Fuente: El Correo Gallego
Por: Isabel Maqueda
09/10/2022
Usted es especialista en Derecho Sanitario y, sin embargo, firma un ensayo de carácter histórico ¿por qué?
Ciertamente mi profesión ha sido la de funcionario público y asimismo letrado especialista en derecho sanitario y en materias relacionadas con la gestión sanitaria. En este último ámbito elaboré en su día mi tesis doctoral concerniente a la gestión de los servicios públicos sanitarios y también he realizado estudios especializados sobre esta materia.
Pero, de forma paralela, siempre he mantenido una devoción y realmente pasión por el estudio de la historia conectada de forma especifica con el análisis del fenómeno religioso y como trasunto de las actitudes y muestras de irreligiosidad en el devenir histórico. De ahí la realización de un estudio sobre esta temática en su evolución histórica respecto al ámbito occidental.
Además, trata el tema de la irreligiosidad en occidente ¿cómo lo definiría?
La irreligiosidad en el ámbito estudiado es una manifestación de la innecesariedad de la religión y búsqueda de transcendencia para asumir la condición humana y todas las características y consecuencias inherentes, caso postrero del desenlace fatal. Su análisis contrasta, tanto con la aceptación de un credo religioso, como con la de una postura atea conducente a negar la existencia de Dios; cuestión esta última que para el irreligioso se presenta como una verdadera aporía.
¿Qué características tenían las creencias en el mundo clásico grecorromano?
En el mundo clásico -greco-romano- la situación consiste a mi entender en dos campos de análisis: la generalidad de los ciudadanos de las polis griegas y república e imperio romano seguían la religión de los estados, de carácter cívico, que realmente era consustancial a la propia convivencia política social y consiguientemente de obligado respecto en sus manifestaciones de ritos y formalidades, así como celebraciones y fiestas; religiones conformadas y configuradas como politeísmos con panteones ambos ricos y variados., con manifiesta tolerancia entre ellos.
Pero, sin menoscabo, de estas manifestaciones públicas y ritos consiguientes convive la postura y reflexión de los ciudadanos cultos cultivadores y seguidores de la filosofía que trasladan una actitud de pensamiento y vida -ambas inextricablemente unidas- claramente irreligiosas -en algún caso incluso ateas- por cuanto prescinden de la idea de transcendencia para arrostrar y mantener sólida y dignamente la existencia cotidiana y lo que resulta más importante soportar y asumir la idea de la muerte como fin ineluctable de la condición humana.
Pueden citarse como claros manifiestos de esta postura el conjunto de las denominadas escuelas socráticas menores, abundantes en la época helenística y luego trasladadas a Roma, que las acoge como su legado. E incluso la postura de los más relevantes discípulos de Sócrates, Platón y Aristóteles, con su escuelas respectivas, Academia y Liceo, que asumen respecto al fenómeno religioso una posición meramente filosófica, altamente compleja y elaborada, pero sin los elementos constitutivos de la religión. Como resumen, que también opero en mi libro, existen, en ambas civilizaciones religiones, de carácter cívico, politeístas, con una manifestación de tolerancia evidente, salvo ataques o perturbaciones a los ritos o sacralidad pública, en cuanto atentados a la propia convivencia ciudadana y que como tales se castigan con firmeza y dureza en ambas civilizaciones.
¿En la Edad Media?
Tras la emergencia del Cristianismo, en las postrimerías del imperio romano como religión única, sobre todo a partir del emperador Teodosio, que proscribe otras manifestaciones religiosas, así como las propias disidencia heréticas. durante todo el periodo medieval-alta, central y baja edad media- ,lógicamente, se exige el seguimiento y cumplimiento de las prescripciones religiosas de tal credo. Imposición e influencia de la religión cristiana en todos los ámbitos de la existencia con implicaciones: políticas sociales y de actitudes ante la vida.
En la obra opero una descripción bastante exhaustiva de esas implicaciones, con análisis entre otras cuestiones del fenómeno de los grupos sociales estigmatizados: Herejes, brujería, judíos y homosexuales; así como las propias actitudes de la población medieval-condicionadas por ese pensamiento religioso- concernientes a aspectos como: la sexualidad, pobreza, obsesión ante la muerte y potencial condenación eterna según el credo cristiano, caso de el siniestro movimiento de los “flagelantes” y las famosas “danzas macabras”; con una solución intermedia de consuelo, muy oportuna para los fieles, mediante la creación en ese periodo medieval central del receptáculo del Purgatorio, para acoger en su caso a aquellos creyentes, si bien no perfectos o claramente fábiles en sus conductas, pero sin la comisión en su vida de graves pecados que los confinan en el temido infierno cristiano. (este último objeto de descripciones y relatos muy plásticos y bastante numerosos).
