Fuente: El Debate
Por Hugues Lefèvre
16/01/2023
El cardenal Jean-Claude Hollerich se ha convertido poco a poco en una figura central del pontificado del papa Francisco, que lo ha elegido para asumir el papel de relator del Sínodo sobre la Sinodalidad.
Este hombre, que pasó 23 años como misionero en Japón, advierte también ante la convulsión antropológica que se avecina: un tsunami al que la Iglesia debe saber adaptarse si no quiere desaparecer.
–¿Está satisfecho con el trabajo realizado hasta ahora en el Sínodo?
–Estoy bastante satisfecho. Es un resumen honesto de lo que la gente ha dicho y de lo que las Conferencias Episcopales ya han sintetizado. No es un documento teológico que posicione a la Iglesia. Naturalmente, encontramos puntos en común, pero también diferencias entre países y continentes.
–Dijiste que no tenías ni idea del instrumento de trabajo que se tendría que redactar. ¿Se le van aclarando las cosas?
–Sé un poco más, pero todavía hay que avanzar. También dependerá del trabajo de las asambleas continentales. Pero ya podemos alegrarnos porque es la mayor participación que hemos tenido nunca en la Iglesia. Respondieron 112 conferencias de un total de 114. ¡Es casi un milagro!
Hay personas que han
vuelto a la Iglesia, personas que se habían alejado, que han recuperado la
confianza
Cardenal Hollerich
–¿Te sorprende?
–Sí, las Iglesias orientales también respondieron todas. Esto es bueno. Ahora tenemos que escuchar lo que ha dicho la gente. Esto no significa necesariamente que tengamos que ejecutarlo todo. Debemos escuchar, reflexionar, rezar, discernir.
–En un año, ¿ha cambiado ya la Iglesia católica en su opinión?
–Creo que sí. Hay personas que han vuelto a la Iglesia, personas que se habían alejado, que han recuperado la confianza. Y me gustaría señalar que se trata de gente muy variada, de ambos lados, de la «izquierda» y de la «derecha».
–En Europa, el ejercicio de la sinodalidad parece ser algo nuevo. ¿Cómo se explica?
–Roma forma parte de Europa. Cuando la Santa Sede no quiere que los obispos sean demasiado activos, esto tiene consecuencias. Hoy, la Santa Sede quiere que los obispos sean más activos. Por otra parte, en Europa tenemos conferencias episcopales nacionales muy fuertes y podemos sentir el orgullo de cada Iglesia.
Si caminamos sin mirar a
Cristo, ¡entonces es un choque de trenes!
Cardenal Hollerich
–¿Podríamos establecer un paralelismo con la Unión Europea que, en algunos puntos, no ha logrado la unidad entre Europa Oriental y Occidental?
–Tenemos las mismas tensiones, es cierto. Pero debemos evitar fijarnos en las diferencias. Debemos fijarnos en lo común: ¿ dónde nos llama Cristo a ser Iglesia en Europa?
Por otra parte, cabe señalar que incluso dentro de las Iglesias particulares se observan tensiones. Debemos evitar hablar de las tensiones como de una catástrofe. Incluso debemos entender que pueden ser fructíferas.
–Pero algunos dicen que hay tensiones que amenazan la comunión de la Iglesia hoy...
–Me gusta esta imagen: la Iglesia es el Pueblo de Dios en camino con Cristo. En este viaje, hay algunos que van rápido y otros un poco más despacio, unos caminan por la izquierda y otros por la derecha. Esto es normal. Lo esencial es que todos miren a Jesús. Y te darás cuenta de que si estoy en el lado derecho de la carretera y miro a Jesús, también veré a los de la izquierda. Y cuando esté a la izquierda y mire a Jesús, veré a las personas de la derecha, y debo incluirlas en mi amor por Jesús, sin dudar nunca de su fidelidad a Cristo. Si caminamos sin mirar a Cristo, ¡entonces es un choque de trenes!
A veces siento que el
barco se hunde y que estamos discutiendo sobre qué rumbo debería haber tomado
Cardenal Hollerich
–¿Sientes en este Sínodo que está presente el lugar de la oración, que los ojos están vueltos hacia Cristo?
–Eso creo. Creo que en una Iglesia más sinodal, el Espíritu Santo tendrá un lugar mucho mayor. Con ello corregimos un poco una peculiaridad occidental, en la que la Iglesia es muy cristocéntrica –lo cual es bueno–, pero en la que nos hemos olvidado un poco del Espíritu Santo.
–El Sínodo sobre la sinodalidad, que pretende ser una comunión, ¿no sacará en cambio a la luz las divisiones?
–Desde el punto de vista de Dios, la comunión está ahí, a través de los sacramentos de la Iglesia. Pero también necesitamos tener esta comunión en nuestras mentes y en nuestras formas de actuar. Tenemos derecho a discrepar. Pero se trata de comprender al otro, sin juzgar.
–¿Cómo conciliar posturas tan diferentes en temas tan delicados como la atención pastoral a los homosexuales o la ordenación de mujeres?
–No sé si podremos reconciliarlo todo de inmediato. El Espíritu Santo actúa a tiempo. No podemos hacer milagros. Quisiera ser neutral, escuchar a todos, dejar de lado mis propias posiciones, porque creo que la responsabilidad que he recibido del Santo Padre implica esta apertura.
–¿Puede la reciente postura de los obispos flamencos sobre la atención pastoral a los homosexuales tensar los debates entre episcopados?
