Fuente: Noticias Obreras
En estos tiempos que corren, tan inciertos y cambiantes, en el que los acontecimientos nos descolocan y desorientan con facilidad, viene como anillo al dedo el último libro de Ediciones HOAC Entre el Tabor y el Calvario. Una espiritualidad “con carne”, de Jesús Martínez Gordo. El teólogo vasco nos ofrece una reflexión teológica en la que se adentra en el análisis y discernimiento de las distintas espiritualidades que en la actualidad están presentes en nuestra sociedad.
A lo largo de ocho capítulos, el autor se va adentrando en el análisis y estudio de las diversas espiritualidades, la espiritualidad atea o profana, las nuevas espiritualidades, la espiritualidad “Jesu-cristiana” y “uni-trinitaria”, la espiritualidad ortodoxa y la espiritualidad latina. Dedicando los tres últimos capítulos a analizar y discernir el proceso de acercamiento al Cristo de la fe y al Jesús histórico como proceso de conversión y seguimiento. Nos alerta de los riesgos que tiene que eludir cada tradición, la reivindicación del Tabor con exclusión u olvido de las Bienaventuranzas y del Calvario o de las Bienaventuranzas sin Calvario y sin Tabor.
Martínez Gordo evalúa la gran variedad de teologías y espiritualidades, profanas o ateas, deístas o teístas, a la luz de la “unidad jesu-cristiana” es decir del equilibrio permanente inestable entre los tres montes que fundamentan y dotan de entidad a dicho equilibrio, el monte Tabor, el monte Calvario y el monte de las Bienaventuranzas. Es necesario transitar estos tres ochomiles, en palabras del autor, para vivir una espiritualidad que supere la prueba del nueve del seguimiento “Jesu-cristiano”.
Como escribe en el prólogo el obispo emérito de San Sebastián Juan María Uriarte, “No se ha ahorrado la autocrítica de las desviaciones y peligros en que el cristianismo ha incurrido e incurre a veces, al remarcar en exceso una de ‘las tres grandes montañas’ o al rechazar de raíz movimientos incompletos o desviados, pero no del todo carentes de verdad. El discernimiento crítico que hace de ellos no deja de reconocer algunos avisos saludables que de ellos hemos de recoger”.
Me parece digno de elogio el que la altura de su reflexión teológica no le haya dispensado de bajar a la llanura de lo concreto y extraer lecciones precisas para nuestro pensar, sentir y actuar diarios. Ha validado el criterio de que “nada hay más práctico que una buena teoría”.
Prosigue Uriarte, “ha sabido distinguir entre los diferentes movimientos esencialmente deficitarios y aquellas otras formulaciones que, subrayando algunos puntos especiales, no descartan, sino cultivan en una medida aceptable, los demás puntos irreemplazables. Esta posición le conduce a reconocer como legítimas, espiritualidades y teologías diferentes pero complementarias”.
Una reflexión teológica, un discernimiento crítico, que sin lugar a dudas nos viene muy bien a los y las militantes de los movimientos apostólicos y a los laicos en general para, partiendo de la reflexión y el análisis que nos ofrece Martínez Gordo levantar la vista, hacer un alto en el camino, revisar nuestras prácticas y discernir qué retos nos plantea hoy la realidad, para seguir encarnados en ella, viviendo “una espiritualidad con carne”.
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