Vine a vivir al «Parke» Alcosa cuando todavía estaba en construcción, hace 53 años. Su situación geográfica, en el límite entre dos poblaciones y a 3 km del núcleo urbano de Alfafar, al que pertenece, lo convierte en un barrio obrero marginal y fácilmente olvidado por la Administración.
Fuente: Noticias Obreras
21/01/2025
De ahí que la cultura del Parke en la lucha vecinal por sus derechos y dignidad de barrio, la escuela pública, servicios de salud, la parroquia, locales comunes… han sido claves para el tejido asociativo del barrio en diferentes niveles y etapas. Asociación de vecinas y vecinos, colectivo social, centro de peques, de jóvenes, cooperativa… y una veintena de asociaciones culturales.
Es mi barrio. En esta salvaje reacción de la naturaleza, apoyada por la gestión criminal de una política deshumanizada y capitalista, en medio de la desolación, sé que soy afortunada. Vivo en un cuarto piso, por lo que mi hogar no se ha visto afectado, hace años que dejé de tener vehículo y toda la familia hemos sobrevivido a esta hecatombe.
Pero he perdido mi barrio, la alegría de la gente. Y las vidas perdidas. Ahora ya no están. Ahora el peso del barro es una losa en nuestro ánimo. Son contadas las casas en planta baja que no lo han perdido todo, como diría mi «yaya», se pueden contar con los dedos de una mano.
Las familias afectadas han tenido que buscar alojamientos en casa de familiares y amistades, algunas incluso están viviendo con las humedades y muebles mojados por no tener dónde cobijarse mientras las paredes se caen a trozos y las ayudas de la buena gente va llegando por medio de los movimientos sociales y gente que personalmente se ha implicado para repartir alimentos de primera necesidad y comida caliente.
En mi recuerdo siempre estará una furgoneta pequeña a las ocho de la noche, en la oscuridad de las calles, repartiendo comida caliente, iluminándose con los frontales. Me produce dolor y rabia ver tanta destrucción, tanta basura.
Ha quedado claro que nos necesitamos comunitariamente para poder ir emergiendo del choque personal y social que hemos sufrido. Hoy, más que nunca, hace falta un cambio de mentalidad que nos haga conscientes de la riqueza que tenemos, si cuidamos la Tierra y nos cuidamos entre nosotras.
Durante las primeras semanas hemos sido la zona privilegiada del cuidado comunitario, en manos de una ciudadanía que se ha volcado cuando la Administración no reaccionaba y no llegaba o lo hacía tarde. La Administración valenciana ha demostrado incapacidad. Las ayudas oficiales se han demostrado pocas, pobres y tardías.
Ahora, semanas después, saliendo del caos emocional, queda al descubierto la falta de ayuda estructural en la recuperación y restablecimiento rápido de la vida de las personas: arreglo de las viviendas, trabajo, transporte público, pequeños comercios… toda la red necesaria para ir recuperando la ilusión y las condiciones dignas de la vida cotidiana.
El tejido social está haciendo una gran labor, tanto la red de apoyo exterior como en el interior del barrio. Las asociaciones vecinales tienen pocos recursos y la mayoría necesitan el apoyo del ayuntamiento para poder ofrecer las primeras ayudas asistenciales al vecindario, comida y ropa.
El «Kolectivo» de Jóvenes («El Kolectivo») tiene una gran participación a nivel de barrios que se unifican para prestar el servicio de las primeras horas. Coordinando con otros colectivos provinciales y estatales, sindicatos, ONG, con una demostración permanente de solidaridad y altruismo.
Es importante hacer visible el gran esfuerzo que, comunitariamente, se está haciendo. Como no podía ser de otra manera, hemos vuelto a unirnos para poner nuestro granito de arena en esta labor, en las diferentes comisiones que se están formando, apoyos a las personas con dificultad para moverse, organización en la logística y reparto de las donaciones que se van recogiendo, de limpieza y, sobre todo, de comunicación y escucha con la gente.
Pero esto no debe ser la tónica de acción, las asociaciones vecinales no deben suplir la obligación de la Administración de velar por la vida y cuidado de las personas, que es la responsable de dar soluciones para que esta reconstrucción sea real y a todos los niveles en las viviendas, la integración laboral, la salubridad ambiental, la escolarización.
Siento que la tristeza está arraigada en mí, pero también la rabia y el enfado van prevaleciendo. Cuando reviso el día a día a la mirada del Padre/Madre, veo cuánto me queda por recorrer.
Me siento cuidada y acompañada por Su presencia, aunque tardé tres semanas en entrar a la parroquia y asistir a la celebración de la Eucaristía. Dios materno está en mi interior, es una parte de mi ser persona. Pero me sienta bien parar, ser consciente de su presencia. Esta Eucaristía y la celebración en el equipo de militantes hoacistas han sido un bálsamo que estaba necesitando y que nada ni nadie más podía aportar.
Rovirosa nos lo recuerda en el Cuaderno 14, El apostolado obrero, lo decía continuamente: Jesús está en el «otro». En cualquier otro. Para amarle, servirle y recibirle, ya no tengo que buscarle aquí o allá. Lo tengo siempre al alcance de la mano en el «otro».
También Javier Castillo en Teología para Comunidades nos dice: «Solo cuando los hombres se ponen a hacer comunidad reproduciendo el modelo de la comunidad de Jesús, se puede decir que estamos construyendo el reino de Dios».
Se necesita un plan de prevención factible y práctico, que la ciudadanía esté informada de cómo actuar ante estas catástrofes que, según todas las informaciones, van a ser cada vez más frecuentes, tomar conciencia de que la Tierra es un bien que no nos pertenece y somos responsables de su cuidado.
Necesitamos una ley de urbanismo que respete los cauces naturales del agua de los ríos y barrancos prohibiendo la especulación capitalista.
Tenemos que crecer en caridad política: conciencia de que los gobernantes tienen que cuidar al pueblo y dotarlo de los medios necesarios para garantizar el cuidado de todas las personas sin ningún tipo de exclusión. Ahora el objetivo más cercano es recuperar la vida social y la comunidad de barrio.
Ojalá que esta experiencia nos sirva para redescubrir la acción en lo comunitario. Entender que nuestra capacidad de cambio será más efectiva cuando unimos fuerza y corazón. Tener en cuenta que nuestro trabajo para preservar el medio ambiente necesita también, de una estructura pública que sirva a toda la ciudadanía, especialmente a la más débil y desprotegida.
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