El nombramiento de Greg Epstein, autor de ‘Good Without God’, refleja una tendencia más amplia de jóvenes que se identifican cada vez más con una espiritualidad sin afiliación religiosa.
Fuente: NYTimes
Por Emma Goldberg
02/09/2021
Greg Epstein ha sido capellán humanista de Harvard desde 2005.Credit...Cody O'Loughlin para The New York Times
Los colonos puritanos que se instalaron en Nueva Inglaterra en la década de 1630 tenían una preocupación agobiante en torno a las iglesias que estaban construyendo: ¿cómo podían garantizar que los clérigos iban a ser cultos? Su respuesta fue la Universidad de Harvard, una escuela que se fundó para educar al clero y adoptó el lema “La verdad para Cristo y la Iglesia”. La bautizaron así en honor a un pastor, John Harvard, y tuvieron que pasar más de 70 años para que la escuela tuviera un presidente que no fuera un religioso.
Casi cuatro siglos más tarde, la organización de capellanes de Harvard ha elegido a su próximo presidente: un ateo llamado Greg Epstein, quien asumió el cargo la semana pasada.
Epstein, de 44 años y el autor del libro Good Without God (Bien sin Dios), pareciera ser una opción inusual para ocupar el cargo. Epstein coordinará las actividades de más de 40 capellanes de la universidad, que lideran las comunidades cristiana, judía, hindú, budista y de otras religiones en el campus. No obstante, muchos estudiantes de Harvard —algunos criados en familias de fe y otros que nunca han estado muy seguros de cómo etiquetar a su identidad religiosa— dan fe de la influencia que Epstein ha tenido en su vida espiritual.
“Hay un grupo cada vez mayor de personas que ya no se identifica con ninguna tradición religiosa, pero aún así experimenta una necesidad verdadera de conversar y sentir un respaldo en cuanto a lo que significa ser un buen ser humano y vivir una vida ética”, comentó Epstein, quien fue criado en una familia judía y ha sido el capellán humanista de Harvard desde 2005. En ese papel les ha enseñado a los estudiantes sobre el movimiento progresista que se centra en las relaciones que las personas establecen entre sí en lugar del vínculo que se tiene con Dios.
Para los otros capellanes que son colegas de Epstein en el campus, la idea de que los lidere un ateo no es tan ilógica como podría sonar; su elección fue unánime.
“Tal vez en un clima universitario más conservador haya una duda tipo ‘¿Qué diablos están haciendo en Harvard, con un humanista como presidente de los capellanes?’”, comentó Margit Hammerstrom, capellana de ciencia cristiana en Harvard. “Pero en este entorno funciona bien. Greg es conocido porque quiere mantener las líneas de comunicación abiertas entre las diferentes fes”.
Las decenas de estudiantes de las que Epstein ha sido mentor han encontrado una fuente de sentido en la agrupación de humanistas, ateos y agnósticos de la universidad, un fenómeno que refleja una tendencia más general entre la gente joven en Estados Unidos, que cada vez se identifica más como espiritual, pero sin afiliación religiosa. Esa predilección podría tener un protagonismo especial en Harvard. Una encuesta del diario estudiantil The Harvard Crimson hecha entre los integrantes de la generación 2019 encontró que esos estudiantes eran dos veces más propensos a identificarse como ateos o agnósticos que las personas de 18 años de la población general.
“El liderazgo de Greg no está relacionado con la teología”, mencionó Charlotte Nickerson, de 20 años y estudiante de Ingeniería Eléctrica. “Está relacionado con la cooperación entre personas de distintos credos y unir a la gente que normalmente no se consideraría religiosa”.
Los capellanes de Harvard tienen un enorme papel en el campus, pues impactan la vida de cientos de estudiantes, ya sea por medio de las misas que ofrece el Centro Estudiantil Católico o las cenas del sabbat de Harvard Hillel. Su líder reporta directamente a la oficina del presidente de la universidad.
Para Epstein, liderar la organización, en especial ahora que recibe más reconocimiento de la universidad, llega como confirmación de un esfuerzo de años iniciado por su predecesor para enseñarle sobre el humanismo a un campus con raíces religiosas tradicionales.
“No recurrimos a un dios para obtener respuestas”, aseguró Epstein. “Somos las respuestas del otro”.
El trabajo de Epstein incluye organizar cenas para estudiantes universitarios en las que la conversación es profunda: ¿Existe Dios? ¿Cuál es el sentido de la vida? Antes dirigió una congregación de humanistas y ateos del área de Boston que se reunían en Harvard Square para ceremonias semanales protagonizadas por sermones seculares. En 2018 dejó eso para centrar su tiempo en establecer relaciones universitarias, incluso en el MIT, donde también es capellán. Epstein se reúne con frecuencia individualmente con los estudiantes que enfrentan dificultades tanto personales como teológicas. También los asesora en el manejo de la ansiedad en torno a los trabajos de verano, las peleas familiares, las presiones de las redes sociales y la turbulencia endémica de la vida universitaria.
