jueves, 12 de agosto de 2021

Un cambio de paradigma eclesial

Fuente:   Cristianisme i Justicia

06/08/2021

 

  

Thomas S. Kuhn (1922-1996), físico, historiador y filósofo de la ciencia, fue quien fundamentó y popularizó el tema del cambio de paradigma (CdP) en el mundo científico. Pero su intuición puede aplicarse a otros ámbitos.

Paradigma es un esquema de la realidad, reconocido por la comunidad como marco de referencia que incorpora conocimientos, valores y concepciones simbólicas que permiten situar y resolver los nuevos problemas.

Cuando el paradigma es universalmente aceptado tenemos un tiempo normal y permite la solución de los nuevos problemas desde el paradigma habitual. Sin embargo, a veces surgen nuevas cuestiones que ya no permiten ser solucionadas desde el paradigma habitual, son anomalías que cuestionan el paradigma habitual.

Se genera entonces un tiempo de incertidumbre, de crisis y de conflicto que provoca un cambio de paradigma. Surge entonces un nuevo paradigma que, a pesar de las resistencias de ser aceptado por los defensores del paradigma anterior, luego de un tiempo de transición, acaba siendo asumido por la comunidad.

Indudablemente este modelo de Kuhn sobre los cambios científicos no puede ser aplicado a la Iglesia sin correcciones. Tenemos un criterio último para juzgar la verdad de un paradigma que es la revelación Palabra de Dios y la fe cristiana de la gran Tradición eclesial.

Pero esto supuesto, hay mucha semejanza entre el CdP científico y el eclesial, tanto en los momentos de crisis como en la búsqueda de nuevos paradigmas y las tensiones eclesiales ante la novedad de un CdP. Podemos, pues aplicar este esquema de CdP no de forma matemática, pero sí analógica, a los cambios eclesiales y teológicos de hoy.

La historia de los concilios de la Iglesia, desde la Asamblea apostólica de Jerusalén (Hch 15) hasta el concilio Vaticano II, son ejemplos de la necesidad de la Iglesia de un CdP para poder expresar la fe de modo que responda a los nuevos contextos históricos y culturales.

Los cristianos creemos que este proceso eclesial está siempre guiado por la acción dinámica del Espíritu que nos va guiando hacia la verdad plena (Jn 16,13).

 

El Vaticano II, un nuevo paradigma

Tanto en la convocación del Vaticano II por Juan XXIII en 1959, como en su discurso inaugural en 1962, aparece el deseo de que la Iglesia, iluminada por el Espíritu, pueda anunciar el Evangelio al mundo moderno, no como profetas de calamidades que ven inminente el fin de los tiempos, sino con fe en la Providencia de Dios que guía la historia. Más que reprimir y condenar errores, la Iglesia hoy desea mostrar la luz de la verdad de forma paciente y benigna. Prefiere usar la medicina de la misericordia más que condenar con severidad los errores. Juan XXIII distingue el depósito de la fe, de la forma como se expresa, ateniendo a una actitud prevalentemente pastoral. Se intuye ya un CdP.

El esquema que se había preparado sobre la Iglesia, es rechazado por los obispos del Vaticano II por creerlo clerical, juridicista y triunfalista. Se propone una Iglesia Pueblo de Dios, sacramento de salvación, en camino hacia la escatología. Se habla de la prioridad de la Palabra en la vida de la Iglesia, del sacerdocio común de todos los bautizados, de la vocación universal a la santidad, del diálogo ecuménico, de la posibilidad de salvación fuera de la Iglesia católica, del diálogo interreligioso, de la libertad religiosa y la libertad de conciencia personal. Se reconoce la acción del Espíritu en la Iglesia, dador de dones jerárquicos y carismáticos. Este Espíritu actúa en la historia de la humanidad y se manifiesta a través de los deseos profundos del pueblo: son los llamados signos de los tiempos que hay que escuchar y discernir (Gaudium et spes 4;11;44).

Las anomalías del paradigma de cristiandad anterior que desde hacía siglos se cuestionaban (fuera de la Iglesia no hay salvación, Iglesia clerical donde los laicos son sujetos pasivos, la vocación a la perfección solo para algunos, sin carismas, liturgia exclusivamente en latín, visión negativa de otras Iglesias cristianas y de las religiones, Iglesia unida al Estado, Iglesia piramidal, etc.) se resuelven con un nuevo paradigma ecuménico, de diálogo con el mundo moderno, Iglesia Pueblo de Dios, todo él llamado a la santidad, etc. Hay una vuelta a las fuentes (resourcément) y una puesta al día (aggiornamento).

