Donostia activa un recurso para personas sin hogar. Miguel, Luis y Mouhamed dan sus razones para optar por seguir a la intemperie, «para un día, prefiero no ir al albergue»
En: Diario Vasco
10/02/2023
El sevillano Luis en su saco de dormir. Acaba de llegar a Donostia huyendo del frío de Tarbes, adonde volverá en breve para podar sus viñas. / ARIZMENDI
A media tarde ya ha caído la noche, el mayor desafío para quien vive en la calle cuando el invierno golpea como estos días. No hace falta que nieve, granice o hiele, porque «con cinco o seis grados ya es frío. Y el frío es lo peor para pasar la noche. Lo que te salva es poder dormir. Pero como te entre el frío, se pasa muy mal». De hecho, Luis M., un sevillano de 40 años, llegó hace menos de una semana a Donostia desde Tarbes, huyendo de las bajas temperaturas que hielan los Pirineos desde sus pies. Se busca «la vida como temporero en el campo: la temporada del kiwi, el tabaco, la manzana, la vendimia...». Cobra por lo que trabaja. Pero no cotiza ni genera paro. «En el campo no te hacen contratos. Es un problema, pero es lo que hay». Su próxima labor será «la poda de los viñedos, a final de mes o inicio de marzo», y hasta entonces debe «esperar». Huyendo del frío.
Ya conocía San Sebastián. «Me encanta la ciudad, el mar... Y la buena gente». Sin embargo, desconocía que el Ayuntamiento habilita el albergue juvenil de La Sirena, en Ondarreta, para que las personas sin hogar puedan dormir bajo techo cuando arrecia el frío. «¿Pero acaso hoy hace menos frío que el domingo?», responde con una pregunta Luis mientras extiende un saco de dormir sobre unos colchones bajo los arcos de la plaza Gipuzkoa. «El otro día me puse ahí», dice señalando los soportales de la Diputación, «y unos policías me dijeron que no podía estar. Me ayudaron a traer mis cosas aquí», donde ha improvisado una 'alcoba' sin duda precaria para guarecerse de los 6 grados que hacía a las 22 horas. Y la previsión de madrugada era de llegar a 1º o 2º C. Esta noche dan cero grados.
El Servicio de Puertas Abiertas (SPA), popularmente conocido como 'albergue o local del frío', se activa entre el 15 de noviembre y el 31 de marzo, únicamente las noches en las que la agencia vasca de meteorología, Euskalmet, pronostica riesgo de helada. Este invierno por el momento han sido 14 veces, nueve en enero y cinco en lo que va de febrero, con una ocupación que ha oscilado entre las 59 personas la madrugada del viernes pasado y las 112 en la del 22 al 23 de enero. Teniendo en cuenta que el último recuento anual de Kale Gorrian, realizado la noche del 26 al 27 de octubre, localizó a 220 personas de vida en calle –una de cada tres en Euskadi (661), y el cuádruple que cuatro años atrás–, son al menos la mitad las que, por lo que sea, rehúyen del SPA municipal. En nuestro callejeo las encontramos en el Centro, Anoeta, Ategorrieta, Egia...
«Algunos no van porque el albergue no abre a diario y no les compensa ir para un día y arriesgarse a perder su 'txoko' o sus ropas, o porque no quieren dormir con desconocidos, o tienen perros y no pueden meterlos...», explican voluntarias de la Red de Acogida Ciudadana y de Kaleko Afari Solidarioak, que ofrece 150 cenas diarias en tres puntos de la ciudad.
«Me ayuda poder valerme»
Uno de los que opta por dormir al raso es Miguel. Va camino de los 30 años y prefiere no dar su apellido porque su familia «no sabe» su situación de calle. Salió de su casa en Andalucía hace casi una década y ha ido tirando con trabajos «en el campo» y en «chiringuitos», más épocas de okupa. Ahora, con «otra madurez», ha llegado a Donostia en busca del sosiego desde el que «enderezar» un porvenir aún sin rumbo. Desea «trabajar» y acceder a «una vivienda digna, aunque sea compartida pero donde tenga mi independencia», algo que no halla en el 'albergue del frío'. «Hay gente que lleva años sin hogar y mentalmente está mal. Yo no estoy ahí». Y no quiere caer en ese pozo. «Me ayuda verme capaz de valerme por mí mismo». Mal que bien, le ha valido durante una década. Así que se pertrecha con un chándal por encima del pantalón, y al saco.
En la plaza de la Constitución, dos voluntarias tratan de convencer a Mouhamed H. de que pernocte esa noche en La Sirena. No le suena bien la idea a este argelino de 24 años. Primero, porque no sabía que el recurso iba a ser activado y por tanto no se había preparado para ello: según su barómetro corporal, otros días «hizo peor tiempo, con viento frío, y estuvo cerrado». Segundo, porque acudió a él «un día en enero, dejé mis ropas en Ategorrieta y al día siguiente no estaban». ¿Y qué hizo? Agenciarse otras prendas y mantas: «La gente tira mucho».
