lunes, 19 de septiembre de 2022

De Santa Evita a Santa Cristina o el peronismo como religión política

Las declaraciones de Cristina Kirchner que buscan un acercamiento a la Iglesia le ocasionan a la institución católica un dolor de cabeza. Buena parte de sus fieles están indignados por la politización de lo religioso.

Fuente:   TN

Por:   Sergio Rubin

18/09/2022


Cristina Kirchner se reunió con los Curas villeros, Curas en Opción por los pobres y hermanas, religiosas y laicas. (Foto: Captura - TW@CFKArgentina)

El peronismo es algo difícil de definir para un extranjero. Hay quienes lo ven como una versión light del fascismo italiano, que Perón conoció en persona cuando estuvo destinado en Italia. Otros tienen una opinión más benigna, pero que no posibilita una definición sencilla porque observan que mezcla muchos elementos. Al fin de cuentas, no constituye un partido político, sino un movimiento y, por tanto, es heterodoxo. No faltan, en fin, quienes dicen que es “una cultura política” —dicho esto descriptivamente— y hasta “un sentimiento”.

En su libro “La Iglesia nacional peronista: factor religioso y factor político” (Ed. Sudamericana, Bs. As., 1997), el académico Roberto Bosca dice que el peronismo es una “religión política”. El autor parte de definir la “tendencia al monismo político religioso” como la “subordinación del ámbito religioso a los fines políticos del poder público secular y de una ideología”, la “reinterpretación política de la fe religiosa” y la “desvinculación virtual o formal con la sede romana”, entre otras características.

Al adentrarse, lo considera una “religión política” porque “reemplaza la salvación escatológica por una salvación social inmanente”, tiene su “religiosidad” a través del ritual del movimiento, asume el mesianismo político y el culto a la personalidad del líder con un fuerte maniqueísmo (“Perón o muerte”), cuenta con el “catecismo” de las veinte verdades del justicialismo, y abraza la devoción a Evita, Jefa Espiritual de la Nación y “mártir” de la justicia social.

Bosca sostiene así que el justicialismo era en sus primeros gobiernos “la religión política de los pobres”, mientras que consideraba que la mayoría de Iglesia estaba “con la oligarquía”. Por tanto, señala, el peronismo como reelaboración del cristianismo hace eje en la “opción por los pobres”, la premisa de la Iglesia en América Latina. Reelaboración que se actualizó con el surgimiento en los ‘60 de la Teología de la Liberación y el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.

Cristina Fernández —seguida por el kirchnerismo— dio en los últimos días señales de querer continuar en esta línea. Por lo pronto, llamaron la atención las manifestaciones de su religiosidad desde antes del fallido atentado —luce colgado del cuello un Rosario— como también el hecho de haber dicho que considera que está viva “gracias a Dios y a la Virgen”. Pero no es adecuado opinar sobre un aspecto íntimo de las personas como sus creencias.

En cambio, si es apropiado detenerse en que sus primeras palabras sobre el intento de magnicidio —donde precisamente mencionó a Dios y a la Virgen— fue en un encuentro con curas villeros —además de monjas y laicos de barrios populares— que simpatizan con ella y con el kirchnerismo en general, pero que son apenas una pequeña parte de los sacerdotes que se desempeñan en los asentamientos de la zona metropolitana.

En rigor, varios curas kirchneristas integran el llamado Grupo de Sacerdotes en Opción por los Pobres, si bien no todos sus miembros hicieron una clara opción partidaria. Otra cosa es el Equipo de Sacerdotes para la Pastoral en las Villas de CABA y GBA -potenciado por el entonces cardenal Jorge Bergoglio-, que integra el conocido padre Pepe Di Paola y que siempre estuvo al margen de todo partidismo.

Sin embargo, la escenificación de Cristina con los curas afines hace juego con los sacerdotes que le manifestaban a Perón su entusiasta adhesión tras su vuelta al país. Entre ellos se contaba el padre Carlos Mugica, luego asesinado por la Triple A, aunque hay quienes creen que lo mataron los Montoneros por haberse opuesto a la lucha armada y, por tanto, por considerarlo “un traidor de la causa”.

La manifestación espiritual de Cristina Fernández se enmarca en una apelación a lo religioso del kirchnerismo al promover una “Misa por la Paz y la Fraternidad” en la basílica de Luján —el principal templo católico del país— que sorprendió dado que nunca mostró un especial aprecio por la Iglesia y en sus filas se cuentan furiosos críticos de la institución.

A ello se suma que el presidente quiere ver al Papa. Por eso, está analizando ir al Vaticano el 9 de octubre para la canonización del salesiano italo-argentino Arremedes Zatti, que se desempeñó en la Patagonia. Pero Roma lo esquiva porque la relación con Francisco está muy deteriorada, entre otras cosas por haber impulsado la legalización del aborto.

El súbito acercamiento del oficialismo a la Iglesia en momentos de debilidad judicial y política no solo mueve a sospechar un grosero aprovechamiento partidario, sino que también le ocasiona a la institución católica un dolor de cabeza por la indignación que provoca en buena parte de sus fieles la politización de lo religioso.

Más allá de si se refirió o no a la Argentina, resultó muy oportuno un concepto que el Papa Francisco formuló esta semana en Kazajistán ante el Congreso Mundial de Líderes Religiosos: “¡Que lo sagrado no sea apoyo del poder y el poder no se apoye en la sacralidad!”

Sería bueno que Cristina y el kichnerismo, que ahora dicen admirar tanto a Francisco, tengan esto en cuenta.

 

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