martes, 20 de agosto de 2024

En la Basílica de Begoña: HOMILÍA 15 DE AGOSTO



Herri agintari, eleiz gizon eta eleiztarrok, ondo etorriak izan zaitezela Maria Birjinaren zeruratzearen eguneko ospakizunera. Nazareteko Maria zeruan dala jakiteak adore eta kontsolamendua emoten deusku. Izan be, gaur ospatzen doguna geuk be bizi izango dogunaren aurrerapena da: goratuak izango garala Aita Jainkoaren ondoan.

 

La fiesta de hoy de la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María nos invita a reflexionar sobre el misterio de nuestro ser corporal. Hoy los creyentes celebramos que "María fue llevada a la gloria celestial en cuerpo y alma". La creencia en la Asunción de la Virgen María nos enseña que el cuerpo humano es algo bueno, esencial a nuestro ser. No somos ni seremos ángeles. A nosotros Dios nos ha hecho cuerpo y espíritu, y en la eternidad seguiremos siendo también eso.

Pero, ¿qué tipo de cuerpo tendremos? Sabemos que, después de su muerte, Jesús resucitó, con un cuerpo diferente y transformado, pero un cuerpo de carne. Fue visto caminando por orilla del mar, preparando comida para los discípulos, comiendo con ellos y acompañando a los viajeros de Emaús. Jesús pudo ofrecer sus manos a Tomás para que las tocara; ascendió al cielo con su cuerpo. Somos la única religión que afirma que Dios se hizo carne; algo que las otras consideran absurdo y anatema.

 

Betierekotasunean be gorputz eta arima izango gara, holan egin gaitualako Jainkoak.

 

Vivimos un tiempo peculiar. Mientras se extiende el culto al cuerpo bello, con sus dietas, sus gimnasios y cirugías plásticas, al mismo tiempo se cuestiona que ese mismo cuerpo pueda imponer restricciones y límites a nuestra voluntad de ser lo que queramos ser. Es como si el cuerpo no importara, como si uno pudiera construir su identidad, ser hombre o mujer o cualquier cosa intermedia, o ninguna de ellas, a voluntad, sin referencia al cuerpo con el que hemos nacido. Una cosa es reconocer la insatisfacción y el sufrimiento de algunas personas con su cuerpo, y otra muy distinta intentar imponer la idea de que el cuerpo nada tiene que decir. Se predica una libertad para ser, que nada debe demostrar ni justificar, como si, efectivamente, el puro deseo fuera capaz de crear realidad. Se nos dice: tú puedes ser lo que quieras, pero no es así porque si fuera así la cantera de estrellas del Athletic, masculino y femenino, no estaría nunca a falta de candidatos. Lamentablemente no todos valemos para jugar al fútbol, ni somos capaces de ganar medallas olímpicas, ni nadamos como los peces, ni volamos como las aves, ni vamos a ser mucho más guapos de lo que ya somos.

Nuestro cuerpo es parte de nuestro ser, alto o bajo, gordo o flaco, flácido o musculoso. Y finalmente nuestro deseo de poder hacer con él lo que queramos se tiene que enfrentar con el último límite: nuestra mortalidad. Ahora algunos, alimentados con la expectativa de tecnologías revolucionarias, vuelven a revitalizar el espejismo de que algún día cercano la inmortalidad será posible. Dios nos libre de la condena de vivir aquí eternamente. Pero tranquilos porque, en todo caso, ninguno de los aquí presentes, va a tener esa opción.

Hoy, celebrando la asunción de María, recordamos que somos cuerpo, que somos neuronas, hormonas, músculos y huesos que empiezan a doler a partir de cierta edad. Hoy celebramos que somos mortales: mortalidad que es descanso final, que es cumplimiento, que es horizonte limitado y por eso urgencia para aprovechar los días y las horas y disfrutar de ellas todo lo posible, que es límite capaz de dar sentido a esfuerzos y tareas, mortalidad que pincha la quimera de que somos el centro del mundo, porque si, la historia sigue cuando nosotros ya no estamos, haciéndose verdad eso de que los cementerios están llenos de personas imprescindibles. Morimos y así hacemos sitio para que otros cojan el testigo y hagan un nuevo tramo del camino.

 

Gaur be, Maria eredugarri agertu jaku bere apaltasun eta eskuzabaltasunean. Mariaren eredua, itxaropen-iturri da munduarentzat.