–Desde luego. Pero mientras hablemos de pastoral, hay muchas posibilidades. En Europa no tenemos la misma cultura eclesiástica. Pero la Iglesia tiene que vivir en una cultura. Esto no significa que dependa totalmente de la cultura; no, no podemos aceptarlo todo. Pero hay una inculturación del mensaje evangélico que siempre tiene un doble sentido: el Evangelio interpela a la cultura, pero la cultura también actúa sobre el Evangelio.
–Las vocaciones y la práctica religiosa disminuyen en Europa. ¿Es posible un nuevo comienzo?
–Estamos en una Iglesia que envejece en Europa. En todas partes, incluso en el Este, donde los fieles son más numerosos, se observa un descenso significativo. Deberíamos hablar de eso. A veces siento que el barco se hunde y que estamos discutiendo sobre qué rumbo debería haber tomado. Esta fase continental es una oportunidad para centrarse en la misión de la Iglesia: proclamar a Cristo muerto y resucitado por nosotros.
En esta crisis, debemos caminar humildemente con nuestro Dios, proclamando el Evangelio en un lenguaje que el mundo pueda entender. No se trata de construir una subcultura cristiana, una Iglesia encerrada en sí misma.
El mundo que viene es un
mundo del que aún no sabemos casi nada. Así que tenemos que rezar
Cardenal Hollerich
–¿Cómo ha recibido la nota de la Santa Sede pidiendo a los alemanes que no inicien nuevas estructuras ni cambien la doctrina?
–La nota también dice que la Iglesia alemana debe entregar el resultado de su viaje sinodal al Sínodo Universal. Esta es una contribución entre muchas otras. Lo importante de esta nota es el recordatorio de que todas las Iglesias particulares y todas las Conferencias Episcopales deben saber caminar juntas.
–¿Así que no era el caso?
Cuando se inició el camino sinodal alemán, lamenté que no se invitara a los países vecinos a participar juntos en este proceso. Si lo hubiéramos hecho, habría sido menos radical. Entiendo a los obispos alemanes: los casos de abusos sexuales están haciendo un daño enorme en Alemania. Se ha perdido la credibilidad de la Iglesia y veo que los obispos quieren reaccionar.
–¿Teme que esta consulta haya generado expectativas en algunas personas –ordenación de hombres casados, cambio en la moral sexual, mujeres diáconos– que al final se vean defraudadas?
–Lo que tenemos que hacer es mantener el diálogo. Reconocemos las expectativas y tenemos que seguir dialogando con la gente. De lo contrario, serán expectativas frustradas y eso sería peor que no haber preguntado. Es un diálogo sincero, casi de corazón a corazón, que debemos mantener.
–El reto de este Sínodo es hacer sonar el «flair del Pueblo de Dios», el famoso Sensus Fidei. ¿Cuáles son los instrumentos para discernir lo que procede de la oración y lo que procede del mundo?
–Para discernir, creo que es la familiaridad con Dios lo que puede ayudarnos a ver con claridad. Además, cuando estudiamos una síntesis, nos fijamos en la universalidad, si hay puntos que surgen de todas partes. Creo que son puntos a los que hay que dar prioridad. El mundo que viene es un mundo del que aún no sabemos casi nada. Así que tenemos que rezar.
–¿A qué te refieres con este mundo que viene?
–Tenemos que ser más conscientes de los grandes cambios culturales que se están produciendo. Es como una presa que se va abriendo poco a poco.
Estos terribles trastornos son de naturaleza antropológica. Transhumanismo, inteligencia artificial... Sólo estamos al principio. «¿Qué es la vida?»; «¿Qué es la persona humana?». Estas son las preguntas que se formularán.
Ante la lenta desaparición del catolicismo en Europa, debemos evitar dos tendencias. Una sería decir: «El mundo está mal y tenemos que cerrarnos completamente». En esta perspectiva, nos asfixiaremos, no tendremos aire y la Iglesia desaparecerá. La otra tentación es decir: «Sí, démosle la bienvenida a todo». Pero en ese caso, ya no habrá identidad eclesiástica. Urge discernir la presencia de Dios en el mundo que está naciendo.
El Espíritu Santo nos
mostrará el camino para saber hacia dónde ir.
Cardenal Hollerich
–¿Cómo puede estar seguro?
–Cuando llegué a Japón, con el poco japonés que sabía, me pregunté cómo podría anunciar a Cristo. Pasé muchas horas en la capilla diciéndole a Jesús: «Tú estás presente. Pero muéstrame dónde estás, dónde trabajas ya, para que pueda anunciarte». Es lo mismo que debemos hacer hoy: no tener miedo del mundo, sino descubrir, la presencia de Dios en este mundo.
–¿Cree que los debates actuales en la Iglesia no son los adecuados?
–Creo que sí. Pero esto no debe restar atención a las personas homosexuales o divorciadas y vueltas a casar. Debemos tener una respuesta.
Hice tres grandes viajes con un centenar de jóvenes a Tailandia, donde convivimos con aldeanos, ayudamos a construir iglesias, capillas, etc. Algunos de estos jóvenes eran homosexuales, otros procedían de familias «complicadas». Vinieron a hablar conmigo y reaccioné como un padre. Entiendo cuando el Papa dice que nadie debe ser excluido. Creo que a la larga, el Espíritu Santo nos mostrará el camino para saber hacia dónde ir.
–¿Ha cambiado la situación de la homosexualidad con el pontificado del Papa Francisco?
–Creo que ha movido las líneas porque Francisco no piensa dogmáticamente. Piensa de forma pastoral. Ya no es una Iglesia que defiende con él un sistema de verdad. Es Cristo y el Evangelio yendo a todos. Y eso cambia la perspectiva. Me siento perfectamente cómodo con ello.
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