Fuente: Il Regno
Antonio Autiero,
13/09/2022
En la apertura de la cuarta asamblea general del Synodaler Weg, el Camino Sinodal Alemán, el jueves 8 de septiembre de 2022 en Frankfurt, una emoción positiva y prometedora pasó entre los numerosos participantes: 209 miembros electos, 30 consultores, 13 observadores tanto del extranjero como de otras confesiones religiosas, representantes de grupos de sensibilización y cerca de 100 periodistas.
Un horizonte de esperanza
Las expectativas eran comprensiblemente altas, dado el intenso trabajo de los últimos años, tanto dentro de los cuatro "Foros" temáticos como en las asambleas generales anteriores.
En la agenda estaba la discusión en segunda lectura de nueve documentos básicos sobre diferentes temas, surgidos de las áreas de los Foros, un paso importante en la elaboración de temas y la construcción de consensos. Las palabras de los dos presidentes (la presidenta del Comité Central de los Católicos Alemanes, Irme Stetter-Karp, y el presidente de la Conferencia Episcopal, Georg Bätzing) y de los dos vicepresidentes del Camino también estaban presididas por una confianza, una visión abierta y constructiva del camino recorrido hasta el momento. Subrayaron las importantes perspectivas de conexión entre el Sínodo alemán y el Sínodo de la Iglesia universal, con la intención de sacar al primero de la sospecha de ser o querer ser un camino especial, exclusivo.
Como es sabido, entre la tercera asamblea general, en febrero pasado, y ésta de septiembre, hubo la escueta y sucinta Declaración de la Santa Sede (21.7.2022) que dejó claro el principio: "Para proteger la libertad del pueblo de Dios y el ejercicio del ministerio episcopal, parece necesario precisar que el “Camino sinodal” en Alemania no tiene la facultad de obligar a los obispos y a los fieles a asumir nuevas formas de gobierno y nuevos enfoques doctrinales y morales». Es difícil decir cuánta influencia ha tenido este escrito vaticano en el destino de lo que se consumó el primer día de la cuarta asamblea, el jueves 8 de septiembre, para sorpresa de todos y decepción de muchos.
En la segunda lectura, el documento básico sobre la moral sexual -objeto de consultas y discusiones a varios niveles y ampliamente aceptado en la primera lectura anterior- no pasó la aprobación, en conformidad con las reglas de procedimiento que el propio Camino Sinodal había inicialmente establecido. Para la aprobación de un documento, en efecto, es necesario tener 2/3 del consentimiento de toda la asamblea sinodal y 2/3 de los votos de los obispos, miembros de ella. La sorpresa que heló las mentes fue precisamente esta: el documento se hizo añicos por la falta de 2/3 de los votos de los obispos, aunque se había alcanzado una mayoría del 82,8% de toda la asamblea. Por parte de los obispos, el 61,1% aprobó el documento, mientras que el 38,9% votó en contra.
Las razones del malestar
A raíz de estos datos se produjeron las más diversas reacciones en la asamblea, todas ellas presididas por la preocupación, no sólo por la suerte del documento en cuestión, sino de todo el proceso del Camino Sinodal, así como por la incertidumbre sobre su futuro y, en definitiva, sobre las posibilidades reales de un camino de renovación en la Iglesia, de su credibilidad, de su autenticidad.
La asamblea, sorprendida por tan inesperado desenlace, necesitaba recuperar el aliento. Se suspendió y luego se volvió a convocar. En sesiones separadas, los obispos y los demás miembros fueron invitados a reuniones de aclaración, especialmente sobre cómo avanzar en los días siguientes en una asamblea que estaba programada (hasta el sábado 10 de septiembre) con otros puntos de discusión y decisión.
La irritación de muchos provino también de la observación de que en las discusiones y consultas previas a la votación, los obispos no habían discutido abiertamente puntos de divergencia que les habrían podido llevado al rechazo de todo el documento.
Este dato merece ser subrayado, porque deja en claro que, incluso antes del enfrentamiento y quizás de la diversidad de opiniones sobre un tema en particular -aquí sobre la ética sexual-, existe un problema de aptitud, capacidad y voluntad para afrontar la diferencia de manera franca, clara, abierta. Una cultura de la discursividad que plantea la validez de los argumentos y no se esconde detrás de la legitimidad de la autoridad es un fruto precioso de la sinodalidad. Se niega o se hiere cuando se renuncia a la paciencia argumentativa y a la voluntad discursiva, para entregarse al ejercicio de la autoridad, ejercida en el secreto de un voto.
Alguien ha denunciado claramente que el incidente no fue ante todo una cuestión de contenido (en las discusiones previas y en la primera lectura ampliamente compartida), sino una manifestación de poder .
Pero, ¿no es precisamente esta fuerte tensión entre autoridad y autoritatividad, entre ejercicio del poder y capacidad de compartir argumentativa, lo que la naturaleza sinodal de la Iglesia y la virtud de sinodalidad de sus miembros deben ayudar a sanar?
Aún así, un futuro es posible
El presidente de los obispos alemanes hace bien en alimentar la esperanza, incluso en el corazón de aquellos que están desilusionados por este acontecimiento, ciertamente nada reconfortante. Y los motivos para la esperanza no son pocos y no deben ser minimizados.
La gran mayoría de consenso sobre el documento ya es un paso adelante decisivo en sí mismo. No puede ser irrelevante que creyentes honestos y sinceros hayan encontrado convergencia en un documento que expresa orientaciones básicas, pues ofrece un enfoque fundante, para una visión del mundo y del hombre, de sus capacidades en la construcción de buenas relaciones afectivas y vínculos exitosos. Este consenso —expresión de una Iglesia en su conjunto— no se desvanece, aunque lamentablemente no es refrendado también por el segundo componente (el de la minoría de bloqueo) del consenso.
El camino de una visión auténtica y veraz de la sexualidad, encomendada a la responsabilidad de sujetos que toman conciencia de sus tareas, no se detiene. Es un río en crecida, alimentado por el don del Espíritu, por la sabiduría de los creyentes, por la competencia del trabajo teológico, por el conocimiento de las ciencias.
El Camino Sinodal está ciertamente encaminado a la renovación de las estructuras y sólo será bueno para todos, es decir, para toda la Iglesia y para todos en la Iglesia, si no se destruye. Pero los pasos que va dando este camino (¡y el de una ética sexual "menschenfreundlich" , amante del hombre y del ser humano es un ejemplo de ello!) son infinitos.
Antonio Autiero es Catedrático Emérito de Teología Moral en la Universidad de Münster (Alemania).
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