Hace un año que siete comunidades cristianas del barrio San Francisco de Bilbao nos hicimos presentes entre vosotras y vosotros con la reflexión: Esperanza y compromiso con un futuro mejor para nuestro barrio. Ahora que 2025 toca a su fin queremos aprovechar el tiempo privilegiado que nos ofrece el Adviento para contrastar nuestra fidelidad al proyecto liberador de Dios impulsado por Jesús de Nazaret a quien decimos seguir y ofreceros nuestra reflexión a través de un nuevo mensaje de esperanza dirigido a nuestras vecinas y vecinos, a las hermanas y hermanos de la comunidad eclesial y de otras confesiones religiosas, a las organizaciones y redes con las que compartimos trabajo y lucha por un barrio mejor, a las instituciones públicas responsables de posibilitar el desarrollo de una vida digna para todas las personas y a todos los agentes sociales y personas de buena voluntad que día a día se implican en la construcción de una sociedad más justa, equitativa y solidaria.
Volvemos la mirada a la realidad mundial que hemos vivido en este año 2025 que termina y nos asombramos de la capacidad del ser humano de generar avances y productos tecnológicos, inimaginables hasta hace bien poco, y a un ritmo tan vertiginoso que no nos da tiempo a seguir y comprender. Pero nos irrita y enfada ver que esta tecnología que podía ser utilizada de forma democrática para el desarrollo de las personas y los pueblos, muchas veces es usada por gobiernos, instituciones, empresas o particulares para sesgar, controlar y discriminar a amplios sectores de la sociedad.
Las guerras transmitidas en directo y las silenciadas o contadas a cuentagotas han elevado nuestra capacidad de indignación y nuestra sensación de impotencia a niveles muy altos. Denunciamos el genocidio que se está produciendo contra el pueblo palestino y manifestamos nuestra solidaridad con el sufrimiento que sigue padeciendo, aunque los medios de comunicación hayan prácticamente dejado de informarnos de lo que sucede. Resuena en nosotras la voz del profeta: Forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. (Isaías 2, 4).
No es menos preocupante la ola de racismo y xenofobia que por allá y por aquí se va extendiendo, excluyendo y deshumanizando a un amplio sector de la sociedad.
Cuando volvemos la mirada a nuestro entorno más cercano, nos encontramos con que muchas de las personas que habitan nuestros barrios siguen muy afectadas por la inseguridad ante un futuro oscuro e incierto, la intranquilidad, el desánimo, el sufrimiento y la desesperanza. Experiencias, todas ellas, motivadas por la falta de empleo y de salario; las condiciones de su salud; la soledad no deseada; la violencia patriarcal hacia las mujeres en sus múltiples expresiones; las dificultades de muchos jóvenes para acceder a espacios que les ofrezcan ocupación, formación, relaciones significativas, acogida y acompañamiento como alternativa a estar habitando la calle; la imposibilidad de cubrir las necesidades más básicas como son el alojamiento y la alimentación, situación que se agrava en el caso de las personas que viven durante largos meses en la calle. Hoy, 2.000 años más tarde, revivimos entre nosotras la situación de desplazamiento, abandono y exclusión a los márgenes que se dio en el nacimiento de Jesús de Nazaret y que la tradición cristiana recuerda en la Navidad.
Se nos hace incomprensible que una sociedad técnicamente avanzada como la nuestra, con un importante nivel de vida y que tanto tiene para ofrecer al turismo, no sea capaz de afrontar y revertir esta situación en la que viven sectores de nuestro vecindario. Junto al apoyo que ofrece la propia comunidad, reclamamos a las instituciones públicas políticas de mayor impacto social.
A pesar de todo, surgen gestos de humanidad: movilización social, acogida, redes comunitarias, lazos solidarios; el profeta Isaías inspira una misión liberadora.
Al repasar el año que termina nuestra mirada no queda paralizada ante los aspectos más problemáticos de la realidad, sino que también percibe gestos de humanidad y lucha que alientan la esperanza en un mundo mejor. No hemos permitido que la impotencia que hemos sentido al vivir en directo el genocidio de la población de Gaza acalle nuestras conciencias y alimente nuestra pasividad al eco del “no hay nada que hacer”. La sociedad vasca ha salido a las calles una y otra vez a manifestar su indignación.
Seguimos viendo pequeños gestos que aportan seguridad y gran impacto emocional cuando alguien abre las puertas de su corazón a la escucha de quien lo necesita, o las de su casa para acoger a personas sin hogar o sin papeles y se compromete en su apoyo.
Observamos que cada vez más personas, saliendo de su situación de confort, participan en redes comunitarias que trabajan en barrios y pueblos atendiendo a las necesidades básicas, acompañando a personas en dificultades, promoviendo su participación en la comunidad y haciendo de lo local espacios de encuentro, cercanía y bienestar.
También existen y nos estimulan los lazos que, personas en situaciones especialmente complicadas, establecen y construyen entre sí fuera del ruido social, en el silencio del transcurrir de la vida y que se tornan en apoyos solidarios. Y aquí, de nuevo, surge para nosotras la llamada del profeta Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos. (Lucas, 4, 18).
Ante esta realidad, que habitualmente nos apabulla, volvemos la mirada hacia nuestra vida de cada día, nuestras actitudes y compromisos como seguidores de Jesús de Nazaret. Hoy es tiempo de resistir y pensamos que, en nuestra realidad, resistir es permanecer en el tiempo y en el lugar. Permanecer en la actitud que nos propone el tiempo de Adviento: estar abiertas para percibir lo nuevo, lo desconocido que está por llegar y que clama en el desierto de nuestra sociedad a través del grito de la tierra y de los pueblos y personas empobrecidas.
Permanecer aliviando las situaciones de sufrimiento. Permanecer con el compromiso solidario que hace de la acogida mesa común compartida. Permanecer compartiendo con personas de diferentes sensibilidades espirituales espacios de encuentro, reflexión, tranquilidad y oración que nos animan a superar las dificultades y nos impulsan a continuar luchando.
Resistir es permanecer: abrirse a lo nuevo, aliviar sufrimientos, sostener compromisos solidarios, compartir espacios de encuentro. Dios acompaña y da sentido.
Permanecer, junto a las personas de buena voluntad: creyentes de una u otra sensibilidad religiosa y no creyentes, compartiendo los espacios de resistencia de los barrios donde se construyen redes y se proponen iniciativas comunitarias que rebajan los niveles de ansiedad e intranquilidad de las personas, a la vez que favorecen la comunicación, la relación y la vinculación entre diferentes.
Permanecer en el compromiso y en un camino de esperanza, reconociendo los signos cotidianos de un Dios fiel ante la realidad de sufrimiento y exclusión de nuestro mundo. Aunque no asegura triunfos históricos, da sentido y aliento para seguir adelante. Esta es la esperanza que nace de la fe y del compromiso por construir un mundo más justo y solidario para todas las personas.
Barrio de San Francisco, diciembre de 2025
Comunidades cristianas del barrio de San Francisco de
Bilbao
(ADSIS, Claretianos, Hermanas Pasionistas, Fraternidad
Escolapia de ITAKA,
La Salle, Oblatas, Pohuvipre-Norai y Siervas de
Jesús-centro de acogida)
sfkokristauelkarteak@gmail.com

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