Forma parte del grupo de teólogos más influyentes en el Vaticano II
Fuente: Religión Digital
Por Ricardo Mauti teólogo
16/09/2024
Los movimientos bíblico, teológico y ecuménico de principios y mediados del siglo XX, han sido determinantes para el desarrollo del Concilio Vaticano II. Importantes autores y obras señeras constituyen el acerbo común de la tradición teológica que “haría el concilio”. Si se acepta que las opciones sobre autores y obras son parciales y muchas veces injustas, pues no tienen otra intención que mostrar la “amplitud” y “variedad” del abanico de ideas emergentes, podemos indicar algunos, que han influido con su trabajo en la preparación y celebración del Concilio.
Puede pensarse por ejemplo, en el teólogo protestante francés Oscar Cullmann (1902-1999), que escribió entre tanta obra, dos voces: “Petra” y “Petros” para el monumental “Léxico Teológico del Nuevo Testamento”, publicado originalmente en alemán. Sus ideas circularon por canales subterráneos del quehacer bíblico, encontrando un lugar fecundo en numerosos manuales de eclesiología cuando debía abordarse la figura de “Pedro”.
El nombre de Cullmann se agiganta no solo por su reconocida y premiada obra por parte de la teología católica (Premio Paolo VI, Istituto Paolo VI, Brescia, 1995), sino por su participación como “observador” en el Vaticano II. En campo católico, promediando el concilio, el teólogo dominico Yves Congar, publica: “Cristianos en Diálogo. Contribución católica al ecumenismo”. Como señala el teólogo irlandés Gabriel Flynn, esta obra muestra en gran medida, cómo sus intuiciones, gestadas décadas atrás en “noches oscuras” por un pionero del ecumenismo católico, alcanzaría con el tiempo en los documentos oficiales, su más reconocida aceptación.
Pero entre la multitud de autores y peritos del Concilio, hay un lugar “reservado” por sus pares, para Gérard Philips (1899-1972). El téologo belga, pertenecía a la Facultad de Teología de la Universidad de Lovaina, y fue un protagonista exquisito en las labores de redacción del concilio. Así lo hacen notar, importantes figuras conciliares como Yves Congar, Henri de Lubac y Marie-Dominique Chenu, que en sus respectivos diarios no ahorran elogios para con él y su incansable tarea.
Un testimonio personal
Durante las primeras semanas de noviembre de 2023, me encontraba en la Universidad de Lovaina para participar de las Jornadas LEST XVI (Leuven Encounters in Systematic Theology). Previo a las jornadas trabajamos teólogos y teólogas de cinco continentes durante cuatro días en el Proyecto del Comentario intercontinental al Concilio (“Vatican II: Legacy and Mandate”). Allí compartimos el grupo de “Optatam Totius” con el teólogo de Lovaina Mathijs Lamberigts, Jorge Costadoat (Chile), Damian Wąsek (Polonia), Clarence Devadass (Malasia), Anthony Akinwale (África) y Ricardo Mauti (Argentina).
En uno de los break, le comenté a Lamberigts, mi deseo -y sospechaba que era el de todo el grupo-, poder conocer el “Archivo Philips”, que conserva además de su “cuadernos”, el fondo documental del cardenal Suenens y el de Willebrands, figura estelar en el secretariado para la unidad de los cristianos. Afortunadamente tomó mi pedido con mucha amabilidad y acordamos una visita para la tarde del miércoles 8 a las 16 horas. Fue una experiencia inolvidable y muy enriquecedora el tomar contacto con muchos de los originales de los peritos del “grupo de Lovaina”; allí estaban sus notas, subrayados, enmiendas y agregados a los esquemas, que luego se discutían en comisiones y en el aula. En mi caso debo agradecer a Mathijs me haya enviado luego varias fotos del archivo, de algunas estanterías y textos originales, que atesoro como recuerdo de uno de los tres principales archivos del Concilio Vaticano II.
Los “Carnets conciliares” de Gérard Philips
En el año 2006, la editorial Peeters de Lovaina, publicó los “Cuadernos conciliares” de Gérard Philips. Si se compara con los diarios de Congar y De Lubac, estos “cuadernos” de apuntes conciliares de Monseñor Philips son muchísimo más modestos. Él mismo reconoce que los historiadores no podrán “redactar muchas páginas de historia a partir de mis notas escritas, tengo muy poco tiempo para tomar notas de forma regular”. Efectivamente, de poco tiempo disponía el secretario adjunto de la Comisión teológica. Aunque esta elección se produjo el 2 de diciembre de 1963, para entonces y sin título oficial venía organizando y reoganizando el trabajo de la Comisión más importante del Concilio desde febrero de ese mismo año.
No es extraño que Yves Congar en su “Diario del Concilio”, en vísperas de la clausura solemne, escriba: “Al ver las cosas objetivamente, yo he hecho mucho para preparar el Concilio, elaborar, subrayar las ideas que el Concilio ha consagrado. En el Concilio mismo he trabajado mucho. Casi podría decir “he trabajado más que los demás” (1 Cor 15, 10), pero no sería verdad sin duda; basta pensar en Philips, por ejemplo”. Y en verdad era así, el teólogo y prelado belga había trabajado hasta la extenuación. De hecho, su salud se había quebrantado gravemente al comienzo del cuarto y último período de sesiones, mientras trabajaba en la comisión mixta encargada de la redacción de “Gaudium et spes”. Sus fuerzas se habían resentido con la seria amenaza de una crisis cardíaca el 25 de octubre de 1965: “El Concilio ha terminado para mí”.