Como corolario, en este periodo caben y existen muy pocas manifestaciones de irreligiosidad, dada su peligrosidad y riesgo, sin menoscabo de poder atisbar, siquiera alguna, en movimientos específicos y atípicos para la época, caso del movimiento del Aveorrismo filosófico radical; el fenómeno de los trovadores ampliamente controvertido en su etiología, manifestaciones y consecuencias; ciertas manifestaciones del movimiento místico más heterodoxo, supuesto de las famosas Beguinas, la mística renana personificada en el maestro Eckhart, o los hermanos del libre espíritu, en distinta medida y enfoque; y, finalmente. los Goliardos, este último como manifiesto puramente rebelde y contestatario del sistema de vida ordinario, al socaire de una postura vitalista y hedonista, asida a los goces de la existencia.
¿Y hasta nuestros días?
El siguiente muy dilatado periodo de tiempo que discurre hasta la modernidad - que califico de acuerdo con los especialistas como “larga edad media” en cuanto se mantienen en puridad las estructuras más profundas del periodo medieval anterior- continúa bajo el imperio del pensamiento único cristiano, con una alianza clara e inequívoca entre la Iglesia y el Poder laico, por lo que continúa siendo proscrita la postura irreligiosa, más aun atea y las propias disidencias heréticas, con una proliferación de persecuciones y castigos incluso más acentuados y sangrientos que el periodo medieval anterior, caso de: Brujería con el fenómeno de la “caza de brujas”, esta última personificada en las mujeres, las minorías y los herejes entre los que ya sobresalen los protestantes, afines a la Reforma. Con la configuración, perfeccionamiento y plena eficacia de un tribunal de larga notoriedad caso del de la Inquisición, cuyas raíces fueron anteriores, pero su plena instauración y funcionamiento se muestran en este periodo. (muy peculiar y de amplia repercusión y estudio en España, tras su creación por los reyes católicos).
No obstante, con el Renacimiento ya se muestra en los aspectos artísticos, culturales y de concepción vital, con el movimiento Humanista, una vuelta a los valores pretéritos de la antiguedad clásica como recuperación y realce de su legado. A continuación la Reforma ya asume y proclama una mayor introspección religiosa en su relación con lo divino y los aspectos esenciales del credo cristiano, con eliminación de lo superfluo y de mero adorno y ornamentación del culto, imperantes hasta ese momento. Movimiento reformista que combate la Contra-reforma con una mayor acentuación del credo y la rigurosidad de los valores del catolicismo. En el periodo analizado ya aparecen fenómenos de ruptura con la rigidez y heterodoxia existentes, caso de los “libertinos” que como su denominación conlleva asumen una postura de libertad en todos los ámbitos, incluidos la religión, con especial referencia y dedicación a los aspectos mas hedonistas o de disfrute vital. (siglos XVI y XVII)
Luego ya nos encontramos con el movimiento conformado en torno al filósofo Spinoza denominado “Las luces Radicales” que ya alumbran una clara proclamación y defensa de la tolerancia y espíritu critico en un territorio, las Provincias Unidas, que ya se habían caracterizado por la enorme tolerancia y defensa de las libertades (en la medida de la época lógicamente) desde su conformación anterior y lucha enconada contra la monarquía española.
Finalmente emerge el fenómeno de la “Ilustración” que ya como uno de sus postulados primordiales defiende y exige la tolerancia de credos religiosos, supuesto muy notorio del filósofo y literato Voltaire en su famoso “Tratado sobre la Tolerancia” y del también famoso Barón de Holbach, que defiende posturas o actitudes incluso ateas.
Esta larga etapa concluye con la emergencia de las revoluciones, dos inglesas, la americana y finalmente como colofón la francesa de 1789, que a la postre trocan el modelo social y político anterior e inauguran una nueva época; época en la que sin menoscabo de altibajos y vicisitudes ya podemos afirmar la posibilidad y aceptación de una tolerancia religiosa y consiguientemente o anudada a la anterior una actitud de irreligiosidad y ateísmo.
