Fuente: Alandar
Por Pepa Torres
05/12/2025
La última película de Alauda Ruiz de Azúa está siendo un éxito de taquilla en todos los cines de España donde se está proyectando. Desde su estreno, en tan solo cinco días superó los 100.000 espectadores y espectadoras de las más diversas índoles e ideologías. Una película que tras la escena final provoca un gran silencio e, inmediatamente después, la necesidad de conversar sobre ella, por la polisemia de su significado según la posición de los espectadores y espectadoras.
Galardonada con la Concha de oro a la mejor película del Festival de San Sebastián, no es solo una película de gran calidad artística, en la que la belleza, la sobriedad, la luminosidad de los primeros planos, los detalles visuales, las miradas y la música van introduciendo al público en una trama poco usual en nuestros tiempos: el discernimiento y la decisión final de una joven, menor de edad, de ingresar en un monasterio de clausura frente a la oposición de su tía atea y la incomprensión de su contexto. Una película de profunda honestidad por parte de la directora que, pese a identificarse como atea, aborda respetuosamente la cuestión de la fe y la vocación, a la vez que ofrece también elementos críticos que nos provocan más preguntas que respuestas.
Si bien algunos obispos españoles consideran que su temática es la vocación religiosa y la fuerza de la fe en esa decisión, yo creo que el tema es la herida vital que atraviesa hoy a muchas familias y personas jóvenes, así como la imposibilidad de diálogo y encuentro, por la intolerancia y el sectarismo, que pueden llevar a decisiones de huida y evasión en busca de seguridad afectiva y pertenencia. Junto al personaje central resaltan otros que aportan claves interpretativas interesantes: el padre ausente, asediado por deudas e iniciando una nueva relación de pareja; la tía racionalista y atea, que no atraviesa su mejor momento vital, muy crítica con la religión y con la iglesia, pero a su vez el personaje que más afecto y preocupación muestra por la protagonista y que intenta por todos los medios a su alcance convencer a la joven para aplazar su decisión, hasta vivir otras experiencias como la universidad, las relaciones con los chicos, etc.; la abadesa del monasterio, que ofrece, escucha, reconocimiento, sabiduría espiritual, pero que en ningún momento considera la minoría de edad de la joven ni sus heridas personales como elementos a discernir, sino que en todos sus diálogos se refiere a la absolutez de la llamada de Dios exenta de todo realismo; las hermanas pequeñas de las que cuida la protagonista y el director espiritual joven, bondadoso e ingenuo, que tampoco en ningún momento remite a la joven a la necesidad de vivir más experiencias antes de tomar la decisión de hacerse monja de clausura para que su opción sea más madura y menos idealizada.
Importante también en la película es el ambiente de religiosidad intimista y descomprometida con la realidad que se ofrece en el colegio donde estudia la protagonista, como humus que propicia la decisión. Sin duda que la decisión de hacerse monja, ya sea de clausura o de vida apostólica, hace mucho tiempo que en nuestro país pasó de ser un privilegio a, en muchos casos, una “vergüenza familiar”. Por eso creo que la película refleja muy bien este “cambio de imaginario” y todas las tensiones que vive la joven protagonista.
Sin embargo, el sabor final que me deja es una visión de la espiritualidad y la vida religiosa descomprometida con el mundo que no comparto, no por ser de clausura, sino por el modo que se refleja en ella. Una vocación intimista centrada en “Dios y yo”, en ausencia total de referencia a la atracción de los valores evangélicos. Una especie de enamoramiento a lo divino descontextualizado y atemporal como vía de escape e inducido desde un ambiente determinado y unos procesos de discernimiento que desde luego muchas congregaciones religiosas consideraríamos inadecuados.
No creo que sea esta la pretensión de la directora, como tampoco creo que lo es la interpretación que el catolicismo más conservador pueda estar haciendo de esta película para pretender legitimar sus opciones y la vida religiosa que la representa. Hay quienes piensan que con Los domingos y con Lux de Rosalía hay una vuelta a la religión y a la espiritualidad de los y las jóvenes, pero tenemos que preguntarnos ¿qué religión y qué espiritualidad?

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