Fuente: Religión Digital
Por: Jordi Pacheco
18.11.2021
Teólogo, economista, miembro de la Compañía de Jesús desde 1983, José Ignacio García asume desde el pasado mes de septiembre la dirección de Cristianisme i Justícia después de una larga trayectoria vinculada a la acción social y al compromiso por la justicia desde la investigación, la reflexión o la acción directa.
Tras sustituir a Xavier Casanovas al frente de este centro de estudios, se siente todavía en tiempo de adaptación, si bien cuenta con un equipo y colaboradores que se lo están “poniendo muy fácil”. Hablamos con él sobre esta nueva etapa llena de retos y en la que apoyo, por fortuna, no le va a faltar.
¿Cómo han sido estos primeros dos meses en el cargo y qué expectativas le genera el nuevo curso?
Creo que este curso está marcado por el deseo de un retorno a la “normalidad” después de la covid. Igualmente surge la inquietud de si se trata de recuperar rápidamente el modo habitual de funcionar o si hay cosas que hemos aprendido y debemos incorporar. Todo ello genera algunas tensiones que son razonables. Tenemos que ir encontrando la correcta combinación de actividad presencial y el imparable crecimiento de la participación online. Esto es un reto y si acertamos, puede ser una oportunidad de crecer e implicar a más personas en nuestra reflexión.
Por otro lado, está el contribuir a mantener la calidad de nuestra reflexión cimentada en la perspectiva de fe-justicia. No buscamos la neutralidad, sino una reflexión apasionada por los que están en los márgenes de la sociedad. Este ha sido el reto siempre de CJ y estoy muy agradecido de poder contribuir a ello.
Los cuadernos de CJ son tal vez la herramienta de difusión y sensibilización social más ambiciosa de la entidad. ¿Cómo se deciden los temas que se abordan en estos textos? ¿Podría adelantar en qué dirección irán sus próximas ediciones?
Los cuadernos tienen un largo proceso de elaboración. La mayor parte son escritos por miembros de CJ, es el fruto de su reflexión personal, pero a menudo, es también fruto de una reflexión compartida en cursos o seminarios. Los cuadernos se revisan, se discuten con el autor. No son obras aisladas, sino que están asumidas por CJ. Es un ejercicio muy interesante, mutuamente enriquecedor, pero también largo desde el punto de vista editorial.
El resultado son publicaciones de calidad con una gran capacidad de llegar a públicos diversos, tratamos de divulgar haciendo que el lector se vaya apropiando el tema.
Además de la lectura personal son muchas veces un instrumento para grupos que los leen, discuten y utilizan para su formación y orientar su acción, su compromiso. Un cuaderno quiere ser una fuente de inspiración para los que viven o trabajan en la exclusión social.
No puedo adelantar temas concretos, obviamente. El factor sorpresa cuando llega el cuaderno a tu buzón forma parte de este proceso. Creo que siempre son interesantes, unas veces porque tratamos un tema que preocupa especialmente, y otras porque traemos un tema que no se te habría ocurrido pero cuyo interés descubres a través de esta lectura.
Usted tiene una importante experiencia en materia de migraciones y Refugio al frente del Servicio Jesuita los Refugiados en Europa. ¿Qué balance hace de su etapa como director de esta organización?
Para un jesuita siempre es una enorme satisfacción trabajar en el Servicio Jesuita a Refugiados. Fue la obra lanzada por el P. Arrupe y ahora celebra 40 años. Han sido unos años muy intensos, y, en ocasiones, bastante tensos. El asilo, y la migración, están sufriendo un acoso, un rechazo, en grupos políticos y sociales, que resulta muy frustrante. Europa ha elegido convertirse en una fortaleza y para ello utiliza una fuerza enorme -muchas veces desproporcionada-. Es una gran paradoja, un continente que envejece a pasos agigantados decide encerrarse para proteger su bienestar.
El asilo es un compromiso internacional para la protección, la migración es el dinamismo propio de sociedades que tienen algo que ofrecer. Hay muy pocas cosas nuevas en este debate, salvo tal vez, esta voluntad casi obsesiva por impedir el acceso a Europa.
Por el momento toca resistir, fortalecer las redes de acogida, de hospitalidad. Ante este “invierno social” es el tiempo de la esperanza a largo plazo, de la fidelidad a las personas que más sufren estas situaciones. El SJR en Europa es una obra pequeña, pero quiere ser signo de esa esperanza, y ese compromiso.
Hace algunas semanas, un activista social que participó en un debate organizado por Religión Digital, dijo que la española es una sociedad de acogida, pero no España, ya que como Estado se caracteriza por sus CIE, sus fronteras militarizadas, y su Ley de Extranjería. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Eso se puede decir de todos los países europeos, occidentales, los “desarrollados”. Son políticas muy extendidas, ya comunes, estandarizadas. Y también tenemos que reconocer que si estas políticas se aplican es porque una parte -importante- de la sociedad las comparte.
Los políticos buscan votos y este tema, ahora, los da. Que una parte de nuestra sociedad sea profundamente abierta y acogedora no puede hacernos olvidar que otra parte no lo es. Es tiempo de testimonio, humilde, no pretencioso, pero los cristianos tenemos mucha experiencia en esto.
¿Qué se puede hacer para contener o neutralizar los crecientes discursos de odio al migrante lanzados desde sectores de la ultraderecha europea, de la que España, por desgracia, no está exenta?
La complejidad de la comunicación en nuestro tiempo sí es algo novedoso, el asilo y la migración no. Pero este ambiente complicado para comunicarnos no afecta solo al asilo y la migración, también afecta a temas como la salud, los derechos y libertades, la responsabilidad social… la información son las múltiples conexiones que nos permiten estar vinculados.
Por un lado, toca confrontar, buscar la verdad, desenmascarar los bulos. Siempre informar, dar nuestra perspectiva, ofrecer otros puntos de vista, tratar de comprender las distintas posiciones. Todo esto forma parte del trabajo de un centro como CJ, y otros muchos.
Y para nosotros creyentes está también el testimonio, sabemos que tiene un gran valor. Buscar la coherencia entre lo que vivimos y lo que proponemos. El testimonio es muy frágil, se descalifica por la incoherencia; pero el testimonio, también es muy fuerte, porque muestra que es posible. Que se puede vivir la solidaridad, que otra manera de relacionarnos es posible.
¿Hacia dónde va Europa en materia de políticas migratorias y cuál es el papel de la Iglesia en este contexto?
Como decía, vamos a un tiempo de “invierno social” en el tema migratorio. Hemos elegido la política de limitar el acceso, fortalecer las devoluciones y limitar los derechos de los que, eventualmente, puedan quedarse. Toca resistir, apoyar, estar cerca, tejer lazos que permitan atravesar este tiempo. Creo que la Iglesia es experta en eso, proponemos el cambio y la transformación social, y siempre estaremos junto a los que hacen propuestas en esa dirección. Pero también sabemos apoyar, sostener, acompañar. Esa sabiduría va a ser muy necesaria este tiempo.
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