viernes, 24 de febrero de 2023

Calentando motores hacia el 8 de marzo

A raíz del escrito de González Faus en religión Digital titulado Carta al obispo de Roma: “¿Sacerdotisas o constructoras y cuidadoras?”

Fuente:     ATRIO

Ana Rodrigo

24/02/2023

 

Empiezo por decir que yo no quiero ser sacerdotisa, lo que no impide que reivindique el derecho de aquellas mujeres que quieren serlo, con este sistema o con otro alternativo, que esto sí lo deseo.

No sólo es una satisfacción personal que haya hombres feministas o que intenten serlo, como González Faus, sino que es necesario, porque, como dijo la actriz Susi Sánchez en la entrega de los premios Goya, en la sociedad somos el 50% de mujeres, vosotros sois el otro 50% y yo añado, la causa de nuestra situación viene del género masculino. Pues bien, yo digo, en la Iglesia, las feligresas somos más el 80% y el resto son hombres, pero en el sacerdocio somos el cero por ciento, el cien por cien hombres.

Si el cien por cien de sacerdotes son hombres, ¿por qué González Faus acusa a un grupo de feministas que reivindicamos el sacerdocio diciendo que: “obliga también a las mujeres a preguntarse si lo que quieren es ser sacerdotisas o ser constructoras y cuidadoras de comunidad cristiana: pues algunas (no todas) dan la impresión, por su manera agresiva de reclamar, que buscan más la gloria de la primera alternativa, que el trabajo abnegado y caritativo de la segunda.” (negrita es mía).

 No conozco a ninguna mujer de iglesia, que se ha manifestado nunca en busca de gloria, poder o privilegios para justificar su reivindicación al sacerdocio y, es obvio, que aún no se les ha dado ni siquiera la oportunidad para hacerlo. Aquí, en vez de criticar una cosa inexistente, mejor sería incidir en que el actual sacerdocio, desde el Papa, pasando por todos los niveles jerárquicos que tiene la pirámide clerical, el poder, los privilegios y hasta la vanagloria desde “el púlpito”, de su superioridad moral y de élite, son ellos, los clérigos. Los párrocos, (Con excepción de Enrique Castro y sus compañeros) además, tienen un “despacho” administrativo de funerales, comuniones y bodas, algunos cobrando. Las mujeres a limpiar el templo, lavar y planchar los manteles, poner las flores, dar las catequesis, leer las lecturas que no sean el Evangelio, etc. Es decir, servir

Dice Faus que, cuando entren las mujeres en el sacerdocio, hombres y mujeres deben ser constructoras y servidoras. Justamente eso es lo que siempre hemos hecho  y seguimos haciendo las mujeres, constructoras de hogar y servidoras de toda la familia, infancia, vejez, dependientes, tareas de la casa, colegios de l@s hij@s, aunque cada vez más, con participación de los maridos y padres. Yo lo que nunca haría es ir al Vaticano a hacerle la cama, a lavarle y plancharle la ropa, a hacer la comida, a limpiar los palacios, a hacer de secretaria, y otras cuestiones semejantes, a los habitantes hombres clérigos todos del Estado Vaticano. Es el único estado en el mundo ¡¡¡!!! en el que los habitantes son hombres y clérigos, y las mujeres, sirvientas, muchas, supongo, que monjas célibes, a su servicio. Es decir, un estado de vírgenes y célibes. Es raro, raro, ¿verdad? Bueno, Francisco ha hecho algún cambio, pero minúsculo, insignificante, puesto que ninguna mujer tiene capacidad de decisión en cuestiones teológicas.

Lo que no me vale tampoco, es que las mujeres sean aceptadas en el “sacerdocio”, o como curas (de eso, de curar, sabemos bastante), porque hay muchas comunidades que no puedan recibir los sacramentos porque no hay sacerdotes hombres.

¡¡¡NO!!!, y mil veces no. Nosotras no somos de segunda clase, para ocupar “puestos” porque no hay hombres. Somos seres humanos hijas de Dios igual que los hombres. Y el testimonio de Jesús debió ser tan rotundo y contundente  con el tema de las mujeres, que los evangelios nos lo recuerdan en distintas ocasiones: María, Marta, la samaritana, María la de Magdala, las prostitutas como preferentes, las mujeres valientes que no se escondieron cuando Jesús pasaba sus crueles y últimos momentos de su vida, abandonado por Dios pero no por la mujeres, y, finalmente, las que dieron testimonio de que lo de Jesús no se quedó en la tumba, la Resurrección.

Dice Faus: “: “A mí hoy me causa dolor que algunas comunidades de vida contemplativa se vean privadas (por falta de clero, por imposibilidad de traslado de gente mayor…) de esa participación eucarística que el mismo Catecismo de la Iglesia católica califica como “corazón y cumbre de la vida de la Iglesia” (n. 1407). Creo que, como los primeros cristianos, estamos obligados a buscar un remedio a esa exclusión.” Sin comentarios, por mi parte.

 


 

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