Jesús Martínez Gordo y Eloy Bueno de la Fuente reflexionan sobre el alcance pastoral, teológico y eclesial de la Asamblea eclesial anunciada por el Vaticano para 2028, como punto de llegada del camino de acompañamiento e implementación del Documento final del sínodo
Fuente: Noticias Obreras
Por Abraham Canales
21/03/2025
La convocatoria de una Asamblea eclesial en Roma para octubre de 2028, anunciada el pasado 15 de marzo por el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo, comienza a generar análisis y reacciones en el ámbito teológico. La carta, en la que se informa del inicio de un “proceso de acompañamiento y evaluación de la fase de implementación” del actual camino sinodal, ha sido interpretada como una señal de continuidad y ambición reformadora por parte del papa Francisco para seguir avanzando en una Iglesia cada vez más sinodal.
En sendas tribunas publicadas este viernes por Vida Nueva digital, los teólogos Jesús Martínez Gordo y Eloy Bueno de la Fuente ofrecen dos enfoques distintos pero complementarios sobre el significado eclesial de este anuncio.
“Una Iglesia sinodal volvía a tener toda la pinta de ser el camino de Dios”
Jesús Martínez Gordo confiesa que la decisión papal le tomó por sorpresa, sobre todo por el desinterés que ha percibido en muchas diócesis respecto al Documento final del sínodo.
“Me encontré con una decisión papal que me pasa por la izquierda y que parece removerme del escepticismo en el que he estado sumido estos últimos meses”, reconoce en su artículo Asamblea Eclesial: ¿solo para “escuchar”?
Aun así, interpreta la convocatoria como un acto de impulso a la sinodalidad en clave esperanzada. “Esto de una Iglesia sinodal me pareció que volvía a tener toda la pinta de ser –como ya lo dijo el mismo papa Bergoglio en octubre de 2015– ‘el camino que Dios’ esperaba ‘de la Iglesia del tercer milenio’”.
Martínez Gordo recupera el mensaje de Francisco a la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe (2021) –una experiencia única e histórica que antecede a la Asamblea de 2028–, donde habló de la “escucha” y el “desborde” como claves del proceso sinodal.
“Si la ‘escucha’ y el ‘desborde’ acabaran de esta manera –en referencia a la Asamblea de 2028–, estaríamos sin duda alguna ante la decisión más importante de su pontificado y, probablemente, de la historia de la Iglesia de los últimos siglos”.
También se pregunta si el Papa podría dar carácter deliberativo a la Asamblea, al amparo de la constitución apostólica Episcopalis communio. “¿Es razonable esperar este modo de proceder de Francisco o se trata, más bien, de un sueño imposible?”, concluye.
“La sinodalidad debe hacerse costumbre y práctica habitual”
Por su parte, Eloy Bueno de la Fuente considera que el anuncio de una Asamblea Eclesial ha generado interés por su novedad formal, pero no constituye una sorpresa real. “Una iniciativa aparentemente novedosa es una novedad relativa, mientras se logra que la sinodalidad se haga costumbre y práctica habitual a todos los niveles”, afirma en su texto La reactivación del proceso sinodal: una relativa sorpresa.
Según Bueno, esta evolución encaja perfectamente en la lógica del actual proceso sinodal, y de hecho era una posibilidad latente en los comentarios informales durante las dos sesiones del sínodo. En su análisis, esta Asamblea no busca sustituir al sínodo de los obispos, sino expresar la implicación activa del Pueblo de Dios en la etapa de recepción.
“El Documento final debía ser devuelto a las Iglesias locales para hacer efectiva su recepción e implementación; es normal que los distintos sujetos eclesiales evalúen lo conseguido y los acentos a desarrollar, haciéndolo visible en una Asamblea eclesial”, subraya.
Además, recuerda que en el Vaticano II ya participaron como padres conciliares personas no obispos, como abades o superiores generales, y destaca que en el sínodo actual las personas laicas han actuado como “testigos y memoria viva del proceso, como signo de que la colegialidad episcopal no puede desvincularse de la sinodalidad de todo el Pueblo de Dios”.
Un paso significativo
Ambas opiniones confluyen en valorar el anuncio de la Asamblea eclesial de 2028 como un paso significativo en la evolución del proceso sinodal impulsado por Francisco. Mientras Martínez Gordo destaca el valor simbólico y la posibilidad de conferirle carácter deliberativo, Bueno de la Fuente subraya la coherencia eclesiológica de una práctica que, siendo novedosa, responde al dinamismo interno del proceso sinodal.
Con todo, ambos coinciden en que la sinodalidad no puede quedar reducida a un evento, sino que ha de traducirse en hábitos de vida eclesial a todos los niveles. Una Asamblea eclesial mundial no será auténtica si no va acompañada de la conversión sinodal de las parroquias, las diócesis y las conferencias episcopales.
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