Fuente: Diario Vasco
Por JOSÉ R. GARITAGOITIA
DOCTOR EN CIENCIAS POLÍTICAS Y EN DERECHO INTERNACIONAL
02/12/2022
Cuando en 2010 Joseph H. Weiler defendió ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos la presencia del crucifijo en las aulas, hubo quien se sorprendió por su condición de judío practicante. En la vista de apelación del caso Lautsi contra el Estado italiano, el profesor de la Universidad de Nueva York, experto en la UE, expuso sus argumentos ante la Gran Sala. A quienes cuestionaron su presencia en Estrasburgo, Weiler respondió que, además de judío practicante, también era 'constitucionalista practicante', dispuesto a defender causas en las que la justicia quedaba en entredicho. La concesión del Premio Ratzinger 2022, que recogió ayer en Roma, le ha situado en primer plano. Esta circunstancia me ha llevado a repasar su intervención ante la Corte, disponible en YouTube. Ningún caso en la historia del Tribunal y del Consejo de Europa había suscitado tan amplio debate público.
Unos meses antes, la Sección 2 del Tribunal de Estrasburgo había sentenciado a favor de la demandante: la presencia de los crucifijos en los liceos de Italia era contraria a la neutralidad y debían retirarse, como pedía la señora Lautsi. El fallo se sustanció en tres principios: el Estado debe preservar la libertad religiosa; garantizar una educación en la tolerancia y el pluralismo; y mantener su deber de neutralidad.
La sentencia sorprendió a muchos Estados, pues el carácter general de los principios enunciados afectaba globalmente a las escuelas de los 47 miembros del Consejo de Europa. Italia recurrió ante la Gran Sala del Tribunal, compuesta por 17 jueces. Diez países decidieron intervenir como terceros coadyuvantes. Cada uno presentó sus argumentos, solicitando la revisión del fallo. Otros once Estados cuestionaron públicamente la sentencia, reclamando respeto para las identidades religiosas nacionales. Recordaron que está en el origen de los valores, y de la unidad europea. Lituania comparó la sentencia con la política antirreligiosa de tiempos de la dominación comunista. Además de los argumentos culturales, 22 de los 47 Estados del Consejo de Europa alegaron un reconocimiento político al hecho religioso, afirmando la legitimidad social del cristianismo en la sociedad europea.
En su intervención ante la Gran Sala en nombre de Italia y los otros Estados, Weiler argumentó su disconformidad con la concepción de neutralidad: se alineaba con la posición de una parte, alejándose de la tradición europea de pluralismo y tolerancia. Suponía un paso decisivo en la secularización. Le resultaba sorprendente que se invocase subrepticiamente la libertad religiosa para negar la libertad religiosa. Al acentuar la dimensión negativa de esta libertad se negaba su dimensión positiva, y la presencia de símbolos religiosos en el espacio público. En su opinión, la contestación por parte de tantos países no era casual: muchos habían sufrido el ateísmo de Estado.
Llevada a sus últimas consecuencias, esta concepción de laicidad exigiría admitir que solo cabe democracia allí donde desaparecen los símbolos religiosos. Y no es así: miembros del Consejo de Europa adoptan posiciones favorables a algunas confesiones, y cada pueblo tiene derecho a expresar su historia con sus propios símbolos. Weiler citó la Constitución alemana, que menciona a Dios en el inicio, y la referencia a la Santísima Trinidad en la de Irlanda. Más de la mitad de la población europea vive en Estados que no encajan en la definición francesa de laicidad, por lo demás lícita, como las de otros países con opciones diferentes: al otro lado del Canal de la Mancha pervive una Iglesia en la que el jefe del Estado es también cabeza de esa Iglesia, los líderes religiosos son miembros de la Cámara de los Lores, su bandera lleva dos cruces y el himno nacional es una plegaria a Dios para que salve al rey. No todos los que cantan el 'God save the Queen' creen en Dios, reconoció el profesor, pero sería inapropiado decir que se debe cambiar la frase, o la bandera porque alguien se pueda sentir ofendido. La principal división en la sociedad actual no es entre izquierdas y derechas, ni entre confesiones religiosas, sino entre ciudadanos religiosos y ciudadanos secularizados. Unos y otros deben ser tratados en igualdad de condiciones sin que una posición prime sobre la otra. El secularismo no es una categoría vacía, y los valores no son neutros.
Los argumentos de Weiler convencieron a la Gran Sala de Estrasburgo, que dio la razón a Italia por una mayoría de 15 a 2, subrayando la competencia de cada Estado para establecer su modelo. La Corte preserva así el equilibrio europeo entre aproximaciones diferentes al hecho religioso, sin imponer una 'neutralidad' que significaría asumir la posición de una parte.
Comentarios
Una escuela pública ha de estar libe de símbolos religiosos. «Lo primero que debe aprender el alumno al entrar en la escuela es que hay una esfera en la vida social que responde solamente a convenciones, estudios y razonamientos estrictamente humanos, compartidos por todos y que no necesitan refrendo sobrenatural ni aceptan censura de igual procedencia. Asumir dogmas religiosos o refutarlos es una opción intelectual a la que todo el mundo tiene derecho pero no se trata de un deber para nadie ni mucho menos para el conjunto de la sociedad.» F. Savater.
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