Fuente: Alfa y Omega
9 de Abril de 2021
ENTREVISTA
El Papa «no es sucesor de su predecesor, sino de Pedro», afirma quien ha sido puente entre los dos últimos
Georg Gänswein es testigo habitual de los encuentros entre Benedicto XVI y el Papa Francisco. Foto: CNS
Desde su posición privilegiada como secretario de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia, Georg Gänswein ofrece, en Cómo la Iglesia católica puede restaurar nuestra cultura (Rialp), un análisis de la crisis de Occidente y cómo la solución pasa por una Iglesia «que vuelve a sí misma».
Transcurrida ya una quinta parte del siglo XXI, ¿qué relato unitario se puede presentar de la Iglesia partiendo de la realidad de sus tres pontificados?
Es comprensible y excusable, aunque inapropiado, tratar de comparar los distintos Papas para crear una especie ranking basado en los méritos de cada uno. Pero debemos convencernos de que los criterios de este ranking no dependen del aplauso o de un denominador común, sino de cómo dan testimonio de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, el único salvador del mundo. Cada Pontífice lo hace con sus peculiaridades, con todas las diferencias de carácter, de formación intelectual, de maduración espiritual, de patrimonio vivencial… Pero esta diversidad es precisamente la manifestación de que ningún Papa es sucesor de su predecesor, sino sucesor del apóstol Pedro.
Como «abuelo sabio» con el que mantiene
contacto, ¿ha podido beneficiarse el Papa
Francisco del conocimiento de Benedicto XVI sobre la Iglesia en Alemania en este momento de
crisis? ¿Cómo vive esta situación el Papa emérito?
Los encuentros entre el Papa Francisco y Benedicto XVI, generalmente en el
monasterio Mater Ecclesiae, son siempre encuentros extremadamente
confidenciales. Los detalles de lo que hablan solo los conocen ellos.
Evidentemente, nunca me he permitido la libertad de preguntar a ninguno de los
dos acerca del contenido de sus entrevistas. Pero independientemente de esto,
es meridianamente claro que la situación de la Iglesia católica en Alemania se
caracteriza actualmente por tensiones y confusiones que son fuente de
preocupación. Benedicto XVI es consciente de esta situación en su patria.
Percibe y reconoce la falta de unidad en no pocos aspectos fundamentales de la
fe. Desafortunadamente, falta un enfoque unitario en el episcopado alemán que
requiere lo antes posible una aclaración que aleje consecuencias graves tanto
para la fe como la Iglesia en Alemania.
Se ha hablado mucho de la imagen
distorsionada de Benedicto XVI por parte de medios y de no amigos.
Pero leer algunas cosas sobre él sigue pareciendo chocante también para quienes
añoran su figura. ¿En qué ámbitos ha podido Benedicto ser malinterpretado
también por sus defensores?
Una respuesta más exhaustiva y completa a esta pregunta la tendrá que dar la
historia, mucho mejor que cuanto yo pueda decir. De todos es sabido que la
figura y la obra de Benedicto XVI han encontrado resistencia, oposición y
rechazo en determinados ambientes. Y no tanto por su modo de comunicarse, sino
más bien por los contenidos concretos de su enseñanza. Esta es una experiencia
desagradable que experimentan todos aquellos que siguen una línea clara y
límpida en el anuncio y la defensa de la fe católica. Otra cosa son las
imágenes, los estereotipos y los clichés sobre el cardenal Ratzinger desde que
era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Dichas distorsiones, después de una
tregua en los primeros años de su pontificado, volvieron después con una
intención engañosa y deslegitimadora. Pero de todos es conocido que Benedicto
XVI nunca se dejó condicionar por esta falsa campaña de publicidad. El consenso
generalizado e indeterminado nunca ha sido la norma que ha orientado su
trabajo.
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