Por su parte, Congar escribe el 7 de noviembre con cierta nostalgia y profundo reconocimiento: “Mons. Philips ha partido en el tren de las 14, bastante apenado al marchar, pero sereno. ¡Se le debe tanto! Sin él, nunca la Comisión teológica habría funcionado, ni habría dado lugar a los bellos textos que ha producido”. Si se compara los “Cuadernos conciliares” con los “Diarios” de Congar, se notan claras diferencias. Philips no escribe cada día, sino de forma irregular y ocasional. Las anotaciones forman parte de un cuerpo de escritos biográficos de doce cuadernos, de los cuales el XI y el XII contienen notas sobre su actividad conciliar, pero entremezclada con notas de tinte personal. El primero de ellos comienza el 8 de abril de 1963 y concluye el 2 de junio de 1963. El cuaderno XII comienza el 14 de noviembre de 1963 y termina el 20 de junio de 1969; la última entrada sobre el Concilio Vaticano II lleva fecha del 1 de noviembre de 1965.
¿Qué interés poseen estos cuadernos para el estudio del Concilio?
Por un lado, suministran datos históricos precisos sobre la elaboración de los textos mayores del Vaticano II (especialmente sobre la constitución: “Lumen Gentium” en la que ha tenido un especial protagonismo, como veremos. Pero también sobre “Dei Verbum” y “Gaudium et spes”, en las que también ha trabajado cada vez que se le solicitaba por parte de obispos y peritos algún parecer. Igualmente, y en esto se parece a los “Diarios” de Congar y de Lubac, ofrece apreciaciones del Concilio desde la mirada de otros protagonistas (Suenens, Ottaviani, Tromp), al tiempo que reflejan tanto el modo de ser y de trabajar de su autor como su talante espiritual. Otra característica de estos “cuadernos”, que parecen tan fidedignos y espontáneos, es que esas notas manuscristas, tienen con frecuencia un carácter retrospectivo. Philips comienza a anotar algunas impresiones del Concilio durante un retiro espiritual, en la semana santa de 1963, que aquel año cayó entre el 8 y el 14 de abril.
Todo ello le da el aire de una especie de “Diario del alma”. En esta línea, señala: “Es cuando menos extraño escribir durante un retiro espiritual unas memorias sobre el concilio. Pero no me parece una distracción (quizás me hago ilusiones), porque en esta historia, es Dios quien indica el camino, un camino extraordinario y, a veces, inexplicable. ¿Cómo es que me haya podido convertir yo, el tránsfuga y el traidor, en un colaborador incluso en el principal colaborador?”. En las páginas siguientes veremos a que se refiere Philips con estos interrogantes, explicando qué significa esta extraña apreciación personal salida de la pluma de quien pasa por ser el principal redactor de la constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium”.
Philips un teólogo de bajo perfil
Es llamativo que si se compara a Gérard Philips con los reconocidos “grandes” teólogos conciliares, su nombre no siempre, aparece en primera línea. Su perfil teológico, hecho de una profunda discreción, sumado a una obra no voluminosa y con no tanta trascendencia lo ubican sin embargo en un lugar privilegiado. Nacido en Limburgo en 1899, se había especializado en eclesiología y fue promovido por el cardenal Suenens como perito conciliar. Desde 1960 fue miembro de la Comisión teológica preparatoria. De esa etapa pre-conciliar nos consta su colaboración en el capítulo VI del esquema “De Ecclesia”, que estaba consagrado al laicado. Por estos años, es el “primer” encuentro de la teología de Lovaina con la teología romana, curial, representada de forma mayoritaria en la Comisión presidida por el cardenal Ottaviani, en aquel momento, Prefecto del Santo Oficio.
El P. Philips nunca pisó la tribuna del Concilio en una sesión plenaria y, sin embargo, forma parte del grupo de teólogos más influyentes en el Vaticano II, junto a Karl Rahner, Yves Congar, Joseph Ratzinger. La intención ahora es seguir sus pasos y reflexiones biográficas, tocadas de una gran humildad personal y atravesadas por un profundo sentido espiritual. El próximo 21 de noviembre se estarán cumpliendo 60 años de la promulgación de la constitución dogmática “Lumen Gentium” sobre la Iglesia, estas líneas quieren ser un humilde homenaje a quien es considerado uno de los principales redactores del texto.
Philips en los inicios del trabajo conciliar
Gérard Philips llegó a Roma el día de la apertura del Concilio y siguió la ceremonia inaugural del 11 de octubre de 1962 por televisión. Le impacta el discurso de Juan XXIII, “Gaudet Mater Ecclesia”, sobre todo, la dinámica de fondo de la condena a la comprensión y a la misericordia, de la dureza a la solicitud, de la cerrazón a la apertura, del poder al amor. Philips se hospeda en el Colegio belga, donde residían una docena de obispos, entre ellos, el cardenal Suenens. Hasta allí, se escuchan ya en los primeros días los ecos de las disputas que giran en torno a las elecciones de los miembros de las comisiones conciliares. En realidad, se trataba de evitar las listas cerradas que la Curia quería imponer.
