viernes, 4 de agosto de 2023

Francisco - Antiguo Santo Oficio: custodiar la fe, no condenar

Casi un testamento. La carta con la que el Papa Francisco acompañó, el pasado 1 de julio, el nombramiento del nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el argentino Víctor Manuel Fernández, de 60 años, actualmente arzobispo de La Plata, para reemplazar al jesuita Luis Francisco Ladaria Ferrer, de setenta y nueve años, es un documento importante del pontificado.

Fuente:    Il Regno

Gianfranco Brunelli

15/07/2023

 

Más importante que la reforma de la propia curia, iniciada después de 8 años de trabajos, no parece afectar mucho, excepto en la cuestionable reducción de la Secretaría de Estado.

En el décimo año, Francisco vuelve al documento para la inauguración del pontificado, Evangelii Gaudium. Retoma su visión de la Iglesia. No sabemos qué prefecto será el nuevo cardenal Fernández, amigo de confianza y teólogo del Papa, ni cómo aplicará concretamente las indicaciones recibidas. Pero la carta va más allá de esa nominación, ya que entra en la definición de lo que significa guardar la fe, cuál es el papel de la teología y cuál es la naturaleza procesal de la Iglesia. Lo hace por aforismos y no sistemáticamente: sin embargo, la carta tiene un alcance considerable.

El Papa confía al nuevo prefecto una tarea que considera preciosa: "Conservar la enseñanza que brota de la fe para 'dar cuenta de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan'". El Concilio Vaticano II ya había renunciado a las condenas. Francisco va más allá: "El dicasterio que usted presidirá en otros tiempos ha llegado a utilizar métodos inmorales. Eran tiempos en los que, en lugar de promover el conocimiento teológico, se perseguían posibles errores doctrinales".

Luigi Accattoli (Re-blog.IT, 4 de julio de bit.ly/3NSUhtL) recordó que la expresión "métodos inmorales" se hace eco de los textos del Jubileo mea culpas de sus dos predecesores, donde Juan Pablo II y Benedicto XVI hablaron de métodos "no evangélicos", "de intolerancia", "de coerción" utilizados por la Iglesia en el pasado.

Guardar no es simplemente preservar una doctrina inmutable. Dei Verbum afirma claramente la existencia de un desarrollo doctrinal de todo el Pueblo de Dios, de una tradición que no es estática, no es un depositum inmutable, sino que crece y progresa en la contemplación y la comprensión, tendiendo en el curso de la historia hacia la plenitud de la verdad "hasta que las palabras de Dios alcancen su cumplimiento en ella" (n. 8; EV 1/883).

"Hay que añadir que se trata de "aumentar la inteligencia y la transmisión de la fe al servicio de la evangelización, para que su luz sea un criterio para comprender el sentido de la existencia, especialmente frente a las cuestiones planteadas por el progreso de la ciencia y el desarrollo de la sociedad".

Puede haber más enfoques y más teologías para expresar la búsqueda de la verdad. El Papa dice: "La Iglesia 'necesita crecer en la interpretación de la Palabra revelada y en la comprensión de la verdad' sin que esto implique la imposición de una sola forma de expresarla. Porque "las diversas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y en el amor, pueden hacer crecer también a la Iglesia". Este crecimiento armonioso preservará la doctrina cristiana más eficazmente que cualquier mecanismo de control.

El estilo y el mensaje deben tender a ser los mismos. La forma Ecclesiae es la forma Christi. La Iglesia no puede vivir y comprender su identidad profunda sin volver a esa forma, pero al hacerlo no se separa del mundo en el que vive. En esto la teología más sensible y sistemática de los años sesenta y setenta del siglo XX ya había basado esta perspectiva, desde Rahner hasta Von Balthasar. La comunicación de la fe se presenta, en virtud de esa doble tensión, como un principio dinámico. El acontecimiento de la Encarnación es el fundamento de ese hecho uno, porque hacerse carne del Verbo de Dios expresa la dinámica trinitaria: está sucediendo en Dios.

Aquí la naturaleza procesal de la Iglesia tiene su fundamento. La acción del Espíritu abre siempre nuevos espacios y nuevas formas a la comunidad de los creyentes. El dinamismo original del Espíritu permite a la Iglesia regenerarse con el tiempo. Hoy -dice Francisco- "necesitamos un pensamiento que pueda presentar de manera convincente a un Dios que ama, que perdona, que salva, que libera, que promueve a las personas y las llama al servicio fraterno".

 

Gianfranco Brunelli

 

 

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