viernes, 8 de agosto de 2025

Jumilla como lección y paradoja

Fuente:   Diario Vasco

Por   Luis Argüello

Presidente de la Conferencia Episcopal

08/08/2025

 

La propuesta en Jumilla de una moción sobre «la defensa de los usos y costumbres del pueblo español frente a las prácticas culturales foráneas como la Fiesta del Cordero» y «la modificación del reglamento de uso y funcionamiento de instalaciones deportivas municipales» ha dado pie a un torrente de reacciones. La Conferencia Episcopal (CEE) se ha unido a la postura de la Comisión Islámica Española que critica la moción aprobada en Jumilla fundando su rechazo en la Constitución y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que reconocen la libertad religiosa y de culto, tanto en público como en privado.

Este acuerdo en textos básicos para nuestra convivencia quiere expresar además una convicción más profunda, aunque suena a políticamente incorrecta, en los «derechos de Dios», también confesados en la plaza pública. Para la pretensión cristiana, los derechos de Dios que encarnó en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, son inseparables, de ahí la radical afirmación de la sagrada dignidad humana, no por concesión de los Estados o las leyes, sino como dato previo y también prepolítico.

La comunidad política y sus leyes reconocen esa dignidad y sus expresiones en la libertad de conciencia, de pensamiento, de asociación y de culto, además de otros aspectos para asegurar una convivencia guiada por el principio del bien común. Desde estos dos puntos de referencia, dignidad de la persona y bien común, quiero ensanchar la mirada sobre lo que acontece estos días para aproximarme así a una perspectiva católica; es decir, universal e integradora de las diversas dimensiones y grupos sociales en juego.

En el actual contexto polarizado y polarizador, desde el que los sentimientos han sido elevados a categoría jurídica, utilizar el odio como argumento de ida y vuelta que ahonda las trincheras es habitual, pero asimétrico. Depende del lado de la línea, unas expresiones son de odio, religioso, racial, sexual, etcétera, o son legítimas expresiones de la libertad.

Se puede hacer burla o jugar con imágenes o símbolos de un grupo por libertad artística o de expresión y si alguien se queja, «tiene la piel muy fina» o es «intolerante».

La defensa de nuestras «tradiciones», «valores cristianos», «usos y costumbres del pueblo español», ¿qué significan hoy? La fe es Palabra acogida y tradición abrazada y transmitida por el Pueblo de Dios. Del Evangelio surgen valores, usos y costumbres que encarnan una propuesta moral y una ética de la vida buena. Pero cuando la fe no se cultiva y solo se hacen lecturas ideológicas de los valores, la defensa de usos y tradiciones puede quedar reducida a mero folclore o a instrumento inadecuado de la legítima lucha por el poder. Por eso es decisivo que los defensores de valores y tradiciones vuelvan a las fuentes y miren al que en la Cruz dio la vida por todos, oren al Creador y Padre que ensancha permanentemente el «nosotros» de nuestra existencia en un 'ordo amoris' en el que la propia sangre, la propia nación y la familia humana conviven sin anularse ni fusionarse.

Los defensores a ultranza del relativismo moral, como caldo de cultivo indispensable para la democracia, se encuentran hoy con la necesaria búsqueda de «regeneración» de la democracia. El rechazo de las tradiciones religiosas o su intento de reducción a las sacristías –qué paradoja que en esto el progresismo cultural y la moción de Jumilla coinciden– supone renunciar a fuentes que generan 'pueblo', 'demos', sin el cual las democracias del elogio del individuo autónomo y desvinculado se encuentran cada vez más en el callejón sin otra salida que la manipulación de conciencia o el 'panem et circenses'.

También es necesario descubrir la 'auctoritas' que evite que la legítima 'potestas' democrática se reduzca a un poder que se legitima a sí mismo en el positivismo jurídico.

El bien común en el mundo global pide exigir reciprocidad a los Estados de confesión islámica que persiguen o ponen trabas a los cristianos. Hoy en día, los cristianos de las diversas iglesias son los creyentes más perseguidos del mundo. Qué bueno sería que nuestros amigos musulmanes españoles o que están viven entre nosotros reivindiquen la libertad allí que para ellos defendemos aquí.

 

 

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