 

El Postconcilo

Como en todo cambio de paradigma, también en el postconcilio hubo resistencias al nuevo paradigma. Su símbolo es el obispo Marcel Lefèvbre para quien el Vaticano II era neoprotestante y neomodernista. Juan Pablo II acabó excomulgando a Lefèvbre cuando este comenzó a ordenar obispos al margen de Roma.

Pero incluso los que asumían el nuevo paradigma tenían miedo de sus consecuencias. Pablo VI hizo añadir a Lumen Gentium una Nota previa que frenaba la colegialidad episcopal; en su encíclica Humanae vitae, sobre el control dela natalidad, no se atrevió a situar el amor como el centro de la vida conyugal. En tiempo de Juan Pablo II se consideró peligrosa la expresión “Iglesia Pueblo de Dios” y se prefirió la tradicional de “Cuerpo de Cristo”; la Congregación de la fe dirigida por Ratzinger frenó la importancia de las conferencias episcopales y criticó la teología de la liberación. Se intentó resaltar más la continuidad del Vaticano II con la tradición anterior (el antiguo paradigma) que su novedad. El teólogo Juan Luís Segundo escribió una carta a Ratzinger en la que le decía que su crítica a la teología de la liberación en el fondo era un ataque al Vaticano II que había hablado de los signos de los tiempos y de la dimensión histórica de la salvación.

La gran mayoría de fieles cristianos aceptó el CdP con mucha alegría y lo asumió, sacando sus consecuencias. La Iglesia Latinoamericana reunida en Medellín en 1968 recibió el Vaticano II desde un continente pobre e injustamente marginado y escuchó en la voz de los pobres la voz del Espíritu. De allí surgió la opción por los pobres, la necesaria denuncia de las estructuras injustas, la lucha por la justicia y la importancia simbólica del Éxodo, un tema que el Vaticano II, liderado por obispos y teólogos del mundo centroeuropeo había preterido.

 

¿Un nuevo paradigma eclesial?

La Iglesia, sobre todo con Francisco, ha ido sacando otras consecuencias del nuevo paradigma del Vaticano II:la apertura a la ecología (Laudato si’), a la fraternidad universal (Fratelli tutti), al amor conyugal como centro del matrimonio que convive con la imperfección, la disculpa y los límites del ser amado (Amoris laetitia); crítica al sistema económico que mata y a la globalización de la indiferencia ante emigrantes y descartados. Francisco propone una Iglesia en salida hacia la periferia, hospital de campaña, que huela a oveja, no aduana sino madre misericordiosa, que callejea la fe; se resalta la importancia de la piedad y espiritualidad popular, la Iglesia es una pirámide invertida, el clericalismo es la lepra de la Iglesia, hay que respetar las culturas en una Iglesia poliedro.

El concepto de sínodo y la sinodalidad eclesial se convierten en el nuevo estilo de Iglesia para el siglo XXI. La sinodalidad es la actitud de una Iglesia en camino que escucha a todos, porque lo que afecta a todos debe ser compartido por todos; el pueblo de Dios tiene la unción del Espíritu y no puede equivocarse en su fe (Lumen gentium 12)

Francisco ha sido objeto de ataques furibundos: hereje, comunista, no sabe teología, está deshaciendo la Iglesia, etc. En realidad, Francisco no ha hecho más que deducir algunas consecuencias del CdP del Vaticano II, leído a la luz de los signos de los tiempos de hoy.

Pero quedan todavía asignaturas pendientes del CdP del Vaticano II: el rol de la mujer en la Iglesia y la posibilidad de acceder al ministerio ordenado, la no obligatoriedad del celibato presbiteral, una postura abierta y dialogante con los miembros del colectivo LGTBIQ, consultar a la comunidad la elección de nuevos pastores, potenciar las Iglesias locales, reformar la curia, desligar al obispo de Roma de la presidencia del Estado Vaticano, etc.

Más que hablar de un nuevo CdP, habría que tomar en serio las exigencias del Vaticano II, auscultar al Espíritu del Señor en los signos de los tiempos, desde una Iglesia sinodal, en comunión y en camino. La sinodalidad comienza desde la periferia, pues el Espíritu del Señor actúa desde abajo. ¿No había afirmado ya Juan XXIII que la Iglesia de los pobres tenía que ser el rostro de la Iglesia del Vaticano II?

 

 Victor Codina. cristianismeijusticia.net

 

 

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