 

En contraste con algunas visiones demasiado pretenciosas y autocentradas, el Evangelio nos habla de la sencillez y la generosidad de una joven. Una buena noticia porque mientras haya sencillez y generosidad, habrá esperanza para el mundo. La esperanza es la virtud de quienes, en medio de los conflictos —y estos nunca faltan— siguen confiando en la belleza de la vida entregada por amor, una vida que se abre más allá de nuestras mentes pequeñas y cerradas.

Escuchamos el Cántico de María, el Magnificat, y oímos la melodía del Pueblo que camina en sus desiertos sin perder la esperanza. Es el canto de los santos, hombres y mujeres, famosos o desconocidos. Santos con cuerpo que les pone rostro, que nos permite disfrutar del entorno a través de los sentidos, cuerpos que trabajan con sudor, asumiendo limitaciones y debilidades, que se hacen grandes y luego se empequeñecen, cuerpos que aprenden, que se cansan y se van consumiendo. En todo ese proceso, creando vida en esfuerzos y trabajos, esos cuerpos empiezan a elevarse, y suben más y más con cada gesto de entrega, con cada experiencia bella, con cada sacrificio por amor. Y así nuestros cuerpos ganan en dignidad y hacen camino hasta encontrarse finalmente con María, en cuerpo y alma, y con su Hijo Jesús transfigurado.

María dice hoy: “Mi alma glorifica al Señor”; y todas/todos nos unimos a su canto en este día de la Asunción. Un canto particularmente necesario allí donde el Cuerpo de Cristo, sí, cuerpo una vez más, sigue sufriendo violencia (víctimas entre la población civil en la tierra del Señor). Pero para nosotros nunca hay solo pasión, nunca hay solo conflicto, nunca hay solo ofensa o provocación. Porque todas esas experiencias negativas, por muy dolorosas que sean, están siempre abiertas a la esperanza. Cuando muere la esperanza dejas de ser cristiano. No os dejéis nunca robar la esperanza. Venid aquí, a esta basílica, a pedirla cuando notéis que os está faltando. Que no os la roben, porque sería como robarnos el evangelio, que no nos la roben, porque la esperanza es la fuerza de Dios que nos levanta siempre y nos empuja hacia adelante y eleva nuestra mirada. Y en el camino, María a nuestro lado, cerca de nuestras familias y comunidades, pacientemente esperando, acompañando, animando, sufriendo con nosotros y rezando el Magníficat de la esperanza cierta, cada día y en cada situación, porque todas son buenas para rezarlo.

 

Jainkoaren herriak fede handiz gurtzen dau Maria. Eta zeruratua izan danak bat egiten dau gaur gu guztiokaz jaian eta Jainkoaren aldeko gorespenean.

 

El pueblo de Dios vive la asunción con alegría. Llegamos a Begoña a celebrar juntos este día como día de fiesta. Y así anda hoy María, entre los puestos de la romería, en nuestras comidas familiares, en nuestras calles, plazas, casas y hospitales, atenta a la vida de la gente. María la amatxu de Begoña, la madrecita de Guadalupe, y la churonita del Cisne, la Virgen del Carmen, la de la Merced, María Auxiliadora; son todas ellas y muchas más. Distintas imágenes del cuerpo de una mujer universal. Hoy María asunta al cielo se une a la fiesta, se alegra con nosotros y da gloria a Dios porque en nuestro mundo, aunque no lo parezca, la bondad es más fuerte que la muerte.

 

Mariak erakusten deusku inork baino hobeto, zer egin behar dogun Jesusen atzetik jarraitzeko: errukiaren Jainkoa iragarri / senidetasun handiagoa dauan munduaren lan eginez / eta txikien Jainkoarengan uste osoa jarriz. Geure egin daiguzan, beraz, bere jarrera eta jokaera. Begoñako Amatxu, otoitz gure alde!

 

Pidamos a María en este día sobre todo una cosa: alegría perseverante, esa que no se acobarda, que no se desinfla fácilmente, esa que no se sostiene gracias al alcohol, ni a las pastillas, ni a falsas expectativas de disfrutar y vivir sin límites. Esa que sale de dentro porque surge de la convicción de que el Todopoderoso ya ha hecho obras grandes por ti y por toda la humanidad, y va a hacer muchas más en el futuro; porque su nombre es santo, proclamamos con María hoy con confianza la grandeza del Señor.

 

Joseba Segura Etxezarraga

Obispo de Bilbao

 

 

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