miércoles, 22 de diciembre de 2021

Resistencia vasca ante las violencias recientes

He recibido con agrado este libro en préstamo en la biblioteca de mi pueblo: Resistencia vasca ante las violencias recientes. Memoria para un resurgimiento, obra de Imanol Lizarralde y Jose Antonio Rekondo. Sus 325 páginas de letra pequeña no facilitan su lectura. Pero son un material interesante para el debate y la memoria de nuestro pueblo.

El capítulo 5, Marcos sociales de la memoria, me ha parecido especialmente atractivo y recomendable. En dicho capítulo se repasa la actividad de distintos actores vascos en las últimas décadas, saliendo de caminos trillados, repetitivos, importados o impuestos. El papel de las víctimas, los presos, la reacción social, la sociedad vasca, la iglesia, el liderazgo político, el empresariado y la cultura vasca se nos presentan de forma crítica y como fuente de una lectura sin complejos, desde esta tierra nuestra.

Iglesia y orientación ética (páginas 218/235) es un subcapítulo que fuera bueno tratarlo como marco de debate e inicio de diálogo. Nace de la obra y pensamiento de Monseñor Setién, de su trabajo distinguiendo la raíz marxista de la violencia de ETA, y la lucha de su entorno poniendo en menoscabo la defensa de los derechos humanos como cimiento de una sociedad justa.  “La voz cantante en la que todos confiábamos —se refiere a los obispos vascos— era la de D. José María. Aportaba análisis riguroso y visión de conjunto y seguridad doctrinal” afirmó en una charla el obispo Juan María Uriarte. Los que tenemos unos años, recordamos cómo recibían críticas desde ambos extremos y  desde la prensa abertzale o estatal. Para algún periodista “En la Iglesia vasca, ETA fue una religión de sustitución”. Para la misma ETA, en sus inicios, el marxismo era casi una religión. Para el filósofo francés Alain Badiou, ideólogo de cabecera de izquierda abertzale en los 90 y de cuadernos de formación de Ernai, la defensa de los derechos humanos ha sido una “religión descompuesta”. La Iglesia vasca ha sido una voz que ha defendido la primacía de los derechos humanos frente a cualquier primacía de lo político, defienden los autores.

La cadena de aquellos obispos se sustituyó por otros más condescendientes con la lectura de un pueblo vasco cómplice, incluida la Iglesia, con la violencia. Incluso culpable. Alguna reacción exagerada, a mi parecer, de los Obispos y vicarios de  Bilbao, con las declaraciones de un cura diocesano en un medio audiovisual, muestran una memoria vergonzante y una práctica discutible y en nada ejemplar. Se actuó interiorizando la consigna de una Iglesia débil ante la violencia reciente y rompiendo la cadena del episcopado vasco más ejemplar y más castigado por la corriente ideológica predominante en España.

Animo a leer y profundizar en el comentario sobre el poema y canción de Xabier Lete titulado Nere aita zenari (páginas 161/162) que puede ilustrar muy bien un nacionalismo perdedor y vencido pero que no renuncia  a sus valores éticos.

Un libro nada fácil de leer, sugerente y que merece la pena difundir.

Jose Mari Kortazar


 

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