Hay un tercer motivo por el que no le seduce este albergue. «Con tanta litera, normas y horarios», le recuerda «a la cárcel». Salió de la prisión palentina de La Moraleja (Dueñas) en Navidad, tras casi cuatro años entre rejas por robo. «Entré en una vivienda que creía vacía pero había una mujer. Huí y me cogieron», cuenta. Fue «la necesidad» lo que le llevó a delinquir. «Tenía 20 años y la mentalidad de un niño –se excusa–. Yo tenía 12 años cuando salí de Argelia», en 2010. Dejó a sus padres y hermanos en Orán, al norte del país, y fue al puerto, donde se subió «a los bajos de un camión» y cruzó a Almería. Llegó a Francia, donde estuvo un tiempo en un centro de menores y un año con una familia de acogida. Probó fortuna en Alemania y Países Bajos, pero, sin papeles, ambos países le «expulsaron» a España. Asegura que en Alemania «nadie duerme en la calle. En cuanto la policía te ve o le avisan, te llevan a la fuerza. Aquí te dejan y solo abren el albergue si hace mucho frío».
Con los años, ha logrado un empadronamiento y en prisión se tituló en «cocina y manipulación de alimentos». Lleva encima sus papeles y los muestra con rabia por no hallar empleo. «Ya he ido a Lanbide. Pero hay mucha desconfianza hacia los magrebíes. Me llama la atención que en Argelia hay mucho vasco con asilo político que vive tranquilamente, pero aquí los argelinos estamos mal vistos. Es duro. Yo ya no pienso en robar, pero no veo la forma de conseguir trabajo y salir de la calle».
Todos los municipios de Gipuzkoa son relativamente pequeños, incluida Donostia, donde cualquiera se cruza con rostros conocidos a diario. Como los del húngaro Mickey y el malagueño Julio, inconfundibles ambos con sus perros, su «familia» y también el motivo por el que no pueden ingresar en ningún recurso institucional. «'Flaqui' era una cachorra de un mes cuando la encontré en un basurero en Santander. No la voy a abandonar nunca», asegura este elegante andaluz, que llegó a Donostia con 50 años hace casi cuatro. Su vida, matrimonio incluido, saltó por los aires cuando la crisis de la construcción arrasó miles de empleos como el suyo. Y ahora, «duermo donde puedo».
En ese lugar tan itinerante como azaroso se recuesta cuando no trabaja Luis M., el sevillano que abría estas líneas. Se ajusta la capucha del plumífero, se acurruca en el saco, enciende un pitillo y agradece la charla. «No todos los días encuentras gente que te escuche. Y viene bien hablar, y 'soltar'...». Por ahora no se plantea regresar a Sevilla, donde viven su exmujer, con «trabajo estable», y su hija, que estudia Psicología. Él habría agradecido un diván cuando su vida se truncó en apenas un chasquido de dedos: «Me deprimí, y me fui a Inglaterra en busca de trabajo». Ahí sigue, dando vueltas. Ya lo advirtió a finales de enero en este periódico el presidente de Cruz Roja Gipuzkoa, José Luis Peña: «La línea que separa el riesgo de vulnerabilidad es mucho más fina, puede ser que hayas perdido el trabajo o te hayas separado, y de pronto te embargan. Es fácil entrar ahí y es muy difícil salir». Y el frío congela el alma.
Casi 3.000 firmas piden abrir a diario el Servicio de Puertas Abiertas
Más de 2.900 personas han dado su apoyo a la recogida de firmas emprendedida por la Red de Acogida Ciudadana, KAS (Kaleko Afari Solidarioak) y SOS Arrazakeria, con el fin de conseguir que el Ayuntamiento de San Sebastián abra todos los días de invierno el Servicio de Puertas Abiertas (SPA), con el fin de que las personas sin hogar puedan dormir bajo techo «durante toda la temporada invernal» y no solo las noches en las que hay previsión de heladas. La recogida de rúbricas se ha habilitado en la plataforma change.org, y el objetivo de los colectivos que la han impulsado es alcanzar las 5.000.
Esta misma reivindicación ya la llevaron a cabo también el año pasado, aunque entonces lo hicieron durmiendo varios días en la calle. «Se ve que no tuvimos mucho éxito, porque el año pasado abrieron el albergue diez días, y este año está siendo parecido». Desde el Ayuntamiento trasladan que ya acoge en otros recursos a personas en exclusión social, y que el SPA es un refugio extraordinario, de ahí que opte por no abrirlo a diario.
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