jueves, 19 de septiembre de 2024

Espigando historias y recuerdos de Laguardia

Es el título del nuevo libro autopublicado por Antonio Mijangos, de 347 páginas, que el sacerdote ofrece a los que «aman a su pueblo, a los que les interesa su historia y les preocupa su futuro”.

Fuente:   blogriojaalavesa.eus

18/09/2024

 


“Mi única aspiración -escribe en el prólogo- es que cuando pasen unos años alguien pueda decir “Tiene mi abuela guardado un cuaderno que cuenta cosas antiguas de Laguardia”, como a mí me hubiera gustado tener”.

Decía el escritor Herman Hesse que “la mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad de la persona que la mira”. “Los paraísos más increíbles -añadía el escritor alemán- se pueden encontrar siempre en el rostro de las personas queridas”.

 

Espigas de Recuerdos

Julio Flor / Laguardia

Mijangos explica el título de su libro recordando que la palabra “espigar” evoca para él la historia de más de una madre de familia de Laguardia que, con sus hijos pequeños, salía a los campos ya segados, en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, a recoger espigas que habían caído en tierra durante la siega o en el acarreo de la mies a la era”.

“Espiga a espiga, lentamente, con la cintura doblada y mirando al suelo para encontrar la espiga caída y perdida”, describe poéticamente. Así que él ahora ha espigado en su ordenador, también en los archivos de la Parroquia, el Obispado o la Provincia”.

El cuadro del francés Jean Francois Millet refleja bien a las mujeres espigadoras de Laguardia, y de muchas otras zonas rurales, que espigaban en los campos en los que, con anterioridad, los segadores habían recolectado la cosecha de cereales, para después separar el grano de la paja tras ser aventada con cribas.

 

Apenas 25 ejemplares…

“He escuchado historias, he leído algunas cosas de personas que saben mucho más que yo. A veces anotando dónde he encontrado la noticia o el recuerdo, pero no soy historiador, ni trato de demostrar que lo que escribo está documentado”, indica Antonio en otro párrafo del prólogo.

“Algunos de vosotros y vosotras también habréis recogido espigas de recuerdos. Escribidlas -anima a sus paisan@s-, y si no lo hacéis, contádmelas para que las guarde en mi baúl de la Historia de Laguardia”.

Leyendo sus espigas de recuerdos he llegado a preguntarme ¿por qué, a veces, lo imprescindible sobra y lo inolvidable se olvida? ¿Qué conocemos de nuestros pueblos? ¿Qué sabemos, en realidad, si se me apura, de nosotros mismos?

Antonio le quita importancia a las “espigas” recogidas y escritas, asegurando a los lectores de su libro que “ha sido una manera entretenida de pasar el tiempo, se sentirme útil en algo. Me lo he pasado bien, no puedo negarlo”.

De igual manera que le quita toda solemnidad al libro en sí mismo:

“Son fotocopias encuadernadas en una imprenta, Julio. Lo van a leer en el Blog Rioja Alavesa, y van a querer comprar libros que no tengo. De hecho, apenas si he sacado 25 ejemplares de fotocopias que he ido repartiendo gratuitamente por el pueblo, una de las cuales he guardado para ti. No hay más”.

 

Vivió 121 años, tuvo 42 hijos, y acabó siendo cura

El trabajo ha sido arduo, intenso, emocionante, resultando al final un total de CIEN las historias narradas en sus textos a lo largo de 347 páginas, en las que ha ido intercalando fotografías de Josemi Rodriguez, a quien agradece su generosidad.

Entre ellas llama la atención la que titula “1937, el año con menos bodas en los últimos cien años”, la de “Un jesuita de Laguardia entre los indios guaraníes”, aquella del que “Se cayó de lo alto de la torre y no se mató”, o la del que “Vivió 121 años, tuvo 42 hijos y se hizo cura a los 99 años”.

Pero hay más, muchas más: “El cura de Laguardia preso”, “Ejecución en Laguardia”, “La última guerra carlista”, “El Arca de la Misericordia”, “Los silencios de Laguardia”, “Te buscaré, Señor”, “Incorporación de Laguardia a Álava”, “La gripe española de 1918 en Laguardia” o, entre otras muchas, “La judería de Laguardia”.

Unas más curiosas o emocionantes que otras, algunas intensas, otras más ligeras, sorprendentes, con más o menos suspense… todas resultan al final interesantes, para leer despacio y no todas a la vez. Joyas de quien como Antonio ha sabido buscarlas, y descubrirlas con curiosidad -llámalo amor a su tierra-, y con su particular mirada.

 

El Arca de Misericordia

Por recoger una que toque el corazón solidario de la Comarca, podríamos contar brevemente en qué consistió “El Arca de Misericordia”, que se recoge en cinco páginas del libro.

“La actividad del ‘Arca’ consistía en otorgar préstamos en especie, trigo y semillas, a los agricultores pobres para que pudieran sembrar en noviembre y comer en invierno a cambio de un reducido interés en especie, pagadero en la cosecha de agosto”, según nos cuenta.

Esas «Arcas» fueron una necesidad imperiosa cuando a finales del siglo XV se padecieron diversas hambrunas a lo largo y ancho de Europa, fomentándose en todas partes iniciativas de ayuda mutua. La del Arca fue la iniciativa solidaria más extendida.

Acudiendo al origen de la “nuestra”, el Arca de Misericordia de Laguardia la fundaron el 30 de mayo de 1587 Francisco Sáez Samaniego y el vicario Hernán Martínez, entregando ambos al Arca cien fanegas de trigo cada uno.

Cien fanegas de trigo, como las Cien Historias y Recuerdos que Antonio Mijangos nos entrega ahora, como una flor, como una generosa y madura espiga, como una deliciosa copa de buen vino.

 

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