Este ensayo está atravesado por una evidencia: la Iglesia tendrá futuro siempre que vuelva a Jesús de Nazaret y sus enseñanzas
Fuente: Vida Nueva
Autor: Jesús Martínez Gordo
(Teólogo)
Quien se adentre en la lectura de este libro se va a encontrar con un texto que, ocupado en abordar la cuestión del futuro de la Iglesia, una vez finalizado el tiempo de la pandemia, queda estructurado en dos grandes apartados. En el primero, dedicado a exponer, desde el punto de vista socio-pastoral, la actuación de la Iglesia católica en el tiempo del COVID-19, el autor se acerca con detalle a tres áreas: los temas doctrinales entonces tratados, las acciones caritativas emprendidas y cómo se celebró la fe.
Estamos ante una exposición que José Francisco Gomez Hinojosa somete, una vez diagnosticada cada dimensión pastoral, al contraste tanto con lo predicado por Jesús como con las acciones caritativas y la articulación entre vivencia, reflexión y celebración que son perceptibles en su vida. De este primer apartado llama positivamente la atención, además del contraste referido, el interés del autor por articular lo doctrinal con lo caritativo y lo celebrativo; como es sabido, tres de los pilares fundamentales de cualquier comunidad cristiana.
En el segundo de los apartados centra su mirada, más narrativa que analítica, en exponer la singularidad de lo dicho, hecho y celebrado por el Nazareno para ir señalando, seguidamente, cómo ha de impulsar la Iglesia católica su reflexión teológica, su acción caritativa y sus celebraciones de la fe en el tiempo pospandémico. El resultado es una propuesta presidida por una convicción que el autor ha tomado prestada del papa Francisco y que se puede leer en el frontispicio de este libro: “Líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro”. Y, a la vez, un ensayo atravesado por una evidencia, a veces, no tan común como sería deseable: la Iglesia católica tiene futuro siempre que –y solo si– regresa a Jesús de Nazaret.
Gómez Hinojosa cierra el texto con una conclusión. En ella recoge, de manera sintética, después de volver a apelar a la autoridad del papa Francisco, los puntos que acabamos de reseñar.
El lector tiene en sus manos un libro al que puede asomarse siguiendo el hilo conductor expositivo y argumentativo indicado. Y también, compaginándolo con las muy abundantes referencias bibliográficas a pie de página. Si lo hace de esta segunda manera, se encontrará no solo con textos referenciales en el mundo de la moderna teología impresa, sino, sobre todo, con abundantes aportaciones que se vienen dando estos últimos años en diferentes páginas web; otra señal del cambio al que venimos asistiendo cuando hay que testimoniar la fe o escribir teología.
Es lo que se puede apreciar, por ejemplo, en las páginas dedicadas al imaginario renovado de Dios que emergió con particular fuerza en el tiempo de la pandemia y por el que el autor apuesta desde el principio: Dios no interviene en el mundo ni en nuestra historia para evitar el mal. Tampoco nos invita a ser pasivos, sino a colaborar con Él –y, en este sentido, a ser cocreadores– cuidando su obra y construyendo un mundo diferente. O en las páginas dedicadas a mostrar la necesidad de que la Iglesia dé un salto cualitativo en materia doctrinal, yendo más allá de aconsejar la abstinencia para las personas LGTBIQ+ y abriendo las puertas para superar el recelo a las mujeres, que lleva demasiado tiempo forzadamente incrustado, sobre todo, en el magisterio eclesial.
Discrepancias y ausencias
Supongo que habrá lectores que, compartiendo con el autor su pretensión final en muchos de los diversos temas abordados, pueden no estarlo en su argumentación, bien sea porque les parezca endeble, al prestar mucha relevancia a algunos datos sociológicos, bien sea porque no rebate los argumentos críticos que suelen aportar al respecto quienes califican este modo de hacer teología como “entregada al espíritu del tiempo” o en las antípodas de lo que llaman y entienden por “revelación” y “tradición”. Y sospecho que habrá quien no se extrañe de que –siendo el autor mexicano– el libro esté lleno de constantes referencias a la enseñanza de Francisco, pero tampoco que haya quien eche de menos algún desmarque, empático-crítico, acerca de su negativa a cambiar el magisterio precedente sobre el (im)posible sacerdocio de la mujer o sobre su desmedida prudencia ante lo aprobado en el Sínodo de la Amazonía, sin, por ello, dejar de reconocer su valiente apuesta por “abrir procesos” al respecto, a pesar de que sean percibidos por no pocos católicos como desmedidamente tímidos y lentos.
¿Tiene futuro la Iglesia? Sí. Pero, para que resulte movilizador, ha de ser anticipado con más coraje evangélico y creatividad pastoral.
JESÚS MARTÍNEZ GORDO
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