jueves, 26 de agosto de 2021

Hay que tomar en serio a los atletas paralímpicos

Los Juegos Paralímpicos no deberían enfocarse continuamente en las discapacidades de las y los atletas, sino, sobre todo, en su rendimiento, opina Stefan Nestler.

 

Fuente:   DW

25/08/2021

 


Juegos Paralímpicos de Tokio 2020: el atleta Pedro Pablo de Vinatea durante una exhibición de parabadminton.

 

Marcus Rashford es, según sus propias palabras, un fan. "Gente, ¿cuándo empiezan los Paralímpicos?”, tuiteó el jugador de fútbol del equipo nacional inglés. "Superhéroes de la vida real”, los llamó. A algunos de ellos, el delantero del Manchester United les deseó mucha suerte en Tokio en otros de sus tuits, como, por ejemplo, a la joven británica Ellie Challis, que debutó en los Paralímpicos. Cuando tenía 16 meses sufrió una meningitis, y le tuvieron que amputar ambas piernas y antebrazos. Entretanto, Challis tiene 17 años y nada en Tokio por el oro paralímpico.

Seguramente no habrá nadie que no se saque el sombrero ante las y los atletas paralímpicos. A pesar de todas las dificultades físicas y de otro tipo, se han convertido en deportistas de élite, siguieron su camino consecuentemente, un camino que ahora los lleva a Japón. Pero a ninguno de ellos se le ocurriría describirse como un "superhéroe”. Sí, el deporte los ayudó a llevar las riendas de su vida, les brindó autoestima y les permite experimentar unión con los demás y también felicidad. Pero ¿eso no es lo que viven también otros deportistas exitosos?

 

Deportistas especiales

"No me siento como un deportista discapacitado, solo soy un deportista con una particularidad física”, me dijo una vez el varias veces campeón de tenis de mesa paralímpico Rainer Schmidt, que nació sin brazos. Schmidt ganó una medalla de oro en un torneo individual en 1992, en Barcelona, en una final ante 12.000 espectadores entusiasmados. "¿Si pensé alguna vez en mi discapacidad durante el juego? ¡Ni una sola vez! ¿Si deseé jugar con brazos en las Olimpíadas? ¡Nunca!”, escribió más tarde Schmidt. "Yo jugué tenis de mesa, solo tenis de mesa, nada más. No estoy compitiendo como discapacitado, sino como atleta”.

Como un atleta enfocado en un objetivo, que en el momento decisivo tiene que demostrar un rendimiento excelente y controlar su nerviosismo para poder imponerse. Y que, al final, puede quedarse con las manos vacías porque no pudo dar lo mejor de sí, o tal vez porque le faltó muy poco para triunfar, aunque fuese solo esa pequeña pizca de suerte.

 

Entusiasmarse y lamentarse con ellos

También en Tokio habrá suficientes momentos de victoria y derrota, de euforia y desilusión. En eso, los Juegos Paralímpicos no se diferencian de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, es probable que otra vez aflore la discusión sobre las distintas clases de competición mundial. La clasificación de las discapacidades es verdaderamente la materia pendiente permanente en el deporte paralímpico, más allá de otras. Pero se la elabora también de continuo. Y, para ser sinceros, ¿alguien se puso a discutir alguna vez, durante los 100 metros llanos o los saltos en Tokio qué ventajas tiene contar con algunos centímetros más de altura?

Entusiasmémonos con las y los atletas paralímpicos, crucemos los dedos para que ganen, para que puedan desarrollar su mejor rendimiento. Celebremos con ellos sus victorias y lamentemos sus derrotas. Tomémoslos en serio simplemente como deportistas de alto rendimiento en los Juegos Paralímpicos, y no los glorifiquemos como "superhéroes de la vida real”, aunque verdaderamente lo sean.

 

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