¡Hola!
Quería agradecer el envío de los resultados de la encuesta. La mayoría de los aspectos que se han reflejado me parecen muy positivos. No así el tema de las mujeres que sigue reflejándose de manera muy pobre cuando, sin embargo, se dedica un punto entero a destacar que el candidato sea vascoparlante e inserto en nuestra cultura (y creo que debe ser así).
Sin embargo, la presencia y consideración de la mujer en la iglesia y el episcopado sigue reflejándose con expresiones recurrentes y vacías de contenido del tipo "promover el papel y la dignidad de la mujer dentro de la Iglesia" o "Fomentar y respetar el papel de laicos y mujeres" (¡como si en los laicos no estuvieran incluidas las mujeres!)
Hay un aspecto que sí me gustaría comentar y es que las mujeres tenemos la dignidad intacta. No se trata de recuperar algo que nunca hemos perdido. Por tanto, nadie nos la tiene ni que promover de forma paternalista, ni mucho menos otorgar. Parecería como que los hombres colaboradores, dentro y fuera de la iglesia, desde su posición asentada dijeran "venga, vamos a echarles una mano a las mujeres que, efectivamente, viven situaciones de injusticia, desigualdad, violencia...", cuando en realidad son los hombres (dentro y fuera de la Iglesia) quienes ocupan cargos y ejercen privilegios arrogándose capacidades que repugnan el Evangelio y el más elemental sentido común y de justicia en pleno siglo XXI.
Más bien se trataría de que los hombres -fuera y dentro de la iglesia, ordenados o no- con humildad pidieran perdón por los espacios arrebatados, los privilegios ejercidos y las injusticias consentidas. Y además, devolvieran a las mujeres lo que nunca se les debió arrebatar. El problema no es de las mujeres que luchamos día a día por ejercer nuestros derechos. El problema está en los hombres que abusan de una situación de privilegio, en todos los órdenes, incluso de las formas más sutiles y bienintencionadas.
Me vienen a la memoria unas palabras de Pere Casaldáliga. "Una vez le preguntaron cómo había que combatir el hambre. Y él respondió que "El hambre no espera. Al que tiene hambre hay que darle de comer. Luego vendrá lo de enseñarle a pescar. PERO SOBRE TODO, SOBRE TODO, DEBE SABER QUE EL RÍO ES SUYO"!!!!
Pues eso: ¡¡LAS MUJERES DEBEMOS SABER QUE LA IGLESIA ES NUESTRA!!
¡Un cordial y fraterno saludo!
María Pilar Ruiz Ojeda
Una vez más, una gozada escucharte, Pilar
ResponderEliminarTxelis