miércoles, 30 de agosto de 2023

Turín: parroquias, cambiamos

Fuente:   SettimanaNews

Por:  Rolando Covi

27/08/2023


Foto de JV en Unspalsh

Entre estos dos movimientos se mueve la carta pastoral "Lo que realmente importa" de Mons. Roberto Repole, para el año pastoral 2023-24. El subtítulo se refiere a la importancia del asunto: "sobre el futuro de las Iglesias de Turín y Susa". Por lo tanto, lo que está en juego es lo esencial de la Iglesia diocesana para los próximos años.

 

Discernimiento

La introducción se centra en el objetivo: "ser una Iglesia formada por comunidades vivas, en la que no sólo hablamos, sino que experimentamos verdaderamente el Reino de Dios". Por esta razón, es necesario permitir a las comunidades un verdadero discernimiento (continuando así concretamente el camino sinodal, ahora en su tercer año).

Discernir se traduce en "reconocer": no se trata de "llevar" algo a alguien, sino de ver la presencia de Cristo, para dejarse acompañar por Él. "¿A dónde nos lleva Cristo?": esta es la pregunta que nos hace cristianos.

El discernimiento tiene una consecuencia práctica: no se puede esperar proceder de manera cansina y dejadez con el modelo actual: es necesario repensar la relación esencial que define la parroquia, la que existe entre comunidad y territorio, so pena de perder la capacidad de ser significativa (las palabras de Repole recuerdan las del Card. Martini, cuando invitó a las comunidades cristianas a no rechazar el estatus de minoría, siempre que se sea una minoría significativa, capaz de dar un nuevo significado al contexto en el que se inserta).

El papel del obispo es ayudar a identificar los criterios para el discernimiento eclesial: Mons. Repole, sin embargo, se distancia inmediatamente de la pretensión de asignar a una sola persona la tarea de dar indicaciones absolutas; En este sentido, aclara el papel de la presidencia del obispo diocesano. De hecho, el único centro es Cristo, y es sobre la base de nuestra mirada sobre el que se puede fundar todo discernimiento.

Se presentan entonces los "tres criterios para ser Iglesia": la escucha de la Palabra, que no debe limitarse al mero conocimiento intelectual, sino que debe conducir a aprender a orar a partir de la Escritura. Es una postura muy interesante, que pone en tela de juicio la atención exclusiva a una cierta formación bíblica y abre caminos viables incluso para las comunidades más humildes.

En segundo lugar, la celebración eucarística, cuidada en su calidad, y presidida por el sacerdote ("su presidencia es indispensable si hemos de hablar de una comunidad cristiana"). Hay otro signo de clarificación sobre el papel del ministerio ordenado, en este caso el sacerdote. "Debemos guardar el domingo y el domingo nos protegerá a nosotros y a nuestras parroquias, dirigiendo su camino, alimentando sus vidas", escribieron los obispos italianos en 2004 (El rostro misionero de las parroquias en un mundo cambiante, n.8).

Finalmente, la fraternidad, como alma y motor de la caridad. En otras palabras, más que comunidad (término utilizado en muchos ámbitos), hablamos de comunión, practicada hacia los más débiles y frágiles.

¿Qué cambia concretamente para las parroquias? Se ofrecen algunas propuestas para mantener viva la presencia cristiana en un pequeño territorio: la iglesia abierta, la oración matutina y vespertina, la escucha de las necesidades del lugar a través de un punto de escucha, la presencia de la formación catequética y un servicio de caridad, atención a los enfermos y ancianos. Luego están las dimensiones que necesitan espacios más grandes, como la atención a los jóvenes y un servicio más organizado de caridad; Lo mismo se aplica a la mirada a los lugares de la vida y el trabajo. En estas últimas dimensiones, se requiere la colaboración entre varias parroquias.

 

¿Dónde celebrar la Eucaristía?

Con respecto a la Eucaristía, y es quizás el mayor punto de inflexión con respecto a una tradición que vio la presencia eucarística incluso en la parroquia más pequeña, se decide no activar las celebraciones en ausencia de un sacerdote, sino convocar a los fieles en algunos "centros eucarísticos", presididos por el sacerdote, donde la celebración puede crecer en calidad.

Ahora se trata de profundizar cómo hacer visible la diversidad de pequeñas comunidades en la unidad de una sola celebración, para evitar el riesgo de una parroquia que absorbe a todas las demás. Este es el desafío que una nueva forma de hacer Iglesia presenta a los cristianos de hoy.

El cambio también implica a la Curia: se fusionan servicios obsoletos y nacen otros, más útiles a las nuevas necesidades; hombres y mujeres laicos toman el lugar de los sacerdotes; Sobre todo, se reitera que las oficinas diocesanas están al servicio del ministerio del obispo y de la vida de las parroquias, y no al revés.

Todo esto requiere una inversión formativa: primero con los ministros ordenados (sacerdotes y diáconos), luego con las personas consagradas y, finalmente, con todos los fieles. Digno de atención es un nuevo Instituto para la formación de los laicos, que desea preparar ministros instituidos, por un período de cinco años, para servir a las parroquias.

A las de lector, acólito y catequista, ya indicadas por documentos pontificios, se añade la de animador de la caridad y coordinador de comunidades. "Este último es un servicio indispensable donde hay pequeñas comunidades donde no es posible la presencia constante del sacerdote. No será un servicio realizado por un individuo, sino por un grupo ministerial compuesto por al menos tres personas, de modo que sea evidente que el servicio de la presidencia es siempre y solo realizado por el sacerdote".

La carta es el resultado de un año de intensa escucha diocesana, donde cada comunidad y movimiento reunió los "brotes" de la vida cristiana presentes. Y es en esta dirección que concluye: dar a luz signos de auténtica caridad es el propósito de la Iglesia. Parece escuchar de nuevo las palabras de los primeros siglos: "Mirad cómo se aman", como criterio último para repensar la presencia eclesial en el territorio; después de todo, no hay otros atajos para proclamar el Evangelio con credibilidad.

Una carta, por tanto, que abre un intenso año de trabajo pastoral.

 

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