¿Ahora qué priman más, el ateísmo, el agnosticismo, la irreligiosidad o la trascendencia?
En nuestra época podemos sostener que entre todos los elementos que prima más la inercia en materia religiosa que cualquiera de los fenómenos aludidos: búsqueda de transcendencia, seguimiento de credos religiosos o irreligiosidad, ateísmo o agnosticismo.
En efecto, la postura religiosa es meramente formal e inmeditada o irreflexiva, de tal forma que se está hablando por los especialistas de una infantilización y banalización del fenómeno religioso.
Y como contraste, las otras posturas contrarias aludidas tampoco concitan reflexión o análisis sobre su planteamiento y alcance; manteniéndose de forma muy superficial y por pura inercia.
Algunas religiones se utilizan para someter a los demás, y ya no se diga a las mujeres, rompiendo principios de libertad elementales ...
Actualmente algunos credos coadyuvan, sin duda, al sometimiento y aculturación de las masas, y de forma especial suponen una vejación a colectivos determinados, caso de las mujeres. Estos hechos están más mitigados o se reducen en nuestro ámbito occidental, por la evolución a la que hemos aludido; sin menoscabo de tener alguna influencia en algún aspecto de nuestra convivencia política y social. Pero no se olvide que en ese largo periodo de tiempo que hemos analizado, la religión cristiana ha estigmatizado sobremanera a la mujer objeto de oprobio y desconsideración, a la par que otros grupos que han servido como verdaderos chivos expiatorios, caso de los homosexuales; lacras ya por fortuna extintas en la actualidad.
Vivimos tiempos de contrastes. ¿Es bueno creer o no creer? ¿Hay dioses mejores y otros peores?
A pesar de la situación de contrastes, reales o aparentes que acontecen en al actualidad, y nuestras incertidumbres, resulta, a mi entender, saludable creer o asumir un credo religioso de forma reflexiva y profunda según las convicciones de cada cual y sus anhelos; como también resulta saludable la posición irreligiosa siempre que sea reflexiva dotada de asideros intelectuales y con contenido ético y compromisos sociales. Con lógica e imprescindible tolerancia y respeto entre ambas.
Lo que resulta nefasto es la pura inercia irreflexiva y fútil que por desgracia se muestra en la actualidad, tanto con el seguimiento formal y superficial de la religión, como en la también irreflexiva postura contraria.
Acaba de jubilarse, ¿qué siente?
En mi caso el cese en el trabajo habitual y lógicamente comprometido de la profesión que desempeñaba sin duda de forma normal debe asumirse como final del ciclo laboral. Pero ello no impide la continuidad de una actividad en ese ámbito de la gestión sanitaria de estudio y colaboración gratuitas; como tampoco afecta, sino lo contrario, a otras actividades de mi querencia caso de las de los estudios históricos que me apasionan y a las que dedico todo mi tiempo.
¿Tiene previsto publicar obras relacionadas con su especialidad?
Estoy preparando un segundo libro también de contenido histórico que aunque no es mi especialidad formal, resulta sin duda la vocación de mi vida; sin negar, todo lo contrario, la formación enorme que me facilitó el estudio y ejercicio del derecho y de forma especial en la especialidad del derecho y gestión sanitaria, a las que he prácticamente dedicado mi vida laboral.
La investigación nos está llevando a terrenos morales desconocidos, ¿cómo pueden afrontarse?
Los temas morales indudablemente relacionados con el tema del libro hay que afrontarlos directamente, con planteamientos y compromisos éticos, ya vinculados a los aspectos religiosos o irreligiosos, ya a los aspectos sociales de absoluta prioridad sobre todo en momentos tan convulsos.
¿De quién recibió el mejor consejo? ¿Cuál fue?
Para la elaboración del libro he recibido sabios y muy oportunos consejos, respecto al enfoque, alcance y propio redactado; igualmente en los comienzos ya lejanos del ejercicio de la profesión no puedo olvidar las apreciaciones y consejos como abogado de mi padre para un mejor enfoque de la problemática jurídica, su análisis más conciso y razonado y lo que resulta muy importante evitando excesos y desmesuras, muy propias de la profesión de letrado.
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