Por su parte, los episcopados de Europa septentrional, de África, Latinoamérica, y de otras latitudes se han preocupado en colaborar con esa intención que ayudará para un buen inicio del Concilio. Philips realiza una visita al P. Sebastián Tromp, secretario de la comisión central, mano derecha del cardenal Ottaviani y principal redactor del esquema “De Ecclesia”, el cual le resulta decepcionante, pues el jesuita holandés le comenta que ha recibido 160 cartas con notas críticas de los obispos sobre los esquemas presentados, pero que “no le importa demasiado”.
El perfil de Tromp, y el modo de conducción en la comisión teológica, ha sido trazado con gran agudeza por Yves Congar: “El Padre Tromp desarrolla un rol decisivo: domina la comisión, en los dos sentidos del término ‘dominar’. Por una parte con su capacidad intelectual, la fuerza, nitidez y el vigor de su visión de las cosas y de las afirmaciones. Tiene la capacidad de saber reducir el problema a sus elementos esenciales y de afirmarlos con fuerza. Por otra parte, posee un temperamento fascista. De manera evidente, para él, cuanto menos se discute mejor es. Actúa como dictador, alza la voz, golpea el puño sobre la mesa y fulmina a quién se le opone. Sin embargo, deja espacio a las objeciones y si el interlocutor resiste a su primera mirada fulminante, posiblemente cede y adhiere a su tesis. Afortunadamente el P. Tromp no ha venido a nuestros encuentros privados, jamás se hubiera podido decir lo que se dijo”.
El origen del “Esquema” Philips
En el seno de la Comisión central existía una oposición real a los esquemas dogmáticos preparados (ej. Sobre las fuentes de la revelación, sobre el depósito de la fe, sobre la moral). A juicio de Philips, no respondían a las exigencias del mundo moderno, ni al método y al espíritu propuesto por Juan XXIII en el discurso inaugural. Digamos desde ya con el teólogo de Edimburgo David Grumett que “el verdadero cambio hacia lo que se convertiría en “Lumen Gentium” comenzó con el esquema revisado “Concilium Duce Spiritu” redactado por el teólogo de Lovaina Gérard Philips”. También en la misma línea crítica de Juan XIII se expresa Henri de Lubac, en su Diario: “Todo lo esencial en esta comisión teológica, es realizado por un pequeño grupo de teólogos romanos. A veces discuten entre ellos, pero sobre la base de una mentalidad común, de reflexiones comunes. Conozco su oficio, pero pocas otras cosas. Se percibe entre ellos una cierta indiferencia respecto de la Escritura, a los Padres, a la Iglesia oriental; una carencia de interés y de inquietudes respecto a doctrinas y corrientes espirituales actuales, contrarias a la fe cristiana. Dan la impresión de estar muy seguros en su superioridad; el estar habituados a juzgar no los estimula al trabajo. Es el ambiente del Santo Oficio. Las observaciones, los trabajos, los votos de los teólogos venidos desde fuera, no atraen la atención, ni siquiera cuando se trata de obispos”.
Este es el clima humano e intelectual en que Philips desarrollará su trabajo arquitectónico. Dado que el esquema “De Ecclesia”, preparado por Tromp, tenía destino de rechazo total, la actividad de Philips entra en acción: “La idea toma forma de que yo reescriba el esquema “De Ecclesia” siguiendo una mejor estructura y un espíritu más abierto. Los obispos juzgan útil tener un texto bajo la mano para que cuando llegue la discusión del problema de la Iglesia pueda ser presentado inmediatamente”. Philips explica con claridad los entretelones de estos acontecimientos: a mediados de 1962, Monseñor Heuschen, obispo auxiliar de Lieja, y Monseñor Albert Prignon (rector del Pontificio colegio belga en Roma), han sugerido al cardenal Suenens que solicite a Philips la elaboración de un nuevo texto.
El mismo Suenens le da libertad para este proyecto de esquema, al tiempo que le indica que se ha puesto en contacto con otros teólogos. El cardenal Bea, presidente del Secretariado para la unidad de los cristianos, ha dado su asentimiento a la elaboración de un texto alternativo. Para la redacción de ese primer esbozo Philips ha contado con la colaboración de un grupo de teólogos: Congar, Lécuyer, Colombo, Rahner, Ratzinger, Semmelroth, Monseñor McGrath. También ha emprendido contacto con otros belgas, como el biblista Lucien Cerfaux y el canonista Will Onclin (no recuerda si también Gustave Thils). Este primer “esquema Philips” estaba terminado a finales de octubre. Aquí Philips deja entrever un dilema interior. Él que había formado parte de la Comisión preparatoria del Concilio, es consciente del resultado de ese trabajo secreto: “Mi situación es delicada: yo he trabajado en el esquema oficial y yo propongo ahora modificaciones. En la práctica utilizo textos que aún no son públicos, pero que conocen los miembros de la Comisión central”.
Es evidente que Philips contaba con que el asunto saliera a la luz en cualquier momento. Pero, en su fuero interno, él no podía rehusar el servicio que le había demandado el episcopado belga. “Nadie sabe cómo ese texto podrá ser utilizado y espero la ocasión y el momento de que la bomba explote para explicar mi conducta en la Comisión preparatoria”. La marcha del concilio sigue su propio ritmo. Las primeras semanas han sido consagradas al esquema sobre la liturgia. A mediados de noviembre se ha comenzado a tratar el esquema “Sobre las fuentes de la revelación”, que había provocado un fuerte descontento entre los obispos, en particular entre los alemanes. Mientras tanto Ratzinger y Rahner han establecido un nuevo proyecto de texto. La votación del 20 de noviembre produjo un “impasse” que se solucionó al día siguiente con la decisión de Juan XXIII de crear una nueva Comisión mixta, compuesta de la comisión teológica y del Secretariado de la Unidad: Ottaviani y Bea, frente a frente.
