viernes, 11 de octubre de 2024

Ante parroquias en caída libre: la promoción de “equipos pastorales de base” (II)

Un resto parroquial o rescoldo comunitario lo forma un colectivo —como mínimo— de 20 o 30 personas dispuestas a constituirse en comunidad estable o asentada en un tiempo que puede oscilar entre 6 y 9 años. Para que ello sea medianamente viable, se trata de personas que, además de adherirse libre y voluntariamente a este resto o rescoldo, están dispuestas a entregar un mínimo de 2 horas semanales para alcanzar tal objetivo, previo conocimiento de las líneas mayores de lo que supone ser una comunidad viva y con futuro, es decir, estable o asentada.

 

Jesús Martinez Gordo

 

Una vez efectuado este primer paso —con la correspondiente información y discernimiento personal— se constituye el resto parroquial o rescoldo comunitario para diagnosticar conjuntamente la situación de la parroquia, fijar las preferencias pastorales más inmediatas y elegir el “equipo pastoral de base” o “equipo ministerial de base” por tres años. Cuando el resto parroquial o rescoldo comunitario procede a una tercera o cuarta elección (asunto que habrá que acordar) puede auto-comprenderse y ser reconocido como comunidad estable y asentada.

Por tanto, el equipo pastoral de base o equipo ministerial de base presta su servicio por un tiempo determinado, en comunión con la Iglesia universal (con encomienda del sucesor de los apóstoles que preside la iglesia local) y acompañados por un sacerdote[1].

Así pues, si es incontestable que dicho “equipo pastoral de base” no es el resto parroquial o el rescoldo comunitario —y menos, la parroquia en caída libre—, sino su grupo animador, también lo es que, sin él, es sumamente difícil que tal parroquia en caída libre pueda tener un futuro medianamente razonable.

Tal “equipo pastoral de base” o “equipo ministerial de base” ha de estar formado —en sintonía con la experiencia de la diócesis de Poitiers con mons. A. Rouet al frente— por tres “ministerios o servicios reconocidos” (en consonancia con los tres pilares fundamentales de la Iglesia y de toda comunidad cristiana) y por dos “delegados” (el de la economía y vida material y el de la coordinación y representación), todos ellos necesarios para el buen funcionamiento del resto parroquial o del rescoldo comunitario.

 

Los servicios o ministerios laicales

Los tres ministerios laicales –perfectamente reconocibles como “instituidos” a la luz de “Ministeria quaedam” 1972- son los referidos, el primero de ellos, a la palabra, el anuncio de la fe o la evangelización; el segundo, a la oración, la liturgia, la celebración sacramental o la espiritualidad; y, el tercero, a la caridad y la justicia.

 

1.- La palabra y el anuncio de la fe

Aquel a quien se elige y encomienda el anuncio de la fe sabe que su responsabilidad es bastante más que transmitir el catecismo a los niños. Le corresponde la evangelización de los jóvenes y de los adultos, el trabajo con los movimientos y, en general, todo lo referido al catecumenado y a la formación. Así entendida, se trata de una encomienda que sobrepasa las posibilidades de una sola persona.

Por eso, es muy probable que su primera tarea consista en invitar a otros miembros de los que forman parte del resto parroquial o el rescoldo comunitario a corresponsabilizarse con él en tal servicio para el que ha sido elegido y enviado.

Después, en un momento posterior, habrá que repartir las tareas según su naturaleza (niños, adolescentes, adultos) y según las posibilidades de las personas disponibles (media hora, una, dos horas o lo que sea a la semana).


2.- La liturgia, la oración, la espiritualidad

A este servicio o ministerio le compete el cuidado del local y de los medios necesarios para la celebración de la fe, pero, sobre todo, la animación de la oración dominical; y con ella, el cuidado de la espiritualidad.

Como sucede con el ministerio dedicado al anuncio de la fe, una de sus primeras tareas también ha de pasar por reunir y animar un equipo de personas que le ayuden en la encomienda recibida.

En las comunidades locales de Poitiers, a diferencia de lo que sucede en otras diócesis, se celebra el día del Señor todos los domingos del año, se cuente o no con la presencia de un presbítero. Son comunidades en las que se evitan las Asambleas Dominicales en Ausencia de Presbítero (las ADAP), habida cuenta de que no se reúnen “en ausencia” de un presbítero, sino para encontrarse con Cristo. Los hechos señalan, apunta mons. A. Rouet, que los encuentros dominicales de los miembros de la comunidad local, con o sin sacerdote, están teniendo una buena acogida. Prueba de ello es que se está incrementando el número de comunidades que se reúnen dominicalmente en los últimos años.

Además de estas tareas fundamentales, hay otras derivadas en las que la creatividad de este ministerio adquiere una gran importancia. No son tareas menores, por ejemplo, tener abierta la Iglesia para que se pueda rezar o animar una (o varias) jornadas de oración en alguno de los monasterios de la diócesis, asociados a una iniciativa de este estilo u otro tipo de iniciativas, tanto en los tiempos fuertes del calendario como fuera de ellos.

 

3.- La caridad y la justicia.

Finalmente, el ministerio o servicio de la caridad y de la justicia, es el que está atento a paliar la miseria y el sufrimiento más inmediato y urgente sin desatender las raíces estructurales de los mismos

Caritas es uno de los rostros institucionales, importantes y más visibles, del servicio eclesial a los sufrientes y a los necesitados. Pero no es la única mediación ni agota las posibilidades de visibilización de dicho pilar eclesial.

Junto al voluntariado y a los profesionales de esta institución es importante que el resto parroquial o el rescoldo comunitario promueva el “ministerio laical de la caridad y de la justicia”. Se trata de un ministerio o servicio que sea la voz de las comunidades locales en el mundo más cercano de los pobres, de los que claman justicia, de los sufrientes, de los enfermos, de los ancianos, de los que viven solos y de todas aquellas personas que quedan fuera de los programas institucionales de reinserción. Y que, a la vez, sea la voz de estas personas y situaciones en el seno de las comunidades locales.

No hay que descartar, por ejemplo, la posibilidad (como así se hace en otras diocesis europeas) que este ministerio o servicio laical —con su correspondiente grupo de colaboradores, si se estima necesario— no solo acompañe a los enfermos, sino que, incluso, presida la oración de la comunidad en los funerales. Normalmente, suele ser un servicio que es bastante bien aceptado si ha existido previamente relación con las familias afectadas. Y no lo es tanto cuando no ha habido trato con la persona fallecida o con su familia.

 

4.- Los delegados de economía y de la coordinación

Pero el resto parroquial o el rescoldo comunitario también ha de garantizar, para su buen funcionamiento, la gestión, por un lado, de la economía y de la vida material y, por otro, el de la coordinación del equipo pastoral de base, así como el de su representación. A quienes asumen estos dos servicios se les conoce como el “delegado (de la comunidad) para los asuntos económicos y materiales” (en el primero de los casos) y como el “delegado de pastoral o representante de la parroquia” (en el segundo).

Son dos personas con un perfil gestor que elige y nombra el resto parroquial o el rescoldo comunitario, sin necesidad, por ello, de una encomienda oficial del obispo y que forman parte del equipo pastoral o equipo ministerial de base.



[1] Pliego. Vida Nueva, julio 2015

 

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