso,
señala, seguidamente, también en el Vaticano se han nombrado laicos, a
menudo mujeres, para puestos de liderazgo en los últimos años.
“Por tanto, prosiguió Philippe Becquart, no estamos ante algo completamente nuevo, sino ante un movimiento general dentro de la Iglesia” que está consistiendo en un
desplazamiento del centro de gravedad “del sacerdocio al bautismo”,
algo que no siempre es fácil de asumir por la gente; en particular para
aquellos que están acostumbrados “a la idea de un sacerdote en cada
pueblo” y a la cercanía resultante. Sin embargo, ha llegado la hora
de que todos los bautizados se den cuenta de que “ellos mismos
constituyen la Iglesia” y de que la asunción de responsabilidades por
parte de los bautizados “muestra una imagen más completa de la Iglesia”.
Por
supuesto, comentó Aurelia Dénervaud-Pellizzari, lo que se está haciendo
no es una “revolución”, sino una adaptación de “las estructuras al
cambio, ante una Iglesia en transición”. Y que esto puede ser percibido
por algunos como una deplorable “sustitución” de sacerdotes por agentes
pastorales, considerándola “una peligrosa forma de desacralización”.
Sin
embargo -retomó la palabra mons. Morerod- no tenemos más remedio que
ser conscientes de que “las reformas nunca satisfacen a todos”. Prueba
de ello es que se me informó -en el transcurso de la visita “ad limina”,
en el Vaticano- que había sido criticado ante el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, sobre todo, por cristianos del mundo italo-anglófono, por esta decisión.
El
Dicasterio envió un mensaje a las nunciaturas de los países en los que
residían los denunciantes, encargando a los responsables de las sedes
diplomáticas comunicarles la no recepción de las acusaciones formuladas y
aclarar lo implementado por mons. Morerod. Es más, se le indicó que
podría haber llamado “vicarios” a los laicos designados para dirigir las
regiones o zonas diocesanas, facilitando una explicación. Es una
decisión que no adopté porque “la explicación habría sido demasiado
compleja”.
Y finalizó su
aclaración indicando que la decisión tomada por él no era única. También
había diócesis francesas que estaban nombrando laicos y mujeres para
puestos de responsabilidad; algo, apuntó, de lo que me enteré más tarde.
Esto demuestra, concluyó, que no vamos “en contra de la corriente de
historia, sino todo lo contrario”.
Era
evidente que mons. Morerod conocía la firme voluntad de Francisco de
hacer partícipes del poder del ministerio ordenado (papal o episcopal y
presbiteral) a los laicos, laicas, religiosas y religiosas, tal y como
se puede aprecia en la Constitución Apostólica “Praedicate Evangelium”
(2022) a la que me referiré más adelante.
He
aquí un claro ejemplo de cómo salir al paso y superar el “entreguismo”
(allí donde exista”) e insuflar ánimo articulando la colaboración entre
ministros ordenados y laicos y acompañando y alentando con entrañas
pastorales la andadura de los posibles restos parroquiales o rescoldos
comunitarios. Es una doble apuesta que merece ser conocida.
Se
trata, como se puede apreciar, de otra “sugerencia” sobre el ministerio
ordenado que -como he indicado más arriba- abre algunas puertas a
quienes -obispos y presbíteros- no están dispuestos a llorar y
“entregarse” al desaliento ante la caída de las parroquias y también
frente a quienes entienden que la tabla de salvación se encuentra en el
retorno a la estrategia pastoral -contrarreformista- que se implementa
cuando se cree -probablemente bastante desesperados- que es la única
salida posible.
Extracto de un capítulo de un libro que está a punto de publicar




No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.