Esa jugada maestra del papa Juan, libera al Concilio del monopolio que el Santo Oficio había querido imponer con sus esquemas preparatorios. Aquel mismo día se hizo la distribución del esquema oficial “De Ecclesia”. Philips dice desconocer cuándo ha llegado al Santo Oficio el proyecto de su texto latino, pero de repente se encuentra en la incómoda situación que había previsto: “Me he convertido en un tránsfuga y en un traidor. Me rehúyen mis antiguos colegas”. Para entonces, finales de noviembre, Philips había revisado su texto alternativo y lo ha redactado en francés con las correcciones propuestas por otros colaboradores.
El impacto del “Esquema” Philips
Philips recibió el sábado 24 de noviembre una carta del P. Gagnebet, quien, en nombre de la Comisión preparatoria, reprueba que uno de sus miembros hubiera redactado otro esquema a sus espaldas, si bien valora que no haya modificado su doctrina. Aquí Philips apunta un comentario altamente ilustrativo, haciendo uso de un lenguaje frecuente en sus cuadernos conciliares: la “derecha” tiene la impresión de que la “izquierda” pretende atentar contra la doctrina ortodoxa, acarreando puntos de vista modernistas o medio protestantes”. Inmediatamente visita a Gagnebet para explicarle la situación; éste le sugiere que redacte en una carta la explicación de los hechos a fin de que los otros miembros de la Comisión central queden informados.
Al mismo tiempo, somete el contenido de su carta a la aprobación del cardenal Suenens, quien le garantiza su apoyo y defensa frente al cardenal Ottaviani. La discreción de Philips, contrasta con la de otros teólogos, que en sus Diarios no ahorran juicios negativos contra el prefecto del Santo Oficio. El malestar por la forma de trabajo en las comisiones, tiene casi siempre como objeto de crítica las dirigidas al cardenal Ottaviani, que aparece como un ícono de “conducción” del Concilio. Dice, Henri de Lubac que actúa: “muy altivamente, con gran presencia de espíritu. A veces parece que su atención se distrae, pero es sólo en apariencia. En el momento oportuno interviene, o da la palabra a aquel que él mismo ha elegido. De este modo intimida inevitablemente. Por esta razón ciertas explicaciones francas son prohibidas. Clima de oportunismo y de desconfianza.
Por otra parte, sobre algunos argumentos importantes sería muy difícil hacerse entender”. Philips, en medio de sus reflexiones, esboza una, de gran arraigo en su pensamiento, desde la que enjuicia la teología romana y curial, como una teología “nocional”, que en su empeño por defender la ortodoxia, no duda en aplicar unos métodos que serían juzgados inaceptables en un régimen parlamentario. El “modus operandi” es el de una carencia total del sentido del desarrollo histórico, al situar las declaraciones doctrinales de sus esquemas en el ámbito de lo supratemporal e irreformable. En una reunión celebrada en diciembre con los teólogos y ecumenistas de Lovaina, Philips, ha desarrollado la hipótesis de trabajo acerca de la teología nocional y real como la distinción más característica entre la corriente conservadora y la corriente aperturista en el seno del Concilio.
Sobre este tema ha redactado un artículo donde ya explicitaba su deseo de mediación entre la tendencia más “comunional” y viva frente a esa “tendencia nocional”. Como señala el teólogo belga Jan Grootaers, en la historia de la redacción de “Lumen Gentium” es sumamente importante el primer intervalo. Tendrá que llegar el mes de mayo de 1963, para que los impulsos de la Comisión de coordinación pongan en marcha la renovación de algunos esquemas, en concreto del “De oecumenismo” y del “De Ecclesia”.
Por su parte Philips anota dos datos de especial interés: por un lado, el encuentro que tuvo el 13 de enero de 1963, donde estuvieron presentes el obispo de Brujas, Emile Josef Marie de Smedt, y los teólogos Congar y Thils, quienes le hicieron algunas sugerencias de mejora en el texto latino de su esquema. Por otro, Philips, es invitado a participar en un coloquio de teólogos alemanes, organizado en Maguncia por el obispo Volk, que preparan un nuevo texto “De Ecclesia” a petición del episcopado germano. Esta conferencia fijada para el 25 de enero, tiene como invitados algunos teólogos extranjeros, como Congar, Schillebeeckx y Smulders. Entre los teólogos alemanes estaban presentes: Rahner, Ratzinger, Grillmeier, Semelroth, Hirschmann y el biblista Schnackenburg.
El texto presentado por Grillmeier estaba centrado, dice Philips, en torno a la idea de la Iglesia como “sacramento original”, aunque anota que le “parece un texto demasido largo, pesado, redactado en mal latín, carente de la claridad latina”. El cardenal Suenens citó a Gustave Thils y a Philips en Malinas el 18 de febrero para comunicarles que consideraba necesaria su presencia en Roma para el trabajo de las Comisiones. El mismo Sebastian Tromp ha solicitado la presencia de Philips, dado que él había redactado el capítulo de los Laicos. Lo cierto es que, tras un par de vacilaciones Philips, decide viajar a Roma el 22 de febrero y “aquí comienza un período de trabajo muy intenso y de gran alcance”.