“Greg es irreverente y sabe disipar la presión”, dijo Nickerson, al recordar una ocasión en la que él bromeó con ella y le dijo que si sus prácticas de verano se volvían demasiado estresantes, siempre estaba la posibilidad de que la despidieran, y así tendría una buena historia que contar.
Algunos de los estudiantes que se han sentido atraídos a la comunidad secular de Epstein son refugiados religiosos, personas criadas en familias practicantes que llegan a la universidad en busca de un significado espiritual en una forma menos rígida.
Adelle Goldenberg, de 22 años, se crió en una comunidad jasídica del distrito de Brooklyn en Nueva York, donde recuerda que le dijeron que no podría asistir a la universidad. En preescolar, cuando le preguntaban qué quería ser de grande, su respuesta era simple: novia. Era lo único que podía imaginar para una niña como ella. Al cumplir 19 años, solicitó su ingreso a Harvard en secreto y huyó de la comunidad.
Una vez en Harvard, Goldenberg fue cautelosa al momento de adoptar una etiqueta religiosa, pero seguía anhelando encontrar gente que luchara con problemas más profundos que los logros académicos. Goldenberg comenzó a asistir a las reuniones del grupo humanista y descubrió en Epstein una especie de mentor que sintió casi como un rabino secular, comentó.
“Cuando empezó la pandemia le dije: ‘Greg, ¿tienes tiempo para hablar sobre el significado de la vida?’”, recordó Goldenberg. “Me enseñó que es posible encontrar una comunidad fuera de un contexto religioso tradicional, que puedes obtener el valor agregado que la religión ha brindado durante siglos: está ahí cuando la situación parece caótica”.
Goldenberg reflexionó de nuevo sobre cuán improbable había sido su camino cuando su madre le pidió ver el anuario de la universidad: “Le dije: ‘No creo que te vaya a gustar’”, recordó Goldenberg. “Ahí dice que fui copresidenta de Humanistas, Ateos y Agnósticos de Harvard. Y se me ven los hombros”.
La cantidad de personas no religiosas va en ascenso mucho más allá de los confines de Harvard. Es la preferencia de fe de más rápido crecimiento en el país, según el Centro de Investigación Pew. Más del 20 por ciento del país se identifica como ateo, agnóstico o no religioso, incluidos cuatro de cada diez miléniales.
Hay una variedad de razones para explicar por qué más jóvenes estadounidenses se están desafiliando en el país desarrollado más religioso del mundo. El sociólogo de la Universidad de Notre Dame Christian Smith atribuye la tendencia en parte a la creciente alianza entre el Partido Republicano y la derecha cristiana, un declive de confianza en las instituciones, el creciente escepticismo de la religión frente a los ataques terroristas del 11 de septiembre y un alejamiento de las estructuras familiares tradicionales enfocadas en acudir a la iglesia.
La comunidad de Epstein ha conectado con el creciente deseo de encontrar un sentido vital sin fe en Dios. “Ser capaces de encontrar valores y rituales pero sin tener que creer en magia es algo poderoso”, comentó A. J. Kumar, quien fungió como presidente de un grupo humanista de estudiantes de posgrado de Harvard que recibió la asesoría de Epstein.
Otros capellanes de Harvard han aplaudido los esfuerzos de Epstein para brindar un hogar en el campus a quienes no tienen vínculos religiosos, escépticos pero que siguen en una búsqueda. Algunas personas dijeron que la elección de Epstein para dirigir el grupo, después de su anterior líder judío, parecía obvia.
“Greg fue la primera opción de un comité que estaba compuesto por una luterana, un cristiano evangélico y una seguidora del bahaísmo”, dijo la reverenda Kathleen Reed, capellana luterana que presidió el comité de nominación. “Le estamos presentando una visión a la universidad de cómo el mundo podría funcionar cuando diversas tradiciones se enfocan en ser buenos seres humanos y vecinos”.
Y para algunos miembros de la comunidad humanista y atea de Harvard, la exploración del humanismo ha traído consigo una comprensión más rica de la fe.
Nickerson creció en un hogar católico de clase trabajadora en el que le costaba conectar con rituales como la misa. Pero durante su primer año en Harvard, se dio cuenta de que era capaz de mantener largas y animadas conversaciones con su abuela, una mujer devota. Nickerson entendió que su participación en el humanismo de Harvard le había proporcionado el lenguaje necesario para entender la teología de su abuela.
La primavera pasada, ambas cuidaban de las rosas y los lirios en el jardín familiar cuando empezaron a hablar del sometimiento. La abuela de Nickerson reflexionó sobre los aspectos de su vida que estaban en manos de Dios; Nickerson estuvo de acuerdo en que era importante reconocer todos los acontecimientos que escapan al control humano, aunque no cree que haya una deidad implicada. A continuación, Nickerson compartió una parábola budista que había aprendido en el club humanista, y que su abuela transmitió después a su grupo de estudio de la Biblia.
“Entendimos la idea del sometimiento de forma similar, aunque una de esas explicaciones surgía de Dios y la otra no”, dijo Nickerson. “Ahora encuentro que soy más fluida en mis conversaciones espirituales”.
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