viernes, 28 de noviembre de 2025

El auge de los entierros naturales y sostenibles en Europa

Diamantes hechos de cenizas, bosques funerarios, monumentos restaurados: las formas de despedida son cada vez más diversas. Cada vez más personas desean ser enterradas en armonía con la naturaleza.

Fuente:   DW

Por   Silke Wünsch

20/11/2025


Sencillo y digno: el cementerio Skogskyrkogården de Estocolmo es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.Imagen: Oscar Gonzalez/Sipa USA/picture alliance

Una enorme pared rocosa se eleva sobre una pequeña meseta en la Alta Provenza, en el sur de Francia. A los pies del muro yacen algunas piedras sobre la hierba, aparentemente amontonadas al azar. Pero bajo ellas descansa la ceniza de un joven: era su lugar favorito, y su familia lo llevó allí para su descanso final. En Alemania, esto sería impensable.

En principio, rige la obligación de entierro en cementerio: quien muere debe ser sepultado en un cementerio autorizado, en un bosque funerario o en una zona lacustre designada. ¿Una urna en el propio jardín? Prohibido. ¿Esparcir al viento las cenizas de un ser querido? Tampoco está permitido.

 

Paseos en globo y diamantes

Mientras Alemania se aferra a sus leyes, en otros países la gente busca nuevas formas y lugares para despedirse. En Suiza, por ejemplo, existe el entierro en roca o en praderas alpinas, donde las cenizas se esparcen en la montaña. También es posible un viaje en globo con las cenizas del fallecido, tanto en Suiza como en los Países Bajos. Cuando el globo llega al lugar de la ceremonia, las cenizas se dejan al viento. Las coordenadas se envían luego a los familiares por correo, en un certificado. Otra opción es el entierro aéreo desde un avión.

En la sepultura espacial, ofrecida por empresas estadounidenses, se va aún más lejos: una pequeña parte de las cenizas se envía al espacio. Incluso para ciudadanos alemanes esta modalidad es posible, pese a la obligación de entierro en cementerio, gracias a un vacío legal, pues la mayor parte de las cenizas se deposita después en una urna terrestre.

Cada vez más funerarias ofrecen también la llamada "sepultura en diamante": en un proceso de varios meses, una parte de las cenizas o del cabello del fallecido se transforma en diamantes sintéticos que luego pueden incrustarse en joyas.

 

Tendencia: funerales sostenibles

Para quienes valoran la sostenibilidad incluso después de la muerte, la oferta es cada vez mayor, porque la conciencia ambiental es claramente una tendencia en Europa. En París, se venden tumbas catalogadas del cementerio Père-Lachaise: quien las restaura obtiene derecho a reutilizarlas. Y en Escandinavia y los Países Bajos surgen cada vez más cementerios que apuestan por materiales naturales y por la sostenibilidad.

Muchos países europeos viven un auténtico auge de entierros ecológicos y cercanos a la naturaleza. En praderas o bosques, los fallecidos se entierran en ataúdes biodegradables sin laca ni metal; se evita el embalsamamiento y el uso de químicos.

También la cremación ―que en Alemania representa ya el 81 % de los entierros (2024), según la Asociación para la Calidad de las Instalaciones de Cremación― es objeto de debate ambiental. Los crematorios modernos recuperan calor, y las funerarias ofrecen urnas biodegradables. En Alemania, estas urnas se utilizan cada vez más en los bosques funerarios, donde el sepulcro permanece en estado natural. En algunos lugares son posibles entierros anónimos; en otros, una placa recuerda al fallecido.

 

Convertidos en compost

También hay opciones más naturales: cada vez más funerarias ofrecen el llamado "enterramiento ecológico". El difunto se envuelve en un capullo de paja, heno, flores y un poco de carbón vegetal. El capullo se cierra y se coloca en una especie de cuna que, al cabo de unos días, lo mece suavemente de forma regular. Esto garantiza que la humedad que se genera se distribuya de manera uniforme.

Los microorganismos naturales presentes en el cuerpo humano y en los materiales añadidos descomponen el cuerpo dentro del capullo en un plazo de 40 días, convirtiéndolo en tierra fina. Un filtro biológico impide los olores. Los restos óseos se trituran y se mezclan con la tierra resultante. Todo se lleva a un cementerio, se cubre con tierra y se planta. Las personas pueden incluso decidir antes de morir si prefieren convertirse en una rosa o en un arbusto de lavanda.

 

Pulverizados por congelación extrema

La bióloga sueca Susanne Wiigh-Mäsak es considerada pionera de un método igualmente ecológico: el cuerpo se congela primero a menos 18 grados y luego se sumerge en nitrógeno líquido a menos 196 grados. Así se vuelve tan frágil que se pulveriza mediante leves vibraciones. En una cámara de vacío se elimina el agua y se retiran restos metálicos como empastes dentales.

Los restos se colocan en un pequeño féretro compostable hecho de almidón de maíz o de papa y se depositan en la tierra. Aunque el método está patentado en más de 30 países, aún no se practica en ningún lugar.

Distinta es la criopreservación, en la que el cuerpo se congela a menos 130 grados y se conserva íntegramente, en países como Estados Unidos o Rusia, con la esperanza de una futura reanimación. No obstante, desde el punto de vista científico, esto se considera extremadamente improbable.

La forma en que se sepulta a las personas dice mucho sobre cómo vivieron. Entre una tumba fastuosa y una raíz de árbol no solo media una diferencia estética, sino también un cambio en la forma de pensar sobre religión, propiedad y naturaleza, y, por último, sobre la memoria de quienes ya no están.

(gg/rml)

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.