martes, 4 de marzo de 2014

El sacerdote jubilado: dificultades, alegrías y retos (III)

J. L. Beltrán de Otalora
(Aparecido en SURGE  Vol. 71 Num. 678)


José Luis Beltrán de Otalora

Bilbao

Nota: Por la extensión que ocupa el artículo, aparecerá fragamentado. Se publica hoy el TERCER FRAGMENTO



Quinta dificultad: la añoranza
El que fue predicador, deja de serlo. El que fue profesor deja de serlo. El que fue gestor deja de serlo. El que fue organizador deja de serlo...
El que fue testigo lo sigue siendo.

Plantearse esto en blanco y negro, sin grises, sin matices resulta duro. Pues todos los sacerdotes jubilados fueron mucho de lo primero y buena parte al menos de lo segundo.
La dura dificultad para la vida o tentación consiste en añorar quizás lo primero más que lo segundo, en lugar de seguir cultivando con todos los recursos la calidad del testimonio.
Sexta dificultad: la reducción al silencio
La falta de recursos. El silencio.
No hay en verdad para el jubilado una mesa real de participación. No la hay. La que desde lo jurídico sería para algunos la adecuada, como el CPP, no lo es en realidad. Ni por su concepción, programación y metodología. Lo sería para algo superextraordinario. Quizás.

En la Iglesia faltan mesas de participación real. A todos los niveles.
Y que no se meta el jubilado a crear su propia mesa. Si en tantas ocasiones no contó su palabra ni para el consejo, ¡está ahora como para exigir que su palabra tenga algún mayor peso que el de su opinión particular!
Menos mal que el Papa Francisco pide que los jóvenes armen lío y los viejos hablen…


Séptima dificultad: olvidados
Ignoro si esto ha sido así de siempre. Quizás sea una cuestión generacional. Aunque me temo que en parte se deba también al modo de gobernar.
Me refiero al distanciamiento (sin calificarlo) entre el clero joven y el clero mayor, incluidos los sacerdotes mayores no jubilados.

Anotaré un solo ejemplo: no hace mucho se daban unas coincidencias nítidas: en una  ordenación, en el funeral de un sacerdote. Hoy se dan presencias cantadas, y ausencias no menos solemnes. ¿Qué razones “afectivas” intervienen en ello?


Octava dificultad: “barullo de espiritualidades”
Era mi intención haber reducido a 7 el número de dificultades. Simplemente por su valor simbólico. Pero de pronto me viene a la mente esta octava, que quizás puede tener una cierta relación con las dificultades anteriores, y con otras cuestiones bien relevantes de otros ámbitos distintos al que ahora estoy tratando de los sacerdotes jubilados.
Me refiero a la irrupción en el campo de la espiritualidad sacerdotal diocesana de otras nuevas espiritualidades.

Nuestra Diócesis, cuando se hallaba integrada en una única realidad con las tres diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria, cultivaba una espiritualidad sacerdotal diocesana específica, con sus incidencias reales en la orientación de la pastoral. Se manifestaba de modo propio en el denominado Movimiento Sacerdotal del Seminario de Vitoria, y su enriquecimiento con la espiritualidad de los Movimientos Apostólicos de AC, en especial los especializados (HOAC y JOC), los Ejercicios Espirituales, etc.

Pero muy pronto, coincidiendo con la partición de la Diócesis y las décadas posteriores, comenzaron a cultivarse otras espiritualidades ofertadas a los sacerdotes diocesanos, fundamentalmente desde el Opus Dei, Los Neocatecumenales, Comunión y Liberación, y en  la última década los Sacerdotes del Prado.

¿Se trata, en conjunto, de un enriquecimiento? ¿O facilita más bien una situación como de minusvalía para no pocos de los sacerdotes, cuando menos de los jubilados?

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