En efecto, para la discusión del “De Ecclesia” ha sido creada una subcomisión compuesta por siete miembros (los cardenales Browne, König, Léger, y los obipos Charue, Garrone, Schäufele y Parente) . Un dato importante, es una llamada telefónica del obispo belga Charue, quien le anuncia a Philips, que su esquema ha sido seleccionado por la subcomisión como texto base, aunque van a tenerse en cuenta los otros proyectos en curso (por ejemplo: el texto Parente, el texto alemán, los textos fracéses y el esquema chileno.
El por qué de la “multiplicidad” de textos
Es inevitable para el estudioso del proceso redaccional de “Lumen Gentium”, preguntarse ¿cuál era la rezón última de la proliferación y lanzamiento de esquemas altertativos sobre la Iglesia? En buena medida, el origen de esos proyectos se debía a la necesidad experimentada por muchos obispos y teólogos de buscar un equilibrio frente al desarrollo unilateral de la teología del primado del Vaticano I (1870), proponiendo el oportuno contrapeso de una teología del episcopado. Ahora bien, no bastaba con redactar un esquema sobre las funciones del obispo y la relación primado-episcopado, sino que era necesario integrar el capítulo sobre los obispos en el marco de un esquema global “De Ecclesia”. ¿Cómo se conforman finalmente los cuadros?
Cada “comisión de los siete” debía nombrar a un teólogo como asesor. Philips es el candidato de André Marie Charue (vicepresidente de la comisión doctrinal conciliar). Por otro lado, dentro del grupo de los siete, Browne y Parente representaban la línea más curial y romana, y sus teólogos elegidos eran, respectivamente Gagnebet y Schauf. En el grupo más aperturista se encontraban Rahner (propuesto por König), Congar (a sugerencia de Garrone), Moeller (elegido por Schroeffer), Naud (designado por Léger). Lo cierto es, que nunca hubo grandes tensiones en este grupo de teólogos. Aunque dice Thils que “aboga con cierta vehemencia por tesis abiertas, cosa que me permite defender una especie de posición intermedia”. Este comentario ilustra el modo de Philips.
Interesante es el juicio acerca de Rahner: “Es muy meticuloso, pero en el fondo muy ortodoxo, dispuesto para la concertación; me propone ayudarme al máximo; para él es claro que nuestro texto no será reflejo de sus opiniones personales, pero no las excluirá, y esto le basta”. ¿Qué sucede con Sebastián Tromp, el máximo teólogo del Santo Oficio? El rumbo de los acontecimientos, parecen haberlo dejado abatido, haciendo la experiencia amarga de haber sido destronado. Efectivamente, Philips ha pasado a ocupar en cierto sentido su puesto, ya que realiza el trabajo sobre el esquema “De Ecclesia” que el jesuita y profesor de la Universidad Gregoriana deseaba terminar.
¿Cómo sigue el proceso redaccional?
El 11 de abril de 1963, que aquel año cayó jueves santo, Philips anota nuevamente sus recuerdos sobre las experiencias del grupo de trabajo internacional. Para el 1 de marzo estaba practicamente terminado el primer capítulo del texto sobre la Iglesia. La “derecha” hubiera deseado una mayor presencia de las ideas que aparecen en la encíclica “Mystici corporis”. Pero Philips razoba del siguiente modo: “Yo he concebido el plan siguiente, primeramente la “Ecclesia de Trinitate”, es decir, de cara al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. A continuación las relaciones personales de la Iglesia y de Cristo, con la idea del cuerpo místico y las otras representaciones escriturísticas. Finalmente, la Iglesia sobre la tierra y su relación con los católicos, con los otros cristianos y con todos los hombres”.
Días más tarde informa de una reunión de la Comisión Teológica celebrada el 5 de marzo para hacer una valoración del esquema “De Ecclesia”. Para él, ha sido la sesión más penosa, bloqueada durante hora y media por el Presidente de la comisión. En efecto, el cardenal Ottaviani ha reprochado a la “comisión de los siete” su misión, que consistía en seleccionar un texto base, no en hacer un texto nuevo. En medio de una atmósfera muy tensa, el obispo belga André Marie Charue, ha defendido el trabajo realizado, señalando que “no es aceptable poner a una comisión a trabajar, y luego despreciar sus conclusiones. El cardenal Ottaviani finalmente cede, no sin dejar caer su valoración peyorativa sobre el texto preparado por Philips, calificándolo de demasido pomposo, nada pastoral ni teológico”. Finalmente luego de tanta disputa, Philips puede empezar a leer el comienzo del primer capítulo, la frase inicial señala la nueva orientación eclesiológica que en empieza a gestarse; proclama que Cristo, “no la Iglesia”, es la luz del mundo, ella es sólo un reflejo. Pero rápidamente surgen las discrepancias cuando aflora la denominación “sacramento” aplicada a la Iglesia, lo cual es algo inusual.
Por ello se añade una explicación descriptiva. Sin embargo, teólogos más conservadores como Pietro Parente, la señalan como “peligrosa”, no descubriendo que la idea “Ecclesia de Trinitate” reenvía por sí misma a la estructura ternaria del Símbolo de la fe. Se confirma la intuición de Henri de Lubac, cuando señala que los teólogos curiales, no estaban connuralizados con el “humus” de la teología patrística. Mientras tanto, Philips es animado por sus amigos, sabedores que sobre el prelado belga ha recaído el envidiable privilegio de poder sacar adelante un buen texto, a sabiendas que en adelante no le será posible satisfacer a la izquierda y a la derecha, y que estará expuesto a los golpes de ambos lados.
