Fuente: Religión Digital
05.08.2021
(a) La Iglesia actual, separada desde mediados del siglo II del judaísmo rabínico, es el resultado de más de un siglo de historia, que comienza con la vida-muerte de Jesús y se consolidad a través de una serie de acontecimientos y decisiones ejemplares que pueden condensarse así: (1) El testimonio y acción ejemplar de unas mujeres que amaron a Jesús y le sintieron vivo en sus vidas. (2) El surgimiento de grupos y comunidades de seguidores en Jerusalén y Galilea. (3) La entrada de grupos de creyentes de mentalidad helenistas, con la misión de Pablo, la redacción de los evangelios etc. Sólo en la primera mitad del siglo II se puede hablar de una Iglesia cristiana propiamente dicha y de una nueva religión.
(b) Por eso, en un sentido, se puede y se debe afirmar que Jesús fundó la Iglesia. Pero, en otro sentido, hay que decir que la fundaron sus discípulos, en un proceso pascual de varios decenios. Por sí mismo, Jesús no organizó la Iglesia, sino que anunció y preparó la llegada del Reino de Dios, pero su anunció y la experiencia de su vida desembocaron en el surgimiento de una serie de comunidades mesiánicas, animadas por el Espíritu de Jesús, que se vincularon como Iglesia. Él no quiso fijar un organigrama social (como hicieron en Qumrán), ni construir unas instituciones sagradas independientes, capaces de sustituir a las que ya existían, pero su movimiento desembocó de un modo natural en la Iglesia (a través de eso que he llamado la experiencia carismática de sus discípulos).
Dos interpretaciones
En este contexto se pueden dar dos interpretaciones, que van más allá de la pura historia, de manera que deben entenderse de un modo confesional.
(a) Algunos investigadores han afirmado y siguen afirmando que el surgimiento y, sobre todo, el desarrollo y fijación de la Gran Iglesia en el siglo II d.C. es un fenómeno cultural muy complejo, pero no responde a la intención básica de Jesús, ni recoge las claves básicas de su movimiento. En esa línea, ellos tienden a negar toda relación causal entre Jesús y la Iglesia. Pero esta visión resulta minimalista y, en el fondo, carente de Jesús: Sin el impulso y testimonio múltiple del mensaje, vida y muerte de un hombre como Jesús resulta inexplicable el surgimiento de las diversas comunidades y la unión posterior de gran parte de ellas como Iglesia.
(b) Otros, en cambio, pueden decir (y decimos) que ese despliegue de la Iglesia recoge la intención fundamental de Jesús, de manera que ha sido él quien la ha fundado básicamente y quien la sigue manteniendo, por obra de un impulso y presencia que podemos llamas "espíritu" de Dios. Los cristianos han interpretado ese nuevo "espíritu" (del que ellos se sienten portadores) como nueva y más honda presencia, a quien conciben como "resucitado", viviendo y actuando en ellos, de una forma hasta entonces desconocida, pero totalmente real. Dicho eso, debemos añadir que la forma de entender esa iglesia (tal como ha sido ha sido fijada por los discípulos de Jesus a lo largo de todo el siglo I y de comienzos del II d.C.) varía según las diversas confesiones cristianas (católicos, protestantes, ortodoxos).
Notas de la Iglesia
Se dice en el Credo que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica… Pues bien, situándonos en un momento anterior, he querido recoger las notas fundamentales de las diversas Iglesias tomándolas como momentos integrantes del despliegue pascual de Jesús:
Experiencia compartida de Jesús. Lo que llamamos la Iglesia ha nacido y se ha expresado durante largos decenios a través de una serie de comunidades que mantienen la memoria de Jesús y están vinculadas, de algún modo, a Israel, pero que terminan siendo autónomasy se mantienen en comunión unas con otras, siendo capaces de regirse y de organizarse de un modo autónomo, ofreciendo a sus miembros un espacio de convivencia y comunicación, desde la presencia «simbólica» (pascual) de Jesús. En ese sentido podemos hablar de una federación de iglesias.
El futuro ha llegado. Las iglesias tienen la certeza de que con ellas comienza un "tiempo nuevo", una especie de mutación transcendental de la vida. Ellas viven entre dos tiempos: el pasado de una humanidad condenada a la muerte (al fracaso) y el futuro de la culminación en Dios, por medio de Jesús resucitado. Esa experiencia de vivir entre dos tiempos marca plenamente su vida. Sólo cuando la espera de la culminación (del nuevo tiempo que viene por Jesús resucitado) se alarga, de manera que esa parusía o presencia final de Jesús (con el fin de este mundo) no aparece como algo inmediatamente próximo, ellos (esos creyentes de Jesús) sienten la necesidad de organizar mejor su forma vida en el mundo, en el tiempo de la espera. De esa forma, desde el recuerdo/presencia de Jesús y la esperanza de su "vuelta" (la culminación de su proyecto de Reino de Dios) puede surgir y surge una iglesia (en el sentido actual de la palabra).
Un experiencia de vida común, una forma de oración y comunión social. Sólo hay iglesias donde existe y se cultiva un tipo de memoria afectiva y celebrativa, personal y comunitaria de Jesús, propia de ese tiempo dilatado de esperanza, marcado por la celebración pascual de la presencia del Señor y por una vida fiel a su proyecto de vida (tal como se expresa en el Sermón de la Montaña). En esa línea, no se puede hablar de iglesia cristiana sin el surgimiento de unos signos específico, vinculados a la memoria y acción de Jesús, como son los exorcismos y/o de un modo especial los sacramentos (bautismo, eucaristía…), que definen y distinguen a los seguidores de Jesús, frente a otros grupos judíos de aquel tiempo. En este contexto se sitúa la disputa cristiana sobre comidas especiales (tipo kosher), propias de otros tipos de judaísmo y sobre la circuncisión.
Un comportamiento mesiánico. Sólo hay iglesia donde puede hablarse de un estilo de vida especial, en la línea aquello que hacía y decía Jesús, tal como aparece en el Sermón de la Montaña de Mateo o en la experiencia de la justificación por la fe, de la que habla Pablo. Ese estilo de vida constituye una reinterpretación mesiánica de la ley «nacional» del judaísmo, entendida en un sentido exigente (los cristianos pertenecen a un tipo de judaísmo radical), desde la profecía de Israel (con su visión ética) y, sobre todo, desde la experiencia de Jesús.
Para todos. Finalmente, sólo se puede hablar de Iglesia cristiana cuando existe una apertura o misión universal del mensaje de Jesús (y de la Ley israelita), superando un tipo de «cerca sagrada» que empieza a establecer, en otra línea, el judaísmo rabínico. El movimiento de Jesús solo se define plenamente y alcanza su propia identidad allí donde las diversas comunidades cristianas comparten un tipo de mensaje y modelo de vida que puede abrirse a todos los hombres, vinculando así la radicalidad de Jesús y la universalidad de su proyecto mesiánico.
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