lunes, 11 de agosto de 2025

El exterminio judío de la Franja de Gaza

Fuente:   Noticias Obreras

Por   Jesús Martínez Gordo


FOTO | Niños de Gaza esperan con la esperanza de recibir alimentos. Vía ONU

Hace unos cuantos años publiqué unlargo trabajo sobre el drama del exterminio nazi o Shoah, el mal llamado “holocausto” judío. Y digo que mal llamado porque –ya por entonces– el vocablo “holocausto” no era de recibo ni para los judíos ni para los católicos que –tras la Segunda Guerra Mundial– buscaban superar algunas de sus muchas diferencias.

Todos ellos estaban de acuerdo en que el exterminio, por la Alemania nazi, de seis millones de judíos y de otros tres millones de gitanos, discapacitados, homosexuales, católicos y comunistas durante la Segunda Guerra Mundial no tenía nada que ver con lo que se entendía por “holocausto” en la antigua religión griega cuando los sacerdotes quemaban sobre el altar un animal (o cien bueyes, en el caso de una “hecatombe”) con la intención de aplacar la ira de los dioses, gracias al aroma que desprendía la carne asada.

Ni tampoco con lo que se podía leer en el Primer o Antiguo Testamento cuando Moisés ordenó a su hermano Aarón –el sacerdote– que él, y quienes le sucedieran en dicha responsabilidad, tuvieran un fuego permanentemente encendido sobre el altar para que, quemándose carneros,  se produjera un “calmante aroma para Yahveh”.

Tipificar como “holocausto” la llamada “solución final” del nazismo era un insoportable despropósito o, si se prefiere, una blasfemia de tomo y lomo. De ahí, la necesidad de aparcar el empleo de esta palabra –tal fue uno de los acuerdos de estos encuentros– y usar, en su defecto, la de “Shoah”, un concepto hebreo que –tratando de expresar la situación en la que quedó Jerusalén después de las destrucciones del Primer y Segundo Templo– significa catástrofe, aflicción, desierto, vacío y despoblamiento. Y que, en referencia a la llamada “solución final”, se entiende –desde entonces– como “exterminio”, en este caso, nazi.

Traigo a colación este recordatorio porque creo que se puede aplicar al exterminio que –desde hace casi dos años– viene practicando el estado de Israel en la Franja de Gaza. Y lo hago tratando de llamar la atención –ya sé que inútilmente– al actual gobierno israelí y a la parte que –todavía sensata y sensible a la memoria de la Shoah– existe, sin duda en Israel.

No ignoro que en el origen de la actual “Shoah” del pueblo palestino en la Franja se encuentra la entrada en Israel el 7 de octubre de 2023 de cientos de milicianos de Hamás, así como el asesinato de cerca de 1.200 personas y la captura de unos 250 rehenes, algunos de ellos liberados posteriormente.

Tampoco ignoro la existencia de una extensa red de túneles que permite a Hamás realizar una guerra de guerrillas, muy difícil de afrontar –y ganar– para el ejército israelí; túneles en los que se encuentran escondidos, muy probablemente, muchos de los rehenes que todavía puedan seguir estando vivos.

Y tampoco ignoro que Hamás es un movimiento islamista –político y militar– que, tras ganar las elecciones en 2006 y expulsar a su rival Fatah, empezó a controlar, un año después, la Franja y que, desde entonces, una parte de los habitantes de la zona son también rehenes suyos; y eso, a pesar de que la inmensa mayoría de los palestinos entiende –y con razón– que el israelí es un ejército de ocupación.

E, igualmente, no ignoro que el actual gobierno israelí –particularmente, sus miembros de ultraderecha– han mostrado un total y absoluto desprecio a las presiones internacionales y no tienen interés alguno en alcanzar un acuerdo que traiga de vuelta a los rehenes que todavía vivan.

Su interés prioritario, en estos momentos, es la expansión de la anexión, antes de que ya no les quede más remedio que aceptar un alto el fuego o alcanzar una solución política.

Todo esto que acabo de recordar, mejor o peor explicado, es sabido y conocido, sobre todo, por los directamente afectados. Como también es conocido –desde el primer momento de esta guerra– la desproporcionada reacción del ejército israelí. Basta con recordar las duras palabras al respecto de Josep Borrell, entonces jefe de la diplomacia europea.

Lo que no sabemos la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de buena voluntad que todavía pululamos por este mundo es qué podemos hacer para parar este exterminio del pueblo palestino.

He leído y escuchado alguna sugerencia proponiendo que León XIV se acercara a la frontera de Egipto con Gaza para forzar la autorización que permita pasar los camiones con ayuda o que se pusiera en las colas del hambre para parar –aunque fuera por horas– este exterminio. No dejan de ser propuestas que, desesperadas, parecen querer aplacar –aunque sea tan solo por un momento– nuestra radical y desesperada impotencia.

A mí solo me queda la palabra. Y esta la quiero emplear para dirigirme, primero, al gobierno israelí: no sigáis emporcando la memoria de 6 millones de judíos con vuestro expansionismo. Y, en segundo lugar, a la parte sensata que, sin duda, también existe todavía en el pueblo israelí: haced todo lo que esté en vuestras manos para evitar que se incremente el número de quienes están empezando a despreciar la memoria del exterminio nazi o Shoah de vuestros conciudadanos.

 

 

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