lunes, 13 de diciembre de 2021

El comunismo de este Papa

Fuente:   Religión Digital

Gabriel Mª Otalora

11.12.2021

 

     La secretaria de Comunicación del Partido Popular de Madrid, Macarena Puentes,  ha llamado "cumbre comunista" al encuentro entre el Papa y Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social. Lo peor es que no será la única que piense y, sobre todo, quisiera que todos los demás pensemos, que a Francisco se le ha ido el oremus. Parece evidente que a un sector de la derecha española, todo lo que no les gusta lo embalsaman de comunismo. Ya preguntó un periodista a Francisco, si cuando hablaba de construir una sociedad igualitaria, se refería a una sociedad marxista. La respuesta papal no tuvo desperdicio: “Si acaso son los comunistas los que piensan como los cristianos”, Y en otra ocasión: “Estar al lado de los pobres no es ser comunista”. 

     Hace unos pocos días, el Papa abogaba por "la reducción de la jornada laboral", como medida para un mayor acceso de todos al empleo y por "un salario universal, para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más elementales bienes de la vida", algo que no piden ni los comunistas españoles. La realidad cada vez más real es que la riqueza se va concentrando en unas pocas manos condenando a la miseria a una buena parte del Planeta. Y lo que defiende el Papa lo suscribe mucha gente nada comunista, como es el caso de quien suscribe esta reflexión. Y no solo eso, la actitud de Jesús en el Evangelio es muy clara con los menos favorecidos, igual que lo es con los hipócritas que se aprovechaban de la ley para vivir a costa de las injusticias estructurales. No fue nada condescendiente viendo cómo terminó: tildado de blasfemo, hereje y enemigo de Roma, calumniado hasta torturarle con una muerte de cruz.

     Sin embargo, la señora Puentes y tanta gente como ella, ve en lo que dice y hace el Papa pura política, y encima de extrema izquierda, cuando la Iglesia católica no debe meterse en esos terrenos... Pero, ¿qué es entrar en política? Una cosa es la política partidista como ejercicio necesario para la gobernabilidad de un país, y otra muy diferente la llamada denuncia profética de las injusticias ante las que un seguidor de Cristo no puede quedarse indiferente, o lo que sería peor, directamente cómplice.

     Jesús de Nazaret entró de lleno en esta segunda categoría de política hasta el punto de contar con seguidores que dieron la vida por no cejar en su mensaje liberador. El ejemplo de Jesús fue tal, defendiendo a los más débiles por amor y poniendo en evidencia a quienes deberían dar ejemplo, que zarandeó las estructuras injustas legales ¡y religiosas! ocasionadas por las prácticas viciadas de las leyes del Pentateuco. Y sus discípulos hicieron lo mismo; pero ninguno entendía la política convencional de alianzas estratégicas ni de espacios de poder. Ellos no dejaron de incomodar a las autoridades teocráticas, político-religiosas, por sus graves inconsecuencias hasta convertirse en un peligro para los dirigentes judíos y romanos en cuanto que perjudicaba a sus intereses. Francisco es tibio comparado con Jesús y sus seguidores tras Pentecostés.

     Señora Puentes, no todo vale. No pocos católicos que siguen a Jesús con el Evangelio en la mano, también son tildados hoy de blasfemos y perseguidos. Jesús de Nazaret fue el paradigma del diálogo con todos, se acercó a los excluidos y a los que excluían, mantuvo la actitud de acogida con todos sin cejar en su misión, tal y como pretende imitarle ejemplarmente el Papa Francisco. Tanto es así, que muchos de aquellos malos malísimos de aquél siglo I en Galilea, en realidad no lo eran; y tampoco fueron buenos los que propiciaron su asesinato.

     Esta señora que ha pretendido defender su ideología atacando al Papa con mala fe, ha perdido una ocasión de reivindicarse con Francisco, ahora que acabamos de celebrar el Día internacional de los Derechos Humanos. Y hacerlo en algo que seguro él le daría la razón como asignaturas pendientes políticas a mejorar urgentemente: el derecho al trabajo, a la vivienda, a la sanidad, al derecho de asilo entre otros Derechos Humanos —y constitucionales—  que no se cumplen debidamente en su Madrid querido.

     Pero a usted todo esto no parece importarle, obsesionada como tantos otros y otras de su partido con que este Papa no se acerque a la verdadera Navidad cristiana en la que debiera sobrar toda hipocresía mendaz y no faltar el diálogo sincero, como así espero que ocurra entre Francisco y la ministra Díaz.

 

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