El texto Philips una “vía media”
Una de las figuras estelares del Concilio Vaticano II, el Cardenal Leo Jozef Suenens, confiesa en su libro de memorias algunas razones por las que había escogido a Philips para aquella delicada misión de redactar un nuevo texto “De Ecclesia”, y el hecho es que aquel profesor de dogmática en Lovaina “encarnaba en su persona una especie de “vía media”, que no asustaba ni al cardenal Ottaviani ni al secretario, el P. Sebastián Tromp SJ. Como cualidad tenía, que había sido un senador cooptado en Bélgica, un gran sentido de la discusión parlamentaria, como también un talento diplomático apreciable”. En el cuaderno XI, Philips, realiza un balance de lo ocurrido en la primera etapa del Concilio. Aunque su postura ha debido parecer ambigua, ahora, el supuesto “tránsfuga y traidor”, ha pasado a presidir el grupo de trabajo que está implicado directamente en el esquema “De Ecclesia”.
Y así deja constancia en sus notas: “Mi colaboración ha permitido llegar a un compromiso. Comprendo muy bien que, cuando se mira de cerca, soy considerado un hombre de centro. Pero esto provoca más de una vez un descontento por los dos lados”. A renglón seguido, Philips hace una magnífica síntesis de cómo ha vivido las tres primeras semanas del Concilio: “El Señor ha trazado su camino a través de todas esas vicisitudes. En mi oración, me parece claramente que todos debemos únicamente elevar la mirada hacia Él; quiero decir, asumir el riesgo de mirarle sin poner condiciones accesorias de vanidad y humildad, sino con la voluntad recta de servirse de su inteligencia y de no regatear esfuerzos, y quizás ser receptivo y paciente, sin crispaciones. No creo haber perdido el norte en esas tres primeras semanas”. (…) “Mirar hacia Cristo es el único medio de ir recto, sin curvas, para juzgar exactamente, y también para aceptar que a pesar de todo uno se puede equivocar y que no se puede sobreestimar la propia opinión. Todas nuestras opiniones y tesis tienen algo de relativo. Esta convicción parece faltar a la derecha”.
El texto llega inesperadamente al final
El miércoles 18 de noviembre de 1964, el texto oficial del “De Ecclesia” es distribuido, para ser votado al día siguiente. Sólo tuvo 10 votos en contra. Gérard Philips recibe felicitaciones de muchas personas, pero hecha en falta una palabra de agradecimiento del cardenal Suenens. El 24 de mayo de 1965, Philips se encontraba de retiro espiritual en Kiewit (Nebraska), allí anotó en su cuaderno un juicio global sobre el texto definitivo del “De Ecclesia”: “Cuando releo ahora el texto de “Lumen Gentium”, tengo, como dice Monseñor Parente, la impresión de que “É pero una bella pagina!”, sobre todo el capítulo I, y en cierta medida, el II. El capítulo sobre los obispos ha sufrido innumerables ajustes destinados a garantizar el primado. Philips señala que el texto habría podido ser, por ejemplo en el n° 22 sobre la colegialidad una declaración de mayor amplitud, sobre todo respecto a Oriente. Aunque la doctrina sigue siendo la misma, hay una muralla de temerosas precauciones”.
Finalmente reconoce que la mayor dificultad ha procedido del Papa, quien nunca ha dudado de la colegialidad, pero que se ha mostrado siempre muy sensible a la salvaguarda del primado, tanto más cuanto se le había dicho con gran insistencia que este primado corría grave peligro. Aunque la cuestión venía de antes. Como ha señalado el teólogo filipino y hoy cardenal, Luis Antonio Tagle, la semana que transcurrió desde el 14 de noviembre de 1964 hasta la solemne clausura del tercer período el 21, fue testigo de varios incidentes que originaron tal desasosiego en muchísimas personas de la asamblea conciliar que llegó a conocerse como la “settimana nera” (“la semana negra”).
La expresión procedía quizás de Mons. Bekkers, obispo de Bois-le-Duc en los Países Bajos, quien habló de una “sombre semaine”. Giovanni Caprile SJ., periodista de la “Civiltà Cattolica, al informar sobre esta reacción, tradujo la frase como “settimana nera”. Por entonces un Philips fatigado, que gozaba de un breve respiro gracias a una escapada a Lovaina, apunta en su cuaderno con fecha del 11 de octubre noticias que circulan como rumores inquietantes del Papa fuertemente presionado por un grupo de cardenales que están empeñados en retrasar o impedir el voto acerca del capítulo del espiscopado.
Lo cierto es que durante dos años, desde la primera redacción del esquema alternativo, hasta la promulgación solemne, Philips se ha dedicado en cuerpo y alma a la constitución sobre la Iglesia, carta magna y núcleo doctrinal del Concilio Vaticano II. Los tres capítulos de “Lumen Gentium” que contienen más elementos, cuyo origen se remonta directamente al profesor Philips, son los capítulos I (sobre le misterio de la Iglesia), IV (sobre le laicado) y VIII (sobre María en el misterio de Cristo y de la Iglesia). Una idea muy suya en el capítulo I era la descripción de la Iglesia visible y espiritual, sobre un fundamento trinitario.
Además, la importante fórmula “subsistit in Ecclesia catholica” (cf LG I, 8), provenía también del teólogo belga que tenía tras de sí una apreciable experiencia ecuménica. A Philips, que antes del Concilio había participado en la preparación de los tres congresos mundiales del laicado, se debe en buena medida la entrada junto a otros teólogos como Congar, la entrada de la teología del laicado y del apostolado seglar en el Vaticano II. También su esbozo para el capítulo sobre la Virgen María sirvió de base para las discusiones.
El “estilo” Philips: un parlamentario en el Concilio
Durante los años de su experiencia parlamentaria, como miembro del Senado belga entre 1953 y 1968, el profesor Philips, había adquirido un adiestramiento que lo prepararía para la vía conciliar, permitiéndole sacar adelante posturas innovadoras en unas condiciones reacias y renuentes a la renovación eclesiológica. Habituado como estaba, a las reglas del régimen democrático, al juego de fuerzas de mayoría y minoría, a los procedimientos para sacar adelante un proyecto de ley, Philips ha desarrollado su trabajo de teólogo en el seno de una comisión conciliar y ha despegado su trabajo teológico con una paciente labor de escucha, de diálogo y de trabajo de equipo. Muchos teólogos hablan de su trabajo, que en buena medida ha sido completamente anónimo, y él ha tenido que experimentar la ingratitud de la condición humana. En muchas oportunidades, unos y otros le han tachado de indulgente; el mismo cardenal Suenens le ha dicho que fuera más combativo. Muchos incluso llegaron a decir, que tienen la impresión de que sólo hace diplomacia.
Pero Philips, es discreto y honesto consigo mismo y aclara: “me esfuerzo en no herir ni en contrariar a nadie, pero nunca al precio de la verdad, o al menos de lo que yo considero la verdad”. Puede decirse que Philips, tuvo esa difícil capacidad para superar el divorcio entre la voluntad reformadora de la mayoría conciliar y la obstrucción de los dirigentes principales de la Comisión doctrinal. J. Grootaers, el mejor conocedor de la aportación de Philips al Vaticano II, ha hablado de una “ética conciliar”, que es una eclesiología en acto, y cuyo principio de responsabilidad se fundamenta en este imperativo: lograr una afirmación de la fe común tal que pueda ser reconocida hoy por la Iglesia entera. En esta manera de entender el Concilio se refleja una idea de Iglesia que es comunión eclesial y comunión de fieles.
Otra sabia indicación es que “el Concilio no debe efectuar el trabajo teológico propiamente dicho, sino indicar la dirección, no recortar inútilmente los temas, sino garantizar la libertad legítima, y enseñar a cada creyente a tomar sus responsabilidades personales ante Dios. Nadie puede intentar instrumentalizar, es decir, abusar del Concilio para sus concepciones personales”. Con mayor énfasis lo expresa al final de la introducción que abre a su monumental comentario: La “Lumen Gentium” es un punto de llegada y un punto de partida al mismo tiempo. Desde su elevado puesto de observación el Concilio examina la doctrina revelada en el estado actual al que la ha conducido la dirección del Espíritu Santo, con vistas a promover una inteligencia de la fe cada más honda y más fecunda”.
Notas de referencia:
1 Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, “Theologisches Wörterbuch zum Neunen Testament”, Kohlhammer Verlag, Stuttugart, 1959; aquí sigo la versión en italiano: “Grande Lessico del Nuovo Testamento”, Paideia, Brescia, 1975, vol. X, pp. 109-121; 123-160. Tambien una obra anterior que produjo un gran influjo teológico: Oscar Cullmann, “Petrus. Jünger-Apostel-Märtyrer”, Zwingli-Verlag, Zürich, 1952.
2 Cf. O. Culmann- G. A. Lindbeck, E. Shilink (eds.), “El Diálogo está abierto. Los observadores luteranos ante el concilio”, Cultura popular, Barcelona, 1967.
3 Yves Congar, “Chrétiens en Dialogue. Contributions catholiques à l’Oecumenisme”, Cerf, Paris, 1964.
4 Cf. Gabriel Flynn, “Ressourcement, Ecumenism, and Pneumatology: The Contribution of Yves Congar to Nouvelle Théologie”, en Gabriel Flynn & Paul D. Murray, “Ressourcement. A Movement for Renewal in Twentieth-Century Catholic Theology”, Oxford, Oxford University Press, 2012, pp. 231-232.
5 Puede verse la página oficial con datos del proyecto, [en línea]: https://vatican2legacy.com/.
6 “Carnets conciliaries de Mgr Gérard Philips secrétaire adjoint de la commission doctrinale”. Texte néderlandais avec traduction française, editado por K. Schelkens, Peeters, Leuven, 2006; en adelante citamos: “Carnets conciliaires”, seguido de pág.
7 “Carnets conciliaires”, p. 118.
8 Y. Congar, “Mon Journal du Concile”, II, Cerf, Paris, 2002, p. 510.
9 “Carnets conciliaries”, p. 154.
10 Yves Congar, “Mon Journal du Concile” II, p. 510.
11 Cf. L. Declerk, “Brève présentation du “Journal conciliaire” de Mgr. Gérard Philips”, en M. T. Fattori y A. Melloni (eds.), “Experience, Organisation and Bodies at Vatican II”, Peeters, Leuven, 1999, pp. 219-231.
12 “Carnets conciliaires”, pp. 94-95.
13 Tal vez la excepción, es sin duda su comentario en dos volúmenes a la constitución “Lumen Gentium”, publicada en francés: Gérard Philips, “L’Église et son Mystére au II e Concile du Vatican”, Desclée, Paris, 1967. El impacto y trascendencia de la obra, hizo que la edición en español saliera el mismo año: Gérard Philips, “La Iglesia y su Misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario de la constitución ‘Lumen Gentium’”, 2 vols., Herder, Barcelona, 1967.
14 Cf. J. Grootaers, “Gérard Philips: la force dans la faiblese”, en ÍD., “Actes et acteurs à Vatican II”, Peeters, Leuven, 1998, pp. 383-419.
15 Cf. Los otros redactores que integraban la comisión doctrinal eran: Charue, Tromp y Molinari; Cf. Joseph A. Komonchac, “Hacia una eclesiología de comunión”, en Giuseppe Alberigo (dir.), “Historia del Concilio Vaticano II. Vol. IV La Iglesia como comunión. El tercer período y la tercera intersesión”, Sígueme/Peetes, Salamanca/Leuven, 2007, pp. 49, 52-54; 61. Sobre los autores (peritos y obispos), pueden verse datos en: Massimo Faggioli e Giovanni Turbanti, “Il Concilio Inedito. Fonti del Vaticano II”, Il Mulino, Bologna, 2001.
16 Yves Congar, “Mon Journal du Concile” I, p. 115.
17 David Grumett, “Movements of Rssourcement in theology. Foundations for a Council of Renewal”, en Catherine E. Clifford & Massimo Faggioli (eds.), “The Oxford Handbook of Vatican II”, Oxford University Press, Oxford, 2023, p. 50.
18 Henri de Lubac, “Quaderni del Concilio” I, Jaca Book, Milano, 2009, pp. 29-30.
19 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 83.
20 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 84.
21 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 84.
22 Henri de Lubac, “Quaderni del Concilio” I, p. 31.
23 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 90. Puede verse: G. Philips, “Deux tendances dans la théologie contemporaine. En marge du II concile du Vatican”, en “Nouvelle Revue Théologique” 85 (1963) 225- 238.
24 Jan Grootaers, “El Concilio se decide en el intervalo. La ‘segunda preparación’ y sus adversarios”, en Giuseppe Alberigo (dir.), “Historia del Concilio Vaticano II. Vol. II. La formación de la conciencia conciliar. El primer período y la primera intersesión”, Sígueme/Peeters, Salamanca/Leuven, 2002, p. 332.
25 Sobre De Smedt, puede ver la obra de “Il Concilio inedito. Fonti del Vaticano II”, p. 141.
26 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 91.
27 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 92-94.
28 Para datos biográficos de estos autores, pueden verse: Massimo Faggioli e Giovanni Turbanti (eds.), “In Concilio Inedito. Fonti del Vaticano II”, Il Mulino, Bologna, 2001; pp. 59, 99, 103, 65, 163, 121.
29 Pueden verse los exhaustivos análisis del historiador norteamericano: John W. O’Malley, SJ., “El Vaticano I. El Concilio y la formación de la Iglesia ultramontana”, Sal Terrae, Santander, 2019, pp. 60ss.
30 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 93.
31 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 97.
32 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 98.
33 Pietro Parente, fue miembro de la comisión preparatoria teológica y luego perito conciliar, ver: Massimo Faggioli e Giovanni Turbanti, “Fonti del Vaticano II”, Il Mulino, Bologna, 2001, p. 121.
34 L. J. Cardenal Suenens, “Recuerdos y esperanzas”, Edicep, Valencia, 2000, pp. 143-144.
35 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 95.
36 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, pp. 95-96.
37 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, p. 142.
38 Cf. Luis A. Tagle, “La ‘semana negra’ del Concilio Vaticano II (14 – 21 de noviembre de 1964)”, en Giuseppe Alberigo (dir.), “Historia del Concilio Vaticano II. Vol. II. La Iglesia como comunión. El tercer período y la tercera intercesión”, Sígueme/Peeters, Salamanca/ Leuven, 2007, p. 357.
39 En una entrada en su
Diario, Alberto Devoto, obispo de Goya (Argentina), hace notar lo siguiente:
“La intervención que hacía el día siguiente el cardenal Ruffini, daba la reazón
al juicio de mi Diario.
Comenzó por manifestar su preocupación por lo dicho el día anterior, que a
su modo de ver ‘afectaba gravamente al esquema’ y amenazaba con su refundición.
En realidad las críticas habían sido severas, principalmente al señalar en el
Esquema un marcado acento jurídico, con detrimento de lo pastoral y que muchas
nociones eran imprecisas”, en Obispo Alberto Devoto, “Crónicas Conciliares”,
Patria Grande, Buenos Aires, 2004, p. 74.
40 Cf. J. Grootaers, “Gérard Philips: la force dans la faiblesse”, en “Actes et acteurs à Vatican II”, Peeters, Leuven, 1998, p. 404.
41 Gérard Philips, “Carnets conciliaires”, pp. 124-125.
42 Cf. J. Grootaers, op. cit., p. 414.
43 Gérard Phiplis, “Carnets conciliaires”, p. 126.
44 Gérard Philips, “La Iglesia y su Misterio en el Concilio Vaticano II. Historia, texto y comentario de la constitución Lumen Gentium”, Tomo 1, Herder, Barcelona, 1968, p. 16.
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