lunes, 17 de mayo de 2021

Escocia y el dilema europeo

JUAN JOSÉ ÁLVAREZ,
en Diario Vasco
Domingo, 16 mayo 2021

 

El Brexit, que el pueblo escocés rechazó de forma abrumadora, ha reabierto un nuevo proceso de reflexión en el seno de la ciudadanía

 

El resultado de las elecciones autonómicas escocesas, marcadas por el debate acerca de una nueva consulta independentista, ha acabado reforzando la pretensión de Nicola Sturgeon: su victoria, junto al ascenso de Los Verdes reafirma su apuesta por la celebración de un nuevo referéndum de independencia. Pese a que el respaldo a la independencia dentro de la formación no sea unánime, Los Verdes han incorporado a su mensaje principal la voluntad de impulsar una nueva consulta para que sean los escoceses los que decidan su futuro: o bien continuar bajo soberanía británica o decidir constituirse como nuevo Estado y reclamar su adhesión a la Unión Europea. El Brexit ha sido la causa principal a la que se han aferrado los promotores de esta nueva consulta. El argumento primordial que conservadores y laboristas esgrimieron en 2014, cuando unieron sus fuerzas bajo el eslogan Better Together (juntos mejor), fue precisamente que una Escocia fuera del Reino Unido quedaría también fuera de la UE. En 2014 Escocia aportó una lección importante, al demostrar a Europa y al mundo cómo era posible desdramatizar el debate sobre el estatus de pertenencia a un Estado cuando las cuestiones identitarias y las vinculadas al reconocimiento de una realidad nacional coexistente dentro de una entidad estatal están previamente encauzadas gracias a una cultura política presidida por una voluntad de concordia y pacto.

Se celebró el referéndum, legal y pactado, y la opción favorable a la independencia no logró su objetivo. Entre los factores que contribuyeron al rechazo en el referéndum de la propuesta de secesión de Escocia tuvo fuerza el temor de sus habitantes a que la separación del Reino Unido les dejara fuera de la UE.

Durante la campaña de dicho referéndum se presionó desde muchas instancias (incluido el Gobierno español, que podía además, como los demás Estados Europeos, imponer su veto a la futura nueva adhesión) para dejar claro que la independencia de Escocia del Reino Unido provocaría su salida inmediata de la UE y que una Escocia independiente tendría que solicitar el ingreso en la UE como tercer Estado, con los consiguientes peligros e incertidumbres para la economía de la región y el bienestar de sus habitantes. ¿Qué factor ha sobrevenido ahora? El Brexit, que el pueblo escocés rechazó de forma abrumadora y que una vez materializado ha reabierto un nuevo proceso de reflexión en la ciudadanía escocesa.

Desde Londres, Michael Gove, ministro responsable de coordinar la acción del Gobierno en las autonomías, ha afirmado tras las elecciones que no acudirá a los tribunales si el nuevo Parlamento escocés aprobase una ley para convocar un nuevo referéndum sobre la independencia. Y ha señalado que Escocia «puede, por supuesto,» abandonar Reino Unido, «mediante un referéndum legal que permita a su población elegir». Es una estrategia política más inteligente que el victimismo y la cerrazón mostrada hasta ahora por Boris Johnson.

¿Abrirá Europa la puerta a un independentismo que quiere seguir en la casa común?

El respeto a las reglas del juego democrático por parte de todos los actores involucrados y su compromiso con los medios exclusivamente pacíficos y democráticos para plantear y gestionar sus demandas políticas es una condición básica en la gestión democrática de los conflictos en torno a la soberanía. Y existen, sin duda, razones de peso para consultar de nuevo a la ciudadanía escocesa; el precedente de 2014 juega a favor de una nueva consulta al haberse alterado de forma radical las circunstancias en las que la misma se celebró. El interrogante de partida es claro y se concreta en determinar si un hipotético Estado escocés, en el momento de constituirse como tal y de solicitar su integración en la UE, quedaría dentro o fuera de la Unión y, en este último caso, qué vías existirían para tratar de reincorporarse a la UE.

¿Abrirá Europa la puerta a un independentismo que quiere seguir en la casa común?; ¿cómo se posicionará ante esta circunstancia sobrevenida que podría conducir a que un Estado (Reino Unido) se haya ido voluntariamente de la UE y otro Estado (Escocia) que eventualmente adquiera tal condición tras desgajarse del que se va llame a su puerta para solicitar ser admitido como miembro de pleno derecho de la UE? Tal y como establece el artículo 49 del TUE, para ser miembro de la UE hay que ser «un Estado europeo» y compartir los valores fundamentales que inspiran el nacimiento de la Unión. Entre estos valores se exige el respeto y el compromiso de promoción del respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de derecho y los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Escocia cumple todas estas premisas.

Y Europa, caso de producirse tal mayoría social clara a favor de la secesión, deberá estar a la altura de las circunstancias, porque negar una realidad democrática invocando las propias normas de la UE supondría en realidad desvirtuar la esencia del propio proyecto europeo. Un hipotético derecho de veto a la entrada de Escocia en la UE anteponiendo intereses geopolíticos a la democracia transnacional europea dinamitaría la base democrática de la UE.

 

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