Los medios de comunicación del Vaticano
lanzan una serie de profundizaciones de las palabras del Papa Francisco sobre
la guerra en Ucrania y las posibles soluciones para una negociación: los
entrevistados expresan sus opiniones, que no pueden por tanto atribuirse a la
Santa Sede. Conversación con el jesuita y economista francés Gaël Giraud
Fuente: Vqtican
News
ANDREA TORNIELLI
05/07/2022
“Hago un llamamiento a los jefes de las naciones y de las organizaciones internacionales para que reaccionen ante la tendencia a acentuar el conflicto y la contraposición. El mundo necesita paz. No una paz basada en el equilibrio de las armas, en el miedo mutuo”. La crisis ucraniana “todavía puede convertirse en un reto para los sabios estadistas, capaces de construir en el diálogo un mundo mejor para las nuevas generaciones”. Así es como el Papa Francisco, a la hora del Ángelus del domingo 3 de julio, volvió a hablar de la paz en Ucrania, deseando que se pase “de las estrategias del poder político, económico y militar a un proyecto de paz global: no a un mundo dividido entre potencias en conflicto; sí a un mundo unido entre pueblos y civilizaciones que se respetan”.
La
del Obispo de Roma, en estos últimos meses de combates y de ausencia de
iniciativas diplomáticas eficaces, ha sido una de las pocas voces que se han
alzado a favor de la paz y de la negociación. Una negociación que parece
imposible. Hablamos de ello con el jesuita francés Gaël Giraud, economista,
director del Environmental Justice Program de la Universidad
de Georgetown e investigador principal del CNRS (Centre national de la
recherche scientifique) de París.
Padre
Giraud, ¿por qué es tan difícil llegar a una negociación?
Vemos
la escalada militar y verbal de esta guerra, las matanzas que han tenido lugar,
la destrucción de las ciudades ucranianas. Pero también vemos la existencia
de lobbies beligerantes que no quieren el fin del conflicto,
no quieren una negociación que lleve a los gobiernos ruso y ucraniano a la
misma mesa para negociar un proyecto concreto, porque son lobbies interesados
en el rearme y el cambio de régimen en Moscú, es decir, quieren el fin de
Vladimir Putin. Pero, gracias a Dios, el número de personas que piden la paz, y
creen en la necesidad absoluta de una solución negociada, está creciendo. En
Estados Unidos, un académico como Jeffrey Sachs ha apoyado públicamente una
tregua negociada.
¿Quién
quiere esta guerra?
Digamos
que, ante todo, la quiere Rusia, que ha agredido a Ucrania y comete crímenes de
guerra. Pero ha sido preparada desde el 2014 por quienes quieren utilizar esta
guerra para derrocar a Putin y poner a Rusia de rodillas, aun a costa de
transformar a Ucrania en un nuevo Vietnam llevándola a la destrucción total.
Precisamente para evitar este desenlace desastroso, que podría llevarnos a un
nuevo conflicto mundial, es absolutamente necesario negociar, alcanzar una
tregua y luego la paz...
¿Qué
soluciones de negociación ve posibles?
La
guerra se encuentra hoy en un punto de inflexión si es cierto que las tropas
rusas han conquistado la ciudad de Lisichansk, un punto estratégico para una
posible reconquista del norte por parte de Rusia. Estoy convencido de que la
base para unas negociaciones serias sigue siendo los acuerdos de Minsk 2 del
2015, que jamás son respetados ni por Rusia ni por Ucrania. La solución – es mi
opinión personal – es el reconocimiento de la independencia del Donbás, incluso
a través de un referéndum popular que atestigüe la voluntad de sus habitantes.
Lo mismo ocurre con Crimea, que fue parte de Rusia hasta 1954 y donde la
población ya se ha expresado en un referéndum. Además, es necesario que Ucrania
se comprometa a no solicitar el ingreso en la OTAN, ni ahora ni en el futuro.
Pero,
¿negociar con estos objetivos no sancionaría de hecho la victoria del agresor
ruso?
Comprendo
perfectamente que lo que he dicho representa un problema para la unidad
territorial de los ucranianos. Pero me pregunto: ¿cuál es la alternativa y qué
precio tiene? La alternativa es la destrucción total de Ucrania, después de una
guerra muy larga, con el país devastado y convertido en un campo de ruinas
comparable a Chechenia en el año 2000. Las consecuencias para todos, pero sobre
todo para los ucranianos, serían mucho más devastadoras de lo que ha sido hasta
ahora esta absurda guerra en el corazón de Europa.
¿Cree
en el hecho de que el actual gobierno ruso puede implosionar, como se lee a
menudo en los análisis de los expertos?
Creer
que derrocando a Putin Rusia se convertirá en un país más pro-occidental es una
piadosa ilusión, en mi opinión. El número dos del Kremlin es – según los
analistas más atentos – el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolai
Patrushev. A se le habría confiado el poder cuando Putin fue operado, y según
muchos observadores es Patrushev quien podría ocupar el lugar de Putin en el
futuro. Ciertamente, con él Rusia no será diferente, pero más bien hay un
riesgo de inestabilidad, y la inestabilidad siempre conduce a nuevas guerras,
no a la paz. A los que sueñan con un cambio de régimen, les aconsejaría cautela
y una mirada atenta a la historia reciente: miren a Saddam Hussein o a Gadafi.
Sé que la comparación es fuerte y que las situaciones son muy diferentes porque
Rusia no es Iraq o Libia, pero piensen en lo que les sucedió a esos países
después del cambio forzado de régimen.
¿Usted
está de acuerdo con el envío de armas pesadas y misiles a Ucrania bajo ataque?
Si
puedo expresarme con toda sinceridad, permítanme decir que esta actitud me
parece un tanto hipócrita, especialmente por parte de Europa. Por un lado, se
envían armas para ayudar al ejército ucraniano a luchar contra el ruso y, por
otro, se sigue comprando gas y petróleo ruso pagándolo en rublos y así se
financia la guerra que libra el Kremlin. Por el momento, Alemania no tiene
intención de renunciar al gas ruso, ni siquiera a largo plazo. Si la transición
ecológica, que habría sido una gran oportunidad para las economías de los
países, se hubiera aplicado en serio, no estaríamos en este dilema.
Pero,
efectivamente, el gas ruso es necesario, y lo necesitan especialmente algunos
países europeos...
Sí,
y todavía no nos damos cuenta de las consecuencias de esta guerra en un futuro
próximo. Ucrania es un país que puede producir el trigo necesario para
alimentar a seiscientos millones de personas, posee importantísimos yacimientos
de minerales y formaba parte de la nueva Ruta de la Seda, uno de los mayores
planes de infraestructuras e inversiones para conectar China con otros sesenta
y siete países.
Ya
vemos cómo la guerra está teniendo consecuencias por la falta de trigo que
necesitan los países del norte de África. Hay muchos intereses en juego. La
perseverancia de la guerra significará una tragedia alimentaria para algunas
partes de África y la continuación de la inflación mundial, impulsada
principalmente por la falta de petróleo ruso. Y esta inflación puede, a su vez,
provocar una nueva crisis financiera debido a la subida de los tipos de interés
de los bancos centrales. Mientras tanto, las sanciones contra Rusia están
teniendo un efecto mixto. El caos de los años 90 alimentó el odio
antioccidental de algunos rusos y llevó a Putin al poder. Un mayor caos ruso no
ayudará ni a la paz ni a la democracia rusa. ¿Verdaderamente queremos que los
ucranianos derramen su sangre por esto?
Hablamos
de Europa: ¿qué debería hacer?
Me
parece que hay que reconocer la falta de iniciativas diplomáticas fuertes y
compartidas por parte de Europa, que tendría todo el interés en lograr la paz
lo antes posible. Al menos Alemania, Francia e Italia deberían hablar con una
sola voz y proponer un Plan Marshall para la reconstrucción sostenible de
Ucrania, según la transición ecológica. Una paz negociada, asegurando a los
rusos las futuras fronteras de la OTAN, que desde la caída de la Unión
Soviética ya no es una alianza defensiva.
El
Papa, citando a un jefe de Estado que había recibido en audiencia, habló de los
“ladridos de la OTAN” en las fronteras rusas, palabras que causaron polémicas.
Una agresión como la que está en curso jamás puede justificarse. Pero si no nos
detenemos en los últimos meses, y consideramos los contextos mirando la
historia de los últimos treinta años, esto ayuda a comprender mejor la
situación y, sobre todo, a no repetir errores y subestimaciones...
La
agresión rusa contra Ucrania, una verdadera guerra, aunque se la llama
“operación militar especial”, no tiene justificación y el Papa la ha condenado
repetidamente. Sin embargo, las palabras que ha citado nos ayudan a entender el
contexto y nos recuerdan lo que ocurrió tras la caída del Muro de Berlín y el
colapso de la Unión Soviética. Está documentado que a principios de la década
de 1990 los países occidentales aseguraron a Moscú que la Alianza Atlántica no
se ampliaría para incluir a los antiguos estados satélites del Pacto de
Varsovia. El incumplimiento de estos compromisos verbales ofreció a Putin,
hasta entonces considerado un aliado de Occidente, la oportunidad de anunciar
públicamente – durante la Conferencia de Seguridad de Múnich de febrero de 2007
– su rechazo al mundo unipolar bajo el predominio de Estados Unidos.
El
Papa Francisco definió la carrera armamentística como una locura. ¿Qué piensa
usted al respecto?
Tiene
razón, es una auténtica locura, porque significa dar grandes pasos hacia la
Tercera Guerra Mundial. Incluso la continuación de esta guerra significa
dirigirse hacia el Apocalipsis, con el aumento del hambre en los países
africanos y el riesgo de una escalada militar con armas nucleares. El Papa, en
una entrevista a la agencia de noticias Télam del viernes 1° de julio, también
señaló que las Naciones Unidas no habían sido escuchadas durante este
conflicto.
E
incluso en este caso, ¿cómo se los puede culpar? Lamentablemente, las Naciones
Unidas son hijas de los desequilibrios de la Segunda Guerra Mundial. No
hicieron nada por la pandemia, no hacen nada por esta guerra. Tenemos que
repensar, juntos, un sistema de relaciones internacionales más justo y
multilateral, en el que no sean sólo los poderosos quienes tomen las
decisiones. Como dijo durante el último Ángelus: debemos pasar de las
estrategias del poder político, económico y militar a un proyecto de paz global.
En mi opinión, esto requiere la creación de instituciones internacionales que
se ocupen de nuestros bienes comunes globales: salud, clima, biodiversidad,
paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate con tu e-mail para poder moderar los comentarios.
Eskerrik asko.