Fuente: La Vanguardia
Por Miquel Molina
Director adjunto
01/06/2025
El argumento de que los litigios sobre las obras de arte deben resolverse atendiendo antes el criterio de los expertos que el de los políticos tiene tanto de sensato como de ingenuo. De sensato, porque nadie como los especialistas sabe cómo se puede preservar, contextualizar y proyectar un tesoro cultural. De ingenuo, porque, desde siempre, la expresión artística ha ido de la mano de la política.
La génesis misma del gran arte sacro no se entendería sin el sustento que las autoridades eclesiásticas han venido recibiendo de las políticas a lo largo de la historia.
Como se recordará, el conflicto histórico de los bienes de Villanueva de Sijena fue instigado desde la política, cuando en 2014 el Gobierno de Aragón presentó una demanda contra el MNAC para restituir los restos de las pinturas murales del monasterio.
El litigio ha quedado ahora resuelto judicialmente con un auto del Tribunal Supremo a favor de la restitución, pero el conflicto sigue vivo en el ámbito de la política, ya que las administraciones tendrán que implicarse en la ejecución –o no– de un traslado que se prevé complejo.
El fallo del Supremo no es extensible, pero fortalece el relato de la restitución del arte
De hecho, fue la inhibición de la política la que provocó que el litigio derivara en un final tan paradójico (para cumplir una resolución judicial que constata el elevado valor de una obra de arte, hay que poner en riesgo su propia integridad). Antes de judicializarse el asunto, deberían haberse explorado fórmulas de colaboración.
Un gran museo como el MNAC podría haber aportado mucho a un monasterio recién museizado, ya fuera a través de préstamos, de exposiciones o de promoción conjunta. La vía del consenso no tiene porque descartarse, aunque en el actual contexto político parece improbable.
La sentencia del Supremo, en cualquier caso, abunda en una tendencia global a la restitución de bienes que hace prevalecer factores de propiedad e identidad por encima de la contextualización o la promoción (las pinturas de Sijena llegan a mucho más público en el MNAC del que tendrán en el monasterio oscense, igual que el sepulcro del vizconde Àlvar II de Cabrera es más visitado en el Cloisters de Nueva York de lo que lo sería si se devolviera a Bellpuig de les Avellanes).
En sentido opuesto a la concentración del arte en grandes polos museísticos, esta tendencia apunta a una mayor redistribución por territorios menos habitados, que ven en la cultura un activo económico e identitario.
Pero, además, el fallo establece un considerable antecedente, viniendo del Alto Tribunal. Es cierto que no sienta jurisprudencia, pero fija un criterio jurídico claro y tiene valor de precedente, ya que los tribunales inferiores suelen tener en cuenta la doctrina del Supremo.
Además, puede dotar de argumentos reclamaciones formuladas desde la política, ya que fortalece el relato de la restitución del arte.
El fallo abre la puerta a que otras administraciones de España exploren la vía judicial para recuperar sus bienes artísticos. Por ejemplo, la Dama de Baza (Granada) o la de Elche, que se exponen en el Museo Arqueológico Nacional, o las Glosas Emilianenses, uno de los primeros textos escritos en un romance hispánico arcaico y también en euskera, cuyo lugar de origen es el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla y el de residencia la Real Academia de la Historia, también en Madrid.
El recorrido judicial de estos tres casos no es tan obvio como el de Sijena, en el que se cuestionaba la legalidad de la venta, pero la sentencia ahora conocida podría alentar estas justas reclamaciones históricas. Además, tanto en el caso de Baza como en el de Elche o San Millán se trataría de restituciones con una complejidad técnica muchísimo menor que la que comporta trasladar las pinturas del MNAC.
Si los presidentes de Andalucía, Valencia y La Rioja actuaran con la determinación que lo ha hecho el gobierno aragonés con Catalunya –que no con las obras de Sijena que están en el Prado o en Toledo, todavía por reclamar–, tendrían probabilidades de éxito. Pero, a día de hoy, cuesta imaginarse a gobernantes del PP litigando para desposeer a Madrid de sus tesoros capitales. Capitales